Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Filósofo en la Luna

 

El Diario Vasco, 1980-10-26

 

      A finales del año treinta —que, como es sabido, fue en España un año de enorme dramatismo histórico— el periódico «El Socialista» publicó una caricatura bajo el título: «El filósofo en la Luna».

      En ella aparecía don José Ortega y Gasset en medio de un cielo estelar y en actitud meditabunda y —junto a él— un hombre del pueblo al que, en el mismo dibujo, se adjudicaban estas palabras: «¡Oh, altísimo don José! ¿Por qué no nos habla usted un poco de lo que ocurre en el mundo?».

      Este pequeño hecho periodístico fue recordado hace algún tiempo por Guillermo Díaz-Plaja en su libro «La España política del siglo XX» como un ejemplo significativo de la relación entre el intelectual y lo político.

      No fue Ortega por cierto, hombre que desdeñase la política o que pensara y viviera al margen de ella. De su interés por el acontecer político inmediato son buena prueba los numerosos artículos que dedicó a temas de este tipo.

      Precisamente por aquellos mismos días que hemos citado, lanzaba Ortega desde «El Sol» —No desde la Luna— su famoso artículo «El error Berenguer» que hizo un enorme impacto en las clases conservadoras del país. Dicho artículo terminaba con la frase «Delenda est Monarchia» —destruida la Monarquía— análoga al «Delenda Carthago» con el que Catón el Viejo solía terminar sus discursos.

      El «delenda» de Ortega resultó profético pues a los pocos meses se hundía en medio de un gran barullo el régimen monárquico.

      De todos modos hay que reconocer que la crítica humorística, y en cierto sentido amistosa de «El Socialista», tenía razón de ser; a Ortega nunca le interesó de modo directo el socialismo y fueron contadísimas las veces en que aludió a él en sus escritos.

      Resulta extraño que temas tan importantes como la filosofía de Marx el materialismo dialéctico o la lucha de clases estuvieran ausentes de obra tan amplia y universal como la suya que parecía abarcarlo todo.

      Ahora bien es conveniente hacer notar que en la obra de Ortega existen lagunas o vacíos —probablemente plenamente conscientes en él— de temas o zonas temáticas en los que nunca quiso entrar de lleno ni para bien ni para mal, a pesar de ser los mismos de gran importancia.

      Uno de ellos como ya se ha dicho fue el marxismo. Otro, no menos interesante, fue el hecho religioso acerca del cual nunca tomó Ortega postura teórica clara, ni para criticarlo ni para explicarlo.

      Así ocurrió que al morir en aquella España ultracatólica de los años cincuenta y cinco, se hablara tanto de su real o hipotética «conversión» y se alzasen voces contra ella desde el campo religioso, para decir que un hombre como Ortega no podía convertirse así como así sino que tenía que «retractarse».

      Â«Â¿Retractarse de qué —preguntaban otros, si nunca ha dicho nada en contra?».

      E incluso hubo algún teólogo irónico que aseguró que Ortega no podía retractarse de nada «porque nunca había afirmado nada en firme».

      Pero todo ello esta ya muy lejos de nosotros y apenas sí, merece recordarlo.

 

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