Carlos Santamaría y su obra escrita

 

El reformismo propuesto dista mucho de ser conservador, instalado o continuista

 

El Ciervo, 159 zk., 1967-05

 

      Los párrafos que más me interesa subrayar en la encíclica son los números 30 —la tentación de la violencia—, 31 —revolución— y 32 —reforma—.

      Creo que en esos párrafos se plantea lo que para muchos de nosotros es el caso de conciencia número 1 en la situación actual.

      En primer lugar hay esta frase: «Existen situaciones cuya injusticia clama al cielo».

      A continuación, estas situaciones son descritas a grandes trazos: desposesión de lo necesario; situación de dependencia total; privación o creencia de iniciativa y de responsabilidad; falta de promoción cultural y de participación efectiva en la vida social y política.

      En situaciones de este género la primera reacción, la que pudiéramos llamar la reacción natural, y hasta cierto punto lógica, es la insurrección. Así ha sido siempre, es decir, muchas veces, en la historia.

      Notemos que en el párrafo 31 se recuerda la doctrina tradicional de la rebelión contra la tiranía.

      Esta doctrina es muy conocida, pero uno se pregunta si tiene o puede tener alguna vez aplicación útil.

      En algunos casos contados se ha intentado aplicarla «a posteriori» para justificar determinadas actitudes de rebeldía, pero casi siempre de un modo sospechoso. Por ejemplo: ¿hace falta que la Iglesia sea perseguida para justificar la rebelión? ¿Los casos de rebeldía justificables son aquellos únicamente en que los que se sienten oprimidos son los poseyentes? Las situaciones de hambre y de miseria espantosa coexistiendo con manifestaciones verdaderamente insolentes de ultracapitalismo y de despilfarro, como ocurre en algunos países de América, ¿justifican la rebelión? ¿La rebelión de Castro contra la Cuba de Batista estaba incluida en la legítima insurrección? Nos gustaría que algunos moralistas autorizados respondiesen a la pregunta, porque, si no, el párrafo 31 está de sobra.

      Ahora bien: está claro que la Encíclica aconseja la solución reformista, por razón de eficacia, porque la violencia engendra violencia y causa mayores males que los que se trata de corregir. Pero notemos aquí también que el reformismo propuesto por la Encíclica dista mucho de ser un reformismo conservador o acomodaticio, instalado o continuista. Al contrario, la Encíclica pide «transformaciones audaces» «profundamente innovadoras». Las injusticias deben ser «afrontadas valerosamente»; «combatidas y vencidas». Y toda esta acción es presentada como urgente y sumamente necesaria.

      Es muy de temer que los poseyentes sigan haciendo «oído de poseyente» a estas llamadas insistentes del párrafo 32. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Estará justificado para los cristianos el volver al párrafo 31?

      Los tres párrafos son inseparables. Un problema y dos caminos para resolverlo. Los tres párrafos deben ser meditados a la vez. Muy seriamente y por todos. Los obispos —dice la Encíclica— deben dar el ejemplo.

 

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