Carlos Santamaría y su obra escrita

 

La hora del ser o no ser

 

El Diario Vasco

 

      A nadie se le oculta que en el seno de la Iglesia se está desarrollando en este momento una gran crisis cuyo alcance no puede ser calculado. Lo más probable es que dentro de un plazo de pocos años se produzcan en ese terreno transformaciones y cambios profundos y sorprendentes.

      Es cierto que existe en la Iglesia un extenso sector inmovilista que no quiere ver la situación real y se empeña en seguir viviendo de viejos tópicos, hoy en día absolutamente inoperantes. Esta actitud puede quizás ser presentada como la más segura, la más firme, pero en realidad no es sino la más cómoda, la más peligrosa y, por supuesto, la menos auténtica. Los hechos no tardarán en darnos la razón a los que pensamos de esta manera: las iglesias de los inmovilistas se quedarán pronto vacías. Y lo peor es que el verdadero espíritu evangélico las habrá abandonado también del todo.

      Como consecuencia tal vez de esa misma actitud inmovilista, se están produciendo ahora sensibles defecciones en el campo cristiano, especialmente entre los jóvenes y, más que nada, entre los jóvenes intelectuales. Bastantes de éstos se pasan al ateísmo empirista y al materialismo dialéctico. Perdida la fe religiosa creen poder descubrir una nueva fe, fe en el hombre y en la gran causa de una nueva estructuración de la sociedad.

      Sin duda alguna hay en esta postura elementos válidos, e incluso extraordinariamente valiosos, pero hay también carencias enormes que los mismos marxistas, los más lúcidos por lo menos, están empezando a descubrir ahora.

      El profesor Hromadka, de la Facultad de Teología de Praga —una personalidad bien conocida desde hace muchos años en el campo ecuménico—, decía recientemente: «Al principio los marxistas estaban únicamente preocupados por construir una sociedad nueva. Pensaban que era suficiente cambiar las estructuras sociales para cambiar la naturaleza del hombre. Veinte años después han comprendido que los problemas del hombre no estaban resueltos. Actualmente ningún marxista que reflexione supone que la transformación de la sociedad baste para cambiar a los hombres. Nuestros marxistas comprenden ahora el problema de la trascendencia y hablan del misterio del hombre. El hombre no se explica por la ciencia ni por la técnica».

      Â«En este momento —afirmó también el profesor Hromadka— los semicristianos no nos interesan lo más mínimo. El verdadero problema en nuestros países socialistas no consiste en saber si los gobiernos permitirán subsistir a las iglesias, sino si nosotros, los cristianos, creemos de verdad en lo que confesamos».

      La postura de la Iglesia católica, reflejada en documentos como la «Gaudium et Spes» y la «Populorum progressio» está completamente clara. Por mucho hierro que los inmovilistas quieran quitarles a estos textos nadie puede negar las enormes exigencias que los mismos le presentan al cristiano de nuestro tiempo.

      Lo difícil es llevar estas exigencias a la vida práctica de la iglesia. El P. Congar lo decía hace poco en el Congreso de los Seglares, refiriéndose al problema de la reestructuración social y económica de nuestro mundo, que es, en el fondo de todo, el gran caballo de batalla de nuestro tiempo.

      Â«El Papa no cesa de decirnos que actualmente la paz se llama desarrollo. Pero en realidad, ¿qué ocurre? Sería injusto decir que no ocurre nada; pero, ¿en cuántos casos, en cuántas regiones, los que tomen verdaderamente en serio estas enseñanzas no corren el riesgo de ser tachados de comunismo y prácticamente obligados, incluso por la autoridad eclesiástica, a detenerse o a colocarse en situación irregular? Poseemos el mensaje de justicia y de paz, ¿pero qué hacemos con él?».

      Estas palabras, dichas por una personalidad tan eminente y tan apreciada hoy en las altas esferas de la Iglesia como el P. Congar, expresan suficientemente, la tragedia que actualmente están viviendo muchos cristianos en América latina y en otras muchas partes del mundo.

      No le demos más vueltas. Esta es la hora del ser o no ser. Esta es la hora de la fe religiosa. Estoy persuadido de que sólo a partir de la fe religiosa se puede llegar a construir un sistema completo del hombre para el hombre.

 

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