Debido al precepto de la Iglesia de no comer carne, ni los Viernes, ni en Cuaresma, hubo que ingeniárselas para prolongar la conservación y duración del pescado, en zonas del interior.
La congria o congrio seco se conseguía colgándolo al aire, sin sal, como si fuera ropa, hasta que se secaba totalmente. En la mojama y en las bacaladas el proceso era “en salazón”.
En el Libro de “El buen amor” del Arcipresta de Hita, hay alusión al congrio seco, también en “Vida, aspìraciones y fracasos de un estudiante de Salamanca. El diario de Gaspar Ramos Ortiz (1568-1569), transcrito por Luis E. Rodríguez – San Pedro Bezares. Ediciones Universidad de Salamanca. 1ª ed. Marzo, 1987. (Páginas 30 y 45). Actualmente la costumbre de comer congrio seco ya sólo se practica en algunas comarcas de Soria y de Zaragoza.
La abstención de comer carne impulsó la Piscicultura en Bohemia del Sur, ya hace siglos, con la creación de estanques para la cría de carpas. Algunos de estos estanques eran artificiales y quienes los organizaban y mantenían eran los frailes de varias órdenes religiosas menores.