Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Carlos Santamaría recibirá el próximo domingo la Medalla de Oro de Gipuzkoa. «Para una conciencia recta es difícil admitir el uso de la violencia»

 

Deia, 1991-04-21

 

Marisol Garmendia

 

    Hombre de ciencias y letras, de palabras y hechos, nacionalista porque cree en la existencia del pueblo vasco y defiende su identidad, profundamente religioso y amante de la paz, que prefiere a los pacíficos sobre los pacifistas y no entiende cómo una conciencia reta puede admitir y justificar el uso de la violencia en Euskadi, Carlos Santamaría sigue preocupándose por las mismas cosas que le han hecho reflexionar y escribir a lo largo de sus 82 años de intensa vida intelectual, aportación ideológica y filosófica a la cultura vasca que ha merecido el homenaje de Eusko Ikaskuntza y la Medalla de Oro de Gipuzkoa, que la Diputación le hará entrega el próximo domingo.

 

    Pocos ámbitos de la actividad intelectual quedan por descubrir a un hombre que a sus 82 años lo ha hecho casi todo, desde doctorarse en Ciencias Exactas, hasta ser secretario general del Movimiento Internacional por la Paz «Pax Christi», ser nombrado Oficial de la Legión de Honor por el gobierno francés en 1957, promover la creación del campus universitario de Donostia y de las primera ikastolas o ser consejero de Educación del Consejo General Vasco en el 78-80.

    Escritor de numerosos libros y artículos sobe diversos aspectos filosóficos e ideológicos, Carlos Santamaría conserva todavía una tremenda vitalidad e inquietud por todo lo divino y lo humano. Conversador ameno, con gran sentido del humor, se confiesa un hombre nacionalista, «porque por encima de cualquier partido, creo en la existencia del pueblo vasco y defiendo su identidad singular», profundamente religioso y amante de la paz.

    Â«Netamente optimista» respecto al futuro del nacionalismo vasco, considera que la fragmentación actual de las fuerzas nacionalistas «no es del todo mala».

    Â«La pluralidad de partidos nacionalistas permite adaptarse mejor al electorado vasco, que puede elegir y matizar su voto entre varias opciones, lo que no puede hacerse si existe un único partido nacionalista hegemónico. El inconveniente es que complica las cosas y el desarrollo de la vida política».

    Preocupado porque la división entre PNV y EA suponga a sus dirigentes «descender del campo de la política a la politiquería», no cree que la unión de ambos partidos sea tarea fácil y sendilla. «Ahora dicen que van a pasar cosas y que va a ser posible la unificación, pero es poco probable que todo sea tan sencillo. Una cosa son nuestros deseos y otra distinta es la realidad».

    Considera «manifiestamente buena» la formación del actual Gobierno vasco tripartito y aunque afirma que «si este gobierno fracasase, sería un gran perjuicio para el pueblo vasco», cree que «hubiera sido mejor que otras fuerzas se incorporasen también a este ejecutivo».

    A pesar de llevar 40 años en Donostia al frente del Observatorio Meteorológico del Golfo de Vizcaya, adelantándose al sol, la lluvia y los vientos, se manifiesta «incapaz» de predecir el futuro político que le espera al País Vasco, especialmente, respecto al fin de la violencia, considerando «un error y una simplicidad el de quien pretende anunciar el futuro fin de un fenómeno tan complejo como el de la violencia en este país».

    Â«La sociedad vasca tiene plena conciencia de que hay violencia dentro de ella y desea profundamente que pueda superarla y acabar con esa violencia. Este es un paso muy importante que, por ejemplo, en tiempos de Carrero Blanco no se daba, pero no estamos en esa época y los vascos hemos tomado conciencia de ello y cada vez es más difícil para una conciencia recta admitir y justificar el uso de la violencia en Euskadi».

 

Euskera no instrumentalizado

 

    A juicio de Carlos Santamaría, ejemplo de tolerancia para muchos, resucitar el fantasma de las dos comunidades y el problema lingüístico a raíz de la constitución de un gobierno nacionalista, «comporta un gran error».

