Karlos Santamaria eta haren idazlanak

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Sin pies ni cabeza

 

El Diario Vasco, 1960-01-17

 

      Estamos en una época en que lo oscuro, lo incomprensible, lo absurdo y enigmático, alcanzan una cotización muy favorable sobre lo claro y racional. Tal vez sea esta una reacción contra el racionalismo o, quizás, un movimiento de defensa contra una cultura que nos aplasta con su enorme desarrollo en todos los órdenes de la actividad humana. Y lo mismo podría ser cualquier otra cosa.

      Resulta, pues, una gran tontería el perder el tiempo en pensar lo que se dice y en procurar decirlo de modo que se entienda. Lo práctico y lo moderno consiste, no en decir lo que se piensa, sino en no pensar nada y dedicarse a plantear galimatías y puzles de palabras, de manera que todo el mundo —empezando por el propio autor— se quede sin saber nada de lo que ello significa.

      Además se escribe mucho más deprisa de este modo abracadabrante y se llenan las cuartillas a toda velocidad.

      En un artículo de Charles S. Bell sobre «La poesía moderna y la búsqueda del sentido», leo, por ejemplo, un comentario sobre esta poesía de Roethke:

 

Siéntate y juega

bajo la cuna

hasta que todas las vacas

tengan sus crías...

Mi padre es un pez.

 

      El autor del ensayo se detiene ante el último verso y trata de interpretarlo. ¿Qué quiere decir esto de que «mi padres es un pez»? «Pez» es una palabra maravillosa para los críticos —dice—, porque admite una infinidad de interpretaciones freudianas y sexuales y porque, además, es «un símbolo evolucionista de las etapas orgánicas del espíritu» y tiene también significación religiosa conocida. Además —añade Bell—, podría ser una alusión literaria maliciosa contra otro autor (Faulkner) que escribió «Mi madre es un pez», o una asociación causal con Nietzsche —por aquello de «Silbern, leicht, ein fisch schwimmt nun mein Nachen hinaus» (esto es mejor dejarlo en alemán, porque así resulta más oscuro y, por tanto, más importante para la mayor parte de los lectores).

      Después de examinadas todas estas hipótesis, la conclusión de Bell no puede ser más aleccionadora: «El verso «mi padre es un pez» podría significar, como se ve, cantidad de cosas; pero, tal como aparece, no significa nada».

      Esta es la razón de ser de este verso y su inmenso mérito: que no significa nada, que no quiere decir nada y que el autor lo ha puesto ahí sencillamente porque le ha dado la real gana o simplemente, porque no sabía lo que poner.

      Se dirá que todo esto es malsano. Claro que lo es, no cabe duda; pero, ¿qué culpa tiene uno? Hay que adaptarse y procurar escribir en un lenguaje cabalístico que no haya domine que lo comprenda.

      Para terminar este artículo sin pies ni cabeza, no puede menos de referirme al famoso cuadro de Malevitch, que no era más que un cuadrado pintado de negro, al cual su autor le atribuía una significación infinita.

      Â«El suprematismo comprime toda la pintura en un cuadrado negro sobre tela blanca. No tuvo que inventar nada. Sentí en mi la noche absoluta: en ella percibí la creación y la llamé «suprematismo», que se expresa a sí mismo en el plano negro de forma cuadrada».

      De acuerdo con Bell: decir «mi padre es un pez» después de haber invitado a otra persona a que se siente y juegue bajo la cuna, mientras las vacas acaban de parir, viene a ser una cosa parecida al cuadrado negro de Malevitch.

 

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