Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

La sociedad permisiva

 

El Diario Vasco, 1982-02-21

 

      Creo que son los ingleses los que introdujeron esta denominación que ahora empieza a tener aplicación en nuestra propia sociedad. Aquí están ocurriendo cosas que sólo en una sociedad permisiva podrían tener algún sentido.

      Pero ¿qué es una sociedad permisiva?

      Llevaba la idea al extremo una sociedad permisiva sería aquélla en la que no existiesen deberes, es decir, en la que todo el mundo tuviera derecho a todo.

      Salta a la vista que esta idea es por completo contradictoria y por tanto irrealizable. En buena lógica allí donde haya algún derecho tiene que existir también el deber de respetarlo.

      Las sociedades de otros tiempos se hallaban fuertemente ordenadas por la idea del deber. Eran fundamentalmente «sociedades de deberes», lo cual no quiere decir que en ellas no existiesen derechos, sino que se ponía el acento en las obligaciones más que en las libertades de las personas.

      Es así como fuimos educados los hombres y mujeres de mi generación y los de bastantes generaciones más después de la mía, dicho sea esto sin el menor propósito de crítica contra los que fueron nuestros buenos educadores.

      Los jóvenes actuales ven la «sociedad de deberes» como una cosa arcaica y odiosa y en este sentido quieren ponerla en evidencia por medio de actos destinados casi exclusivamente a «épater le bourgeois».

      Frente a la «sociedad de deberes» se presenta hoy como modelo la «sociedad de derechos», es decir, una sociedad en la que se insistiere fundamentalmente en los derechos y libertades de la persona. Es cierto que esta idea estaba ya en la revolución francesa pero, en realidad, tardó mucho tiempo en abrirse paso en las conciencias de los ciudadanos.

      Un siglo después de la revolución las gentes continuaban pensando en función de sus deberes y hasta los mismo jacobinos acariciaban la idea de una sociedad rígidamente construida a base de obligaciones y deberes patrios. En algunos aspectos el radicalismo liberal era mucho más absolutista que los antiguos regímenes absolutistas.

      No tiene pues nada de extraño que de la sociedad de derechos o sociedad liberal saliese su monstruo antagónico: la sociedad totalitaria, una sociedad casi absolutamente sin derechos en la que —como solía decir humorísticamente en la época de Hitler y de aquellos señores— «todo lo que no está prohibido es obligatorio».

      Por el contrario, la sociedad permisiva es otra derivación de la sociedad de derechos —precisamente en sentido opuesto al anterior— en la que la idea del derecho se ha hipertrofiado hasta perder sus propios límites.

      La cuestión inmediata en ésta: si en una sociedad todo el mundo tiene derechos y nadie acepta el tener obligaciones ¿quién asumirá los deberes correlativos a aquellos derechos?

      Muchos ciudadanos, y sobre todo muchos jóvenes ciudadanos, tienen hoy la confusa idea de que debe de haber algo o alguien que responda a sus exigencias.

      Es decir que ha de existir en alguna parte un chivo expiatorio sobre el cual pesen todas las responsabilidades. Pero ¿quién puede ser ese cabrón —dicho sea sin paliativos— que satisfaga los deseos de todos y cargue al mismo tiempo con toda las culpas?

      En nuestra sociedad protestaria se considera tácitamente que el responsable de todo es el Gobierno, o en términos más generales «los que mandan».

      Â«Los que mandan»: he aquí el chivo expiatorio o contra el que todos protestamos.

      En definitiva, parece que estamos ante un nuevo anarquismo en el que ya no se trata de destruir el aparato estatal, sino en ponerlo a nuestro servicio, como un gran robot, absolutamente servil, absolutamente sin exigencias, pero útil para realizar las pretensiones de todos los ciudadanos aunque las mismas sean contradictorias entre sí.

      Proudhon ya apuntó la idea de este Estado robot, máximo artífice de la sociedad permisiva: «El Estado —dijo Proudhon— sea cual sea la forma que adopte tiene que convertirse en el órgano obediente y sumiso de una sociedad de iguales».

 

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