Carlos Santamaría y su obra escrita

 

¿Instruir y no educar?

 

El Diario Vasco, 1983-11-13

 

      En estos momentos en que se discute acaloradamente la LODE socialista conviene distinguir de modo riguroso el significado de estos dos verbos tan importantes para la vida humana y para la convivencia social: educar e instruir.

      1. Instruir es transmitir conocimientos.

      2. Educar —como lo dice su etimología «ducere»— es conducir o guiar. El educador marca al discípulo el camino que ha de seguir en la vida para ejercer sus propias facultades y realizar su personalidad.

      La educación es una relación de persona a persona. Un «robot» puede instruir mejor incluso que un maestro de carne y hueso; pero nunca podrá educar. Por otra parte, aunque en toda acción educativa hay cierta coacción —por suave e imperceptible que sea— la verdadera educación se basa siempre en la libertad.

      Notemos que todo sistema educativo lleva implícita una filosofía de la vida, una ética, unas creencias subyacentes al mismo, aunque no siempre paladinamente confesadas. No hay educación auténticamente neutra pues hasta el propósito mismo de neutralidad es una manera de tomar partido.

      Esta es la causa de que la educación origine tantos problemas y discusiones mientras que sobre la instrucción todos estaríamos de acuerdo con relativa facilidad.

      Precisamente, para tratar de esquivar las dificultades de la polémica educativa actual los laicistas franceses de los CDL —(«Círculos de defensa laica»)— han inventado ahora una nueva postura que creo se puede calificar de sorprendente, dentro de la tradición laicista.

      La misión del servicio público —dicen— no es la educación, suya responsabilidad incumbe a las familias, sino la instrucción. Dicho servicio debe quedar por tanto fuera del alcance de las asociaciones de padres».

      Una escuela que se limite a instruir, que renuncie a educar, levantará sin duda muchos menos problemas que la escuela educativa tradicional.

      Pero al plantear la cuestión de esta manera, ¿no se arrojará al niño junto con el agua de la bañera? ¿Qué quedará, en efecto, de la escuela una vez que se haya eliminado de ella la función educativa?

      Tiene uno la impresión de que estos nuevos laicistas traicionan a su maestro Jules Ferry. Este nunca pensó en una escuela meramente instructiva. Sus ideas no eran tan simples como esto.

      Promoviendo la escuela única, laica y obligatoria el propósito central de Ferry era el de evitar que las divisiones ideológicas, filosóficas o religiosas que dividían —y dividen— a los franceses penetraran en la escuela. Esta debía quedar totalmente neutralizada, tanto respecto de las luchas sociales como de las políticas y religiosas.

      Â«Ni la intolerancia y el obscurantismo de los curas ni la barbarie de los partidarios de la Comuna», escribía Ferry en 1.879.

      Pero no se le oculta a nadie que tras esta declaración de neutralidad Ferry introducía en la escuela su propia filosofía educativa. Es decir, una nueva confesionalidad, no confesada: la del jacobinismo burgués del 97.

      En realidad, la nueva vía descubierta por los CDL resulta tan tendenciosa como la anterior. Reduciendo la finalidad de la enseñanza a su aspecto instructivo —si esto fuese posible, que no lo es— se acabaría con la escuela en lo que tiene de más humano y profundo su dimensión educativa.

      Para superar las actuales dificultades, tanto en Francia como en España, parece que el mejor camino para legislar en esta materia sería el de empezar por reconocer las diversidades ideológicas, filosóficas y religiosas existentes en una sociedad pluralista. Es decir, en que nos pusiéramos todos los ciudadanos de acuerdo en esto tan simple: en que no estamos de acuerdo. En que no lo estamos, quiero decir, sobre las cosas más fundamentales de la vida.

      Este planteamiento nos lleva al sistema de los «idearios» o «programas educativos» de cada Centro, es decir a una especie de «confesionalidad generalizada» que respondería mucho mejor a la realidad social que la presunta neutralidad de la enseñanza.

      Pero los socialistas que aceptaron de mala gana los «idearios» no parece que estén dispuestos a aplicar este sistema a fondo y buena prueba de ello son las contradicciones que aparecen patentes a este respecto en el proyecto mismo de la LODE que ahora se discute.

 

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