Karlos Santamaria eta haren idazlanak

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Enseñanzas superiores

 

El Diario Vasco, 1960-02-07

 

      El artículo publicado en «La Voz de España» del viernes pasado por mi excelente amigo don Manuel Agud Querol pone el dedo en la llaga de un problema capital para los guipuzcoanos.

      Se trata de nuestra cultura, particularmente de nuestra cultura superior, y de la poca ayuda efectiva que nuestras corporaciones la han prestado. Notemos que el fenómeno no es de ahora, sino de siempre. Según me asegura un historiador, esta clase de problemas nunca llegaron a interesar verdaderamente a las Juntas Forales, las cuales procuraron más bien deshacerse de ellos, grave error que ahora pagamos bien caro.

      El caso es que yo creo conocer bien el calvario de los que en nuestra región intentan hacer cultura superior, por haberlo vivido personalmente desde mi juventud. Mi repertorio empieza en el año treinta. Trabajando mi tesis doctoral con don Julio Rey Pastor, me decía éste un día: «Pero, ¿como pueden ustedes hacer nada allí, sin bibliotecas, sin revistas, sin ambiente científico de ningún género? Deben ustedes crear algo, al menos, una biblioteca, laboratorios, Seminarios científicos, para preparar una Facultad de Ciencias». Y era verdad que aquí se carecía y sigue careciendo de todas estas cosas.

      Para paliar el mal, la entonces floreciente «Sociedad de Estudios Vascos» patrocinó la creación de un «Centro de Estudios Científicos» que había de tener por fin la investigación científica y técnica, en todos sus órdenes, desde la matemática pura hasta la minería y la botánica. La idea fue acogida con enorme interés: nos reunimos hasta más de cien profesionales científicos. Hombres como don José Orueta, don José Manuel Brunet, Aranzadi, Suso, Heintz y otros muchos apoyaron la idea y colaboraron con entusiasmo.

      El Centro se constituyó con cinco secciones iniciales: Economía, Física, Química, Matemáticas y Ciencias Naturales. Vicario Peña hablaba sobre cuencas carboníferas; Azcárraga, de la implantación del cultivo de la quina en Guipúzcoa; don Luis Heintz, de espeleología. Otros soñaban con la creación del gran laboratorio de ensayos que la industria guipuzcoana hubiera necesitado tener ya establecido entonces y no lo tiene todavía ni sabe nadie si lo tendrá alguna vez. Oñate y yo nos ocupábamos, por el contrario, de la más abstrusa matemática y dábamos cursos y más cursos —gratuitamente, claro está— sobre cuestiones inverosímiles como la topología o la teoría de conjuntos. Mas inverosímil todavía me parece que tuviéramos oyentes y alumnos asiduos, pero el hecho es que los teníamos lo que confirma el ansia de aprender que hay en este país. Se buscaron aparatos de Física, se construyó un pequeño laboratorio de ensayos químicos, se lanzó una revista de matemáticas y otra de química, que tenían suscriptores de toda la Península y que aún recuerdan algunos con añoranza. Se organizaron incluso cuatro o cinco cátedras permanentes de los primeros años de las carreras de Ciencias y se hicieron otras muchas cosas interesantes que figuran en los archivos.

      Â¿Fue entonces la ayuda provincial proporcionada al fin que se pretendía? No sólo no lo fue, sino que puede afirmarse, con datos numéricos, que resultó bárbaramente desproporcionada al mismo.

      A lo largo de los años me ha tocado intervenir en otras actividades del mismo género, destinadas al mismo fin, y he visto que han seguido por los mismos derroteros: escasez de medios, falta de apoyo oficial. Los esfuerzos de la iniciativa privada para levantar una enseñanza superior ¿no deberían haber retenido la atención de las sucesivas corporaciones? Sin embargo, las subvenciones o no han existido o han sido siempre insignificantes en relación con el volumen de este género de empresas.

      A pesar de todo, ahí están vivas, desarrollándose y creciendo, algunas tan útiles como el «Centro de Estudios Superiores», el «Grupo Aranzadi», la «Escuela Superior de Técnicos de Empresa», el «Centro de Estudios Universitarios» y acaso otras que yo desconozca.

      La actual poda presupuestaria de que hablaba mi amigo en su artículo no se compagina, en efecto, muy bien con las perspectivas favorables que por otro lado se nos anuncian. Pero si algo nuevo se va a hacer, si realmente se trata de despertar y de emprender un camino que conduzca al logro de nuestras aspiraciones, ¿por qué no se empieza contando con lo que ya existe, con lo que ya se ha hecho en Guipúzcoa, con lo que ya funciona y es una realidad importante, sin recurrir a esas presuntas soluciones que Agud llama, con delicioso eufemismo, «extraprovinciales»? ¿No sería esto lo justo y, sobre todo, lo práctico?

 

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