Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Euskadi psicoanalizado

 

El Diario Vasco, 1982-07-25

 

      Un miembro de la «Asociación Psicoanalítica de Madrid» (sic), el señor Rafael Cruz Roche, publica en un prestigioso diario madrileño un artículo titulado: «Reflexiones de un psicoanalista acerca del problema vasco».

      El señor Cruz Roche cree ver en el pueblo vasco una actitud paranoide, «mecanismo psicológico» e incluso «trampa infernal» —según expresión del autor— mediante la cual se «niega la culpa y agresión propias» y se convierte al otro en culpable. (Lo cual, dicho sea entre paréntesis, es la cosa más corriente del mundo, tanto en los individuos como en los pueblos).

      Ahora bien, según el diagnóstico de nuestro psicoanalista, a la citada paranoia vasca se unen graves e importantes síntomas de «masoquismo», megalomanía infantil, narcisismo e inferioridad cultural.

      Y por si todo esto fuera poco «el pueblo vasco sufre un problema de identidad» debido al «gran aislamiento geográfico e histórico» en que ha vivido y al hecho de haber recibido «tarde y mal las influencias culturales».

      Este desdichado pueblo «prácticamente no romanizado» y «al que la cristianización llega muy avanzada la Edad Media», vive todavía —siempre según el luminoso artículo del señor Cruz Roche— de «un folklore y mitología cargados de restos atávicos».

      El tremendo diagnóstico que acabamos de resumir y que —por lo que se ve— no es sólo psicoanalítico, sino también cultural, histórico y hasta prehistórico, se condensa en una comparación altamente expresiva del autor: el pueblo vasco es como «un niño malcriado, caprichosamente mimado y maltratado» y del que podemos esperar «cualquier resultado». Que viene a ser como decir: España ha educado mal a este niño y ahora pasa lo que pasa.

      El artículo que comentamos merecería figurar en una antología, no diré de la estupidez, pero sí de la incomprensión nacional. No sólo no sirve para comprender, ni para hacer comprender la cuestión vasca, sino que trata al parecer de consolidar «científicamente» determinados tópicos antivascos, harto manidos y de los que —ciertamente— no vamos a ocuparnos en este lugar.

      Es evidente que a España se la pueda entender de muchas maneras, sin que haga falta apelar para ello al psicoanálisis, y otro tanto ocurre con Euskadi.

      Ahora bien, tal vez los árboles no nos dejan ver el bosque, pero el hecho es que los ciudadanos no nos ponemos de acuerdo sobre las realidades nacionales en medio de las cuales vivimos.

      Existe, sin duda, una falta de información: no estamos al tanto de lo que ocurre en otros pueblos. (¿Cómo podremos pues exigirles a éstos que se enteren de lo que pasa aquí?)

      Pero lo peor del caso no es que no estemos enterados, sino que ni siquiera queramos enterarnos y este desdén hacia la verdad de los demás no es cosa privativa de los vascos, sino que es un mal original que alcanza a todos los hombres y pueblos.

      Para mí es evidente que el señor Cruz Roche no está informado sobre lo que acontece realmente en Euskadi. Pero juzgando por su propio artículo y sin necesidad de psicoanálisis, me atrevo a insinuar que esta falta de conocimiento va acompañada de una falta absoluta de «voluntad de conocer».

      En realidad, si no se tratase más que de cuestiones intelectuales —conocer, informarse, estar enterados, etc.— la incomprensión entre los pueblos tendría fáciles remedios. Pero tal fenómeno no es sólo cosa intelectual. En el mismo se mezclan fatalmente emociones, pasiones, afectos, sentimientos, etc., fuertemente cargados de agresividad y que son los verdaderos causantes de la incomprensión y de la violencia colectivas.

      El actual Estado de las autonomías representa quizás el mayor esfuerzo político realizado hasta ahora en nuestra historia para el entendimiento entre los pueblos del Estado como tales pueblos. Ese nuevo tipo de sociedad política haría posible un diálogo plenamente válido a este respecto. Pero ello exige tiempo, amplitud de visión y juego limpio. No se resuelven de la noche a la mañana los problemas seculares de una gran comunidad de pueblos tan trabajada por la historia como la nuestra.

 

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