Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Granada y «no-intervención»

 

El Diario Vasco, 1983-11-06

 

      En un mundo como el actual, que rebosa de hechos sangrientos y de conflictos armados de todo tipo, la invasión de la isla de Granada por los «marines» norteamericanos podría ser considerada como un pequeño «fait divers» de la política mundial. El hecho ha levantado, sin embargo, una enorme polvareda. Puede decirse que ha absorbido la atención de toda la prensa internacional a lo largo de los últimos días.

      Â¿A qué se debe este interés? ¿Cómo se explica la importancia atribuida en todo el mundo a un hecho al parecer tan insignificante?

      Se ha dicho que la intervención realizada en Granada no era sino una simple «acción policial de limpieza» impuesta por la necesidad de poner orden en la isla después de los trágicos sucesos de las semanas anteriores. Reagan declaró que el desembarco de los «marines» debía ser visto como una «operación de rescate» y que los mismos habían actuado como «liberadores» de la autoridad granadina, avasallada por los revoltosos. Añadió el presidente americano que el voto —ampliamente mayoritario— de la ONU, en el que se «deploraba» la operación realizada por los EE.UU., le tenía completamente sin cuidado y que la noticia de tal decisión no le había quitado en absoluto el apetito a la hora del desayuno.

      Pero la cosa no es tan simple como eso. Dirigentes políticos americanos se dan cuenta ahora de la reacción de disgusto levantada en casi todo Occidente por el «gesto» de Granada y del desprestigio que el mismo puede acarrear a los EE.UU. en muchos países, incluso aliados suyos.

      Los estrategas americanos conocen bien su oficio y saben, sin duda, lo que se hacen. Pero las ventajas estratégicas de la operación pueden verse contrarrestadas por los perjuicios morales que acarreará en el futuro a Norteamérica.

      Granada es un Estado soberano. La soberanía no es un concepto analógico sino unívoco. La soberanía no puede ser mayor o menor: o se es o no se es soberano. En este sentido teórico, Granada es tan soberano como los Estados Unidos de Norteamérica y tiene iguales derechos que éstos. Por otra parte la Organización de Naciones Unidas acordó en su sesión del 21 de diciembre de 1965 el principio de no-intervención, es decir la prohibición a todo Estado de intervenir en los asuntos internos de otro. Este acuerdo se tomó por unanimidad, con la única abstención de la Gran Bretaña.

      En opinión de los más eminentes juristas, tanto del Este como del Oeste, tal unanimidad convierte la no-intervención en una regla de derecho dentro del nuevo orden internacional, creado por la institución de la ONU. (Robert Bosc: «Guerres froides et affrontements». Aubier Montaigne).

      Es cierto que el principio de no-intervención ha sido infringido varias veces, tanto al Este como al Oeste, sea por acciones militares o por presiones económicas. Antes del acuerdo de la ONU, en 1956, Budapest fue ocupado por las tropas soviéticas. Posteriormente al mismo, en 1968, los rusos invadieron Checoeslovaquia. Los teóricos rusos han tratado siempre de justificar estos actos en virtud del «principio de solidaridad socialista»: es legítima la ayuda militar aportada a un Estado socialista que está a punto de deslizarse por la pendiente del revisionismo y de la vuelta al capitalismo, por causa de la ceguera de sus dirigentes, incluso si son comunistas.

      Ahora bien, nadie puede ignorar —ni siquiera Reagan— el tremendo desprestigio que las intervenciones de Hungría y Checoeslovaquia causaron a los partidos comunistas y el gran número de partidarios que éstos perdieron entonces por tal motivo.

      El caso de los EE.UU. es, por otra parte, completamente distinto que el de la URSS. Norteamérica pretende ser el primer defensor del orden y de la justicia internacionales representados por la ONU. Debe ser pues, un modelo para todos en este sentido. Por diminuto que sea el Estado de Granada, creo que Reagan ha cometido un error y que Norteamérica tendrá que sufrir de aquí en adelante que se lo recuerden miles de veces.

 

  • El sistema de búsqueda busca una sucesión de letras dada (no funciona con lematizador y no realiza análisis lingüístico).

  • Busca las formas que comienzan con la sucesión de letras dada, y no contempla dicha búsqueda en interior de palabra (el resultado de la búsqueda barc será barca, barcos, Barcala, Barcelona, barcelonesa..., pero no embarcación, embarcarse...).

  • Se pueden buscar sucesiones de palabras (pacifismo cristiano, por ejemplo, o partido comunista francés).

  • Es posible especificar el corpus: solo en textos en castellano / solo en textos en euskera / en todos los idiomas (euskera, castellano y francés).

Nodo: liferay2.lgp.ehu.es