    Â«Al hablar del conflicto lingüístico, no hay que mirar sólo el número de vascoparlantes, sino a la inmensa mayoría que, a pesar de no saberlo, es partidaria de que el euskera se conserve y de que sus hijos lo hablen y se integren plenamente en la sociedad vasca. En política lingüística no deben adoptarse soluciones drásticas, sino de moderación y habilidad, políticas positivas que hagan que el euskera se desarrolle y llegue a la mayor población posible».

    Euskaldunberri, orgulloso de que sus 26 nietos lo hayan aprendido desde pequeños en la ikastola, califica de «injustificadas» las acusaciones de instrumentalización política del euskera.

    Â«Cuando los nacionalistas defienden el euskera lo hacen sinceramente, porque es un signo de identidad que nos caracteriza y creen que debe extenderse y no para fastidiar a los que no saben y lo mismo ocurre con los que no lo defienden, que no lo hacen para perjudicar a sus adversarios. Instrumentalizar el euskera sería sacar las cosas de quicio. Lo que ocurre es que en este tema, se juega más con sentimientos que con ideas y estas cosas no hay que tomarlas con exceso de pasión».

 

Pacíficos y pacifistas

 

    Trabajar por la paz ha sido una constante en la vida de Carlos Santamaría, a quien después del homenaje que la pasada semana le rindió Eusko Ikaskuntza, la Diputación gipuzkoana le va a hacer entrega, el próximo 27 de abril, de la Medalla de Oro de Gipuzkoa.

    Militante activo desde la asociación internacional «Pax Christi», en cuyas reuniones en Donostia participaban, entre otros, José Ramón Recalde, prefiere la paz promulgada por los pacíficos que la que se lee en las pancartas callejeras de los pacifistas. El «no» de Santamaría a la guerra es rotundo, pero no absoluto, ya que él admite la posibilidad de una guerra justa cuando se trata del derecho a la legítima defensa y no existe otra posibilidad de solución. No es éste, según subraya, el caso de la guerra del Golfo.

    Â«Esta guerra no ha sido justa, porque se podía haber evitado y con ello, la muerte de miles de personas. es difícil de creer que el problema de Kuwait, eminentemente económico, no tenía otra solución, dialogada, a través de presiones pacíficas, aunque hubiera sido más lenta».

    En cuanto al mapa político europeo, Carlos Santamaría pone en duda la necesidad de que cada nación tenga un estado, considerando que el independentismo de los pequeños estados no es la fórmula para construir la nueva Europa que, según subraya, debe estar basada en el respeto a la diversidad de etnias.

    Â«El mismo Mitterrand, representante del estado centralista por excelencia, ha reconocido recientemente el derecho de las minorías nacionales a que se respete su personalidad. La nueva Europa debe estar abierta a las diversidades étnicas, porque los estados no son los únicos sujetos. Una Europa en que los pueblos, con sus elementos diferenciadores, puedan respirar. El problema del independentismo es irreal y no tiene sentido en la situación europea y mundial actual, en la que la propia independencia y el poder los estados disminuye».

 

«La iglesia siempre ha ido por detrás de la sociedad»

 

    Â«Al que no quiere taza, taza y media». Irónico y con un sentido del humor envidiable, Carlos Santamaría se refiere de este modo para constatar el contrasentido que, en estos tiempos de «irreligión y extendida increencia colectiva», tiene el renacimiento del integrismo no sólo católico, sino de otras religiones, como la musulmana.

    Hombre profundamente religioso, «que como tal se plantea los problemas profundos de la existencia, pero no las actitudes concretas de la Iglesia», y comprometido con su fe, considera que la actual sociedad de bienestar «elimina no sólo la creencia, sino los valores éticos más elementales y el pensar existencial del hombre».

    A pesar de que rehúye cualquier juicio sobre la actual dirección de la Iglesia, admite que el conjunto de la Iglesia católica vive momentos difíciles, entre otras razones, por el desequilibrio que existe entre su doctrina y la realidad social.

    Â«La postura de la Iglesia siempre ha ido por detrás de la sociedad y hasta cierto punto tiene que ser así. La Iglesia es un mecanismo complicado, con gentes de todas las tendencias, que se mueve y reacciona forzosamente con lentitud, a consecuencia de su complejidad. Pero hay que esperar que irá acercando posiciones y adaptándose a los tiempos».

 

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