Karlos Santamaria eta haren idazlanak

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Todo está en el terminar

 

El Diario Vasco, 1968-06-23

 

      Dentro de unas horas tendrán lugar las elecciones francesas. El mundo entero sigue con curiosidad, más que con interés, este hecho político que puede influir notablemente en la marcha de los asuntos de otros países.

      Todos estamos de acuerdo en que con la demagogia, con la pura demagogia, no se puede ir, ni se va, a ninguna parte. El problema gordo está en saber qué es lo que se puede hacer sin demagogia.

      Los comunistas condenan el aventurismo, pero no hacen la revolución.

      Los moderados se oponen a la revolución, pero no hacen la reforma.

      Los conservadores rechazan la reforma y propugnan el quietismo —dulce postura, «goxo-goxo»—, pero no asumen ni resuelven los problemas de los demás.

      Y uno se pregunta si habrá manera de hacer algo «dans ce cochon de monde» para que sea... menos «cochon».

      La revolución cultural no-sangrienta de mayo despertó simpatía al comienzo y hasta De Gaulle pronunció por la televisión una especie de «mea culpa» —¡y qué maravilloso actor de la Comedie Française!— prometiendo un cambio de estructuras. Confesemos que, al oírle, uno llegó a creer que aquel hombre, que hizo el gigantesco juego de manos de Argelia, de cambiar las palomas francesas en palomas argelinas, sería capaz de hacer la revolución pacífica, de acuerdo con la extrema izquierda no-aventurista francesa.

      Pero ahora no somos los únicos en dudar de estos buenos propósitos.

      De todos modos, no hay Gallup que pueda decirnos lo que pasará en estas elecciones, tan complicada es la partida, y tan indecisa.

      Â¿Cómo votará Francia? ¿Qué hará la gran clase media jacobina, pero deseosa de tranquilidad? ¿Se inclinará en favor de la insensata tesis inmovilista y dilatoria?

      En cuanto a la mayoría de los obreros, cabe preguntarse si no preferirá unas pequeñas ilusorias ventajas —los precios empezaron ya a elevarse— renunciando, también una vez más, a la primogenitura por un plato de lentejas (G. 25.29).

      Por cierto que esto del plato de lentejas —dicho sea entre paréntesis— es algo ya tan clásico que uno lo encuentra repetido en toda clase de asuntos. ¿Y qué me dicen ustedes de la jugada de la piel de cabrito que le hicieron Jacob y su madre Rebeca al pobre padre Israel para que triunfase la causa de la legitimidad? (Gn. 27). Por mucha madera de casuista que uno tenga estas cosas no resultan simpáticas.

      La revolución de mayo breve tormenta de primavera, o fragoroso anuncio, quizás, de mayores tempestades, se sabe cómo empezó pero no se sabe cómo terminará, ni cuándo.

      Y esto es precisamente lo importante.

      Según parece que dijo Quevedo «en el comer y en el rascar todo está en el empezar».

      En política, en cambio, ocurre exactamente al revés: todo está en el terminar.

 

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