Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Gandhi y Marx

 

El Diario Vasco, 1967-11-19

 

      Un escritor indio llamado Krishôrlâl Mashruwala publicó hace unos años un librito titulado «Gandhi y Marx». No es seguro que el señor K.M. haya comprendido bien la doctrina de Marx y, desde luego, las críticas que formula no responden al modelo de la crítica marxista. Pero resulta interesante la confrontación de esas dos escuelas, que tanto han influido, cada una a su manera, en el mundo contemporáneo.

      En realidad el pacifismo no es la inacción frente a los problemas y las injusticias, ni mucho menos el sistema de la comodidad. La «no-violencia» gandhiana es una doctrina violenta. Su violencia es la del espíritu, la del amor, la de la verdad.

      Gandhi y Marx tienen en común su constante preocupación por los oprimidos, los hambrientos y los proletarios que constituyen la mayor parte de la humanidad. Un mismo deseo de justicia mueve a ambos pero luego sus caminos divergen extraordinariamente.

      Gandhi cree en una vida trascendente, presente en todas partes en el universo, la cual da sentido a la existencia toda. El humanismo marxista es inmanente. Desde este punto de vista el hombre sólo puede ser cocido en la salsa de su propia praxis, sin introducción de condimentos extraños y misteriosos.

      La crítica marxista implica casi una violencia física. «No es originalmente serena, sino una negación violenta de la violencia», dice André Gorz.

      Sería, sin embargo, un error confundir la violencia marxista con el odio, y la «no-violencia» gandhiana con el amor. Esto resultaría demasiado simple y también demasiado falso. No parece que Marx haya predicado nunca el odio, y la «no-violencia» gandhiana con el amor. Esto resultaría demasiado simple y también demasiado falso. No parece que Marx haya predicado nunca el odio. La expresión que él empleaba en alemán fue traducida a los idiomas latinos por «antagonismo de clase». El antagonismo es un fenómeno normal en la naturaleza pero no el odio. El odio es una enfermedad moral. Evidentemente Marx hizo en algunos momentos declaraciones extremas, pero esto no autoriza a nadie a que se le acuse de haber predicado sistemáticamente la venganza y el odio entre las clases.

      Se pueden buscar analogías entre el marxismo y el gandhismo. Sin duda las hay, como las hay también entre el capitalismo y el comunismo, pero debe reconocerse que aquellas dos familias pertenecen a faunas muy distintas.

      Según parece un poeta sánscrito se dedicó también a buscar analogías entre Dios y el diablo, apoyándose en la semejanza de las dos palabras (Raama y Raavana) ¡Qué no podrá inventar un etimologista!

      Vinoba precisa que las dos ideologías, la marxista y la gandhiana, tienen algunos puntos comunes puesto que han nacido del deseo del bienestar de la masa; pero es indiscutible que la nación marxista y occidental del bienestar no tiene nada que ver con su homóloga oriental y gandhiana.

      Esto es precisamente lo que hay que confrontar para juzgar del valor de ambas teorías. En cuanto al cristianismo —el verdadero cristianismo, de inspiración evangélica— se halla sin duda mucho más próximo del humanismo gandhiano que del marxista.

      La consigna de Gandhi es paz, la de Marx, revolución. Las dos palabras pueden ser tergiversadas, las dos se prestan a equívocos. La primera no puede ser pronunciada sin la conciencia limpia. La segunda no puede ser pronunciada sin los hechos. Inútil gritar: «revolución, revolución». La revolución o se hace o se calla uno. «El que puede, puede; el que no puede, enseña».

      Cuenta Vinoba, con ese humorismo ingenuo que es el de los orientales, que un joven le decía: «Estamos hartos ya de gritar 'santi, santi, santi' (paz, paz, paz). Desde ahora debemos gritar 'kranti, kranti, kranti' (revolución, revolución, revolución)». A lo que Vinoba respondió: «Mejor será que gritéis 'granti' una sola vez, porque si lo decís tres veces la cosa va a hacerse demasiado larga. Con la palabra 'santi' no existe ese peligro, porque ha sido siempre una palabra antigua. Pero 'kranti' es un vocablo que se gasta mucho con el uso. Así que no conviene que lo digáis tres veces. Decidlo una vez y esto bastará».

      Es muy astuta, es muy sutil, esta observación de Vinoba. Tal vez puede ser mirada como una excelente crítica contra las posiciones revolucionarias puramente verbales que ya el mismo Lenin había combatido en sus primeros tiempos.

      Pero los hechos son mucho más exigentes que las palabras. Y ésta es una ley universal de las cosas, que vale tanto para los marxistas como para los gandhianos.

 

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