Karlos Santamaria eta haren idazlanak

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Babelismo

 

El Diario Vasco, 1966-11-06

 

      En el periódico «Ya» se preguntaba hace unos días el señor Sánchez de Muniain: «¿Qué diferente mensaje trae la nueva generación respecto de la nuestra que declina?».

      A los jóvenes de hoy —venía a decir el señor Sánchez de Muniain en su importante artículo— ciertas palabras que para nosotros estuvieron cargadas de tensión emocional como, por ejemplo, «monarquía» y «república», les dejan completamente fríos. «Nuestros hijos han pedido el miedo a la convivencia con los grupos discrepantes. Y algunos, no pocos, quieren partir de cero».

      Es este «partir de cero» lo que yo quisiera recoger del minucioso análisis de mi amigo el catedrático de estética. Yo también estoy convencido de que la mayoría de los jóvenes pretenden «partir de cero». Pero esto ¿qué significa? ¿en que consiste?

      Bien miradas las cosas, yo no creo que los jóvenes de hoy intenten cerrar los ojos al pasado. No me parece que sean tan ingenuos ni tan conciliadores, ni tan «coexistencialistas» como se les suele suponer.

      No es que los jóvenes no vean el pasado sino que lo ven con demasiada claridad. Ven el pasado y el presente, con mayor lucidez y espíritu de justicia que nosotros. Y por eso les fastidian muchas de esas cosas que los hombres de nuestra generación habíamos convenido en «no ver», en hacer como si no hubieran existido, o como si no existiesen y así todos tan contentos y tan felices.

      Decir que la juventud quiere partir de cero no significa, pues, que esa generación de los 17 a los 30 años no traiga nada entre las manos, que esté vacía de ideas, sino que sabe demasiado y que tiene unas ganas terribles de hacer y de decir cosas nuevas que hace tiempo debían haberse hecho y dicho.

      La juventud actual no acepta el balance de la anterior generación, ni las cuentas que ésta le presente como un imperativo categórico. Por eso quiere hacer borrón y cuenta nueva. Pero no es una juventud ingenua, a la que se pueda hacer comulgar con ruedas de molino. En su parte consciente y viva, se da cuenta de todo, de mucho más quizás de lo que a algunos, entres sus padres, les gustaría que supiesen.

      Es muy difícil saber con exactitud cuáles son las ideas constructivas de los jóvenes en el dominio político. Pero sí puede decirse lo que los jóvenes no son, y esto ya es algo.

      Los jóvenes no son «neolegitimistas radicales», ni menos aún «continuistas» (terminología del señor Calvo Serer en el periódico «Madrid» 23-9). Tampoco son «regencialistas» ni «regentistas», porque eso es continuismo puro. (Sobre «regencialismo» veáse por ejemplo, «Informaciones» del 13-10). ¿Serán acaso «neorrepublicanos inconfesos»? (véase «Pueblo» 19-10). Francamente no creo que un joven pueda ser una cosa tan rara. Desde luego, sí podemos garantizar que no son «centristas», porque el actual centrismo como muy bien ha dicho el señor Ortiz Bordás es unas especie de «tutti frutti» que a los jóvenes no les va de ninguna manera. (Véase «Arriba» 26-10).

      Como observará el lector, la cosa es complicada. ¿Por qué no llamar a las cosas por sus nombres y todo quedaría mucho más claro? Pero está visto que esto de llamar a las cosas por sus nombres es un lujo que hace muchísimo tiempo no podemos permitirnos.

      No. Los jóvenes de hoy no están ausente ni desconocen el pasado. Han tenido y tienen dónde aprenderlo. (Según el señor García Durán en su reciente libro titulado «Bibliografía de la guerra civil española», van publicadas ya 6.248 obras en todo el mundo sobre este tema). No hay que preocuparse por eso. Lo malo es la oscuridad que le estamos echando al asunto con esta jerga «neobabelística».

      Porque si los jóvenes no son regencialistas. ni continuistas, ni centristas, ni neolegitimistas radicales, ni neorrepublicanos inconfesos... ¿qué son, Dios mío, qué son?

 

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