Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Federalismo y foralismo

 

El Diario Vasco, 1984-12-08

 

    En la actual polémica interna del Partido Nacionalista Vasco surgen conceptos y hechos que parecían olvidados hace tiempo.

    Quieren algunos convertir el modelo foral en la pieza básica de la construcción política de Euskadi como si esto fuera tan sencillo y tan claro. A este fin, y para dar un poco de modernidad a la cosa, identifican foralismo y federalismo.

    Ahora bien, habría que preguntarse si esta identificación es correcta, es decir, si entre ambos conceptos existe una analogía que de algún modo pueda justificarla.

    Yo creo que las dos citadas ideas no son solamente diferentes sino que las filosofías o ideologías que subyacen a las mismas son en cierto modo antagónicas.

    Dígase lo que se quiera foralidad significa singularidad o excepción y —en la mayor parte de los casos— privilegio. Por eso tiene tan mala Prensa en las sociedades modernas igualitarias.

    El foralismo se centra sobre sí mismo, sobre lo propio de una comunidad, mientras que el federalismo es por definición una concepción abierta. El federalismo es trascendencia, la foralidad ensimismamiento. El primero se conjuga en futuro; la segunda en pretérito pluscuamperfecto.

    Querer enfrentar ahora un foralismo vizcaíno con otro guipuzcoano y otro alavés me parece un mal camino para avanzar.

    Se suele entender el federalismo como un sistema político en el que varios Estados o naciones se asocian para formar una unidad superior, sin perder su propia personalidad, pero abandonando al nuevo ente una parte de su soberanía. Este modo de ver las cosas es sin embargo insuficiente.

    La concepción federalista tiene vigencia en otros muchos terrenos que desbordan lo puramente político.

    Ya para Proudhon —un señor al que ahora se le cita bastante— la idea federalista es extensible a todas las actividades que son el fruto de una colaboración entre seres libres, desde la familia hasta la comunidad mundial.

    Con la mentalidad federalista se puede construir Euskadi, se puede construir una nueva España y hasta una nueva Europa se puede construir. Pero díganme a mí qué Europa sería la que partiese del restablecimiento de los fueros, privilegios y «droits coutumiers» de todos los rincones, comarcas y pueblos del continente.

    Los catalanes han sido los que más vueltas le han dado a este tema.

    En Cataluña y en el siglo XIX se ha hablado de provincialismo, mancomunitarismo, regionalismo, comarcalismo, iberismo, federalismo y otras cosas más. Pero al parecer siempre se ha hecho con espíritu constructivo.

    Decía Jaime Vicens Vives que los catalanes se han esforzado por «remodelar a España a su propia imagen, que no es sino una versión de la imagen de Europa». Y ahí están Balmes, Pi i Margall, Cambó, Maragall (y ahora —por qué no decirlo— Miguel Roca y sus amigos Trías Fargas, Macià Alavedra etc.) para probarlo.

    El verdadero federalismo es el propósito de construir la unidad en la diversidad. No el de multiplicar las diversidades haciéndolas crecer hasta el infinito.

    Y esto es difícil cuando se parte del ensimismamiento.

 

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