Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

El cristiano ante la eficacia técnica

 

Documentos, 11 zk., 1952

 

      El tema de la técnica a que nos vemos introducidos por las consideraciones precedentes de Jean Rolin es un tema enorme, seguramente uno de los temas raigales de nuestro tiempo. No pretendemos penetrar en él. Nos basta con saber cuál es la actitud que el cristiano debe adoptar ante la técnica, el valor que en su perspectiva cósmica debe atribuirle; pero esto es ya todo un problema de solución complicada.

      He aquí algo evidente: llevar al extremo la tesis de la técnica salvadora, querer remplazar el cielo por un paraíso terrestre mecanizado, afirmar la posibilidad de salvación del hombre por el hombre, es un neopelagianismo materialista que en ningún caso podrá el cristiano aceptar sin contradecir su propia creencia. Además es una ilusión, un espejismo más, del que, acaso tras dolorosas experiencias, no tardará en liberarse el género humano. A la corriente materialista, que pretende atribuir a la técnica una potencia sobrehumana y una capacidad definitiva para transformar radicalmente la vida del hombre, nosotros tenemos que oponer el hecho de que la técnica no va más lejos que el hombre, del cual es obra. Nuestro conocimiento del hombre nos lo revela como un ser contingente, insatisfecho y sumamente miserable, y la técnica no puede desbordar esencialmente de este marco, aunque modifique algunos de sus aspectos accidentales. Así el Abbé RICHARD condena como blasfematoria la pretensión de obtener, únicamente por el progreso de las técnicas, la liberación de la Humanidad.

      [Texto de Abbé Richard]

      Pero no es signo de un cristianismo sano, sino al contrario, de un cristianismo raquítico esa especie de rigidez senil con que algunos se colocan sistemáticamente en contra de los adelantos modernos, que ellos creen radicalmente pecaminosos y a los que culpan en gran parte del escepticismo religioso que se ha extendido por el mundo. Este mundo orgulloso, piensan ellos, no tardará en hundirse con estrépito, a impulsos de su propia fuerza destructora interior: todo el aparato de la Técnica se derrumbará como otra torre de Babel, y la Humanidad volverá a vivir patriarcalmente, sin necesidad de energía atómica ni de viajes interplanetarios. Y hasta se frotan las manos pensando en lo feliz que será el género humano cuando no haya radar ni televisión, sin comprender hasta qué punto las nuevas generaciones han de considerar como definitivamente adquirido, casi como naturaleza, lo que tanto trabajo nos está costando asimilar a nosotros.

      Es curiosa esta actitud de repliegue o de reserva mental de ciertos cristianos frente a todo lo que sea métodos modernos y procedimientos rigurosamente técnicos en el apostolado o en la organización de la administración eclesiástica. Ciertos aspectos singularmente importantes de esta cuestión son puestos de relieve por el P. Guissard.

      [Texto de Lucien Guissard].

      Por otra parte, al profetismo materialista de los creyentes de la técnica se opone en el campo cristiano otro profetismo de mal cuño —bastante ingenuo, por cierto— de tendencias milenaristas más o menos confesadas, fundado en la esperanza de un orden cristiano temporal perfecto, y, por decirlo así, definitivo, dentro del cual, la misma técnica, hoy tan temible a causa de las desviaciones ideológicas que la acompañan, sería puesta al servicio de los fines más altos de la vida humana y haría, de esta manera, la felicidad de todos los hombres. Tratar de levantar el entusiasmo de las masas oponiendo al «día marxista» el «día cristiano», sin declarar paladinamente que el verdadero día cristiano no pertenece al ámbito de este mundo y que nuestro programa para todo tiempo es Cruz, me parece, sencillamente, una actitud equívoca y que, además, daría pocos resultados porque las masas de hoy sólo admiten efectos a corto plazo y no están dispuestas a aceptar letras sobre el fin de los tiempos.

      He aquí, sin embargo, cómo se expresa a este respecto el Abbé Richard.

      [Texto del Abbé Richard].

      Puede que un sentido excesivo de la eficacia temporal del cristianismo sea un peligro grave.

      [Texto de Edmund Schramm].

      La verdad es que la técnica no puede hacer por sí misma la felicidad de los hombres, tanto si nos conduce con los marxistas hacia el paraíso de la sociedad sin clases, como si nos lleva con ciertos cristianos falsamente proféticos, al mito irrealizable del perfecto y definitivo orden social cristiano. Pero, ¿no sería posible que nos colocásemos en una actitud realista, evitando todo lo que fuese sacar de quicio el problema de la técnica? En realidad, cuando se discute este problema, se discute de todo menos de la técnica. No se sabe por qué, se ha elegido la técnica como campo de combate para debatir cuestiones fundamentalísimas del orden filosófico o teológico. Pero la técnica, la verdadera técnica, no tiene nada que ver con todas esas cosas y lo lógico sería considerarla serenamente dentro de un ámbito más reducido y sobre todo más real.

      Esto es justamente lo que nos propone Georges Hahn.

      [Texto de Georges Hahn].

 

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