Karlos Santamaria eta haren idazlanak

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Andreï Amalrik

 

El Diario Vasco, 1980-11-16

 

      Faltan sólo tres años para que se cumpla el primer centenario de la muerte de Marx y ya las plumas se están afilando para esta conmemoración que no podrá menos de ser terriblemente apasionada.

      Quien quiera hacer un balance correcto del marxismo no podrá menos de tener en cuenta a los disidentes y desviacionistas, más aún, quizás, que a los fieles y disciplinados seguidores de la ortodoxia.

      Andreï Amalrik que acaba de morir en un accidente de tráfico en las cercanías de Madrid, era uno de esos disidentes, aunque de un género un poco especial, y venía dando bastante que hablar en Occidente desde que se publicó la traducción francesa de su ensayo: «¿Sobrevirá la Unión Soviética en 1984?».

      En realidad este escrito no es una obra seria ni documentada, sino un panfleto fabricado expresamente para circular en la clandestinidad, en el interior de la URSS.

      Amalrik no era propiamente un intelectual, ya que su obra literaria es escasa y de poco valor. Era más bien un rebelde que pretendía luchar el solo, por sus propios medios, contra el poder soviético. Creo que la policía rusa no le tomó nunca demasiado en serio y que la misma estaba deseando quitárselo de encima, razón por la cual, debió sentir satisfacción cuando Amalrik se vino a dar guerra a Occidente.

      En Antena 2 de la televisión francesa pudimos verle en febrero del 77 discutiendo briosamente con Georges Marchais, quien, por cierto, me dio la impresión de estar bastante desconcertado, en aquella ocasión, ante su pegajoso y agresivo contrincante.

      Personalmente desde que leí hace diez años el pequeño libro de Amalrik me sentí interesado en sus andanzas y peripecias. Ahora me encuentro en mi archivo con un montón de recortes y notas relativas a él. La verdad es que sentía simpatía hacia Amalrik sobre todo a causa de su juvenil rebeldía. Así la noticia de su muerte me ha producido cierta tristeza, algo como si hubiera perdido a un amigo lejano, pero entrañable.

      Para Amalrik la oposición ideológica en la URSS viene cristalizando en tres direcciones. Por una parte, por la izquierda, la oposición marxista-leninista llamada auténtica que rechaza la situación actual porque la considera como una falsificación. Por la derecha, en cambio, cierto liberalismo clásico ruso, que al parecer está renaciendo de sus cenizas, y una especial ideología cristiana que trata de adaptar la vida social a los principios de un nuevo cristianismo, al amparo del paneslavismo.

      Si hemos de creer a Amalrik lo que sostiene el régimen ruso es precisamente el eslavismo, mucho más que el socialismo. El gobierno sabe administrar perfectamente este recurso siempre que le hace falta y lo que, en definitiva, funciona allí, de modo más efectivo, es el nacionalismo ruso paneslavista.

      Amalrik anuncia que tras una inevitable guerra con China el régimen soviético se hundirá en medio de una situación confusa sobre la cual hace él diversas hipótesis, más o menos apocalípticas, pero todas interesantes.

      En resumen Amalrik era una especie de disidente-profeta, capaz, por otra parte, de desplegar una intensa actividad conspirativa. Pero los profetas suelen ser hombres de deseos más que hombres de realidades y por eso sus profecías nunca pueden ser tomadas demasiado al pie de la letra.

 

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