Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Sobre el diálogo

 

El Diario Vasco, 1957-03-17

 

      En su reciente declaración ministerial, el Gobierno ha dado a conocer su propósito de establecer un diálogo con el pueblo a través de las instituciones existentes.

      La importancia de este punto no ha pasado inadvertida para los comentaristas políticos, que lo han recogido y subrayado con el mayor interés.

      El diálogo parece ser, en efecto —ya lo hemos indicado, alguna vez—, una de las características más significativas de la vida social de nuestro tiempo.

      En todos sus órdenes y manifestaciones, la vida se nos revela hoy como diálogo: convergencia de esfuerzos, comunicación de ideas, complementariedad de conocimientos y de aspiraciones.

      Hasta el pensamiento se nos aparece como un enorme diálogo plural en el que toman parte millones de neuronas, asimilables a válvulas electrónicas, cada una de las cuales sólo sabe decir «sí» o «no», pero cuyas respuestas combinadas dan lugar a la inmensa y variadísima gama de ideas con que trabaja nuestro cerebro.

      La conducta de un pueblo es también la resultante de millones de conductas individuales.

      La organización del diálogo político no está exenta de dificultades. Requiere, entre otras condiciones, cierto nivel de madurez o de educación en la gente, un amplio deseo de favorecer el bien común por parte de todos, interés y afecto hacia las cosas comunitarias, amor de la sinceridad y respeto a las opiniones o convicciones de los demás, cuando son lealmente expresadas.

      Si tales supuestos faltan, o no llegan a realizarse en grado suficiente, hay que promoverlos mediante un lento esfuerzo pedagógico, que tienda a estimular la espontánea y libre expresión de las ideas e iniciativas, más que a imponer sistemáticamente una ideología determinada.

      La indiferencia hacia los negocios públicos y el repliegue de las gentes a la línea de sus particulares conveniencias, constituyen un gran mal para un pueblo y traen como consecuencia una especie de sordomudez colectiva, que en nada beneficia a la función de gobierno.

      Para remediar estos males conviene avivar la atención del pueblo hacia los problemas de interés general. No —claro está— limitándose a informarle de que tales cuestiones han sido o van a ser resueltas de esta o de la otra manera, sino dejando siempre en ellas un abundante margen de problematicidad, que permita a cada cual optar o decidirse en uno u otro sentido, de acuerdo con la diversidad de pareceres y actitudes que deban existir en una sociedad sana.

      Finalmente, el hombre nunca llega a interesarse verdaderamente sino en aquello que él mismo ha engendrado o ha contribuido a engendrar.

      El diálogo, si es genuino, constituye, pues, un principio necesario de mutua colaboración y fecundación; cuanto se haga para promoverlo y mantenerlo abierto y auténtico contribuirá, sin duda, a vitalizar y clarificar la actividad social, política y cultural del país.

 

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