Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

El exterminio

 

El Diario Vasco, 1983-10-30

 

      Está claro que la palabra «exterminismo» no pertenece al vocabulario inglés. Inútil buscarla en los diccionarios. Inventada por el antinuclear británico Edward Thompson hace tres o cuatro años, lo más probable es que nunca llegue a incorporarse a la terminología usual.

      Pero, sea cual sea la suerte que haya de correr el término en cuestión, el fenómeno que el mismo quiere representar constituye una realidad políticamente importante. Y por completo nueva en la historia.

      Pero ¿qué es, o en qué consiste, en definitiva, el exterminismo?

      Thompson no se expresa con demasiado rigor al respecto. Se ve en seguida que no es un científico frío, sino más bien un combatiente. Antiguo miembro del Partido comunista británico, pasa, en 1957, al «Labour-Party» para convertirse al poco tiempo en uno de los más activos animadores del END (Desarme Nuclear Europeo). Sus numerosos libros hacen de él una de las figuras intelectuales más apreciadas del pacifismo inglés actual.

      Esto dicho, tratemos ahora de aclarar un poco el pensamiento de T. sobre el concepto de «exterminismo».

      En un diccionario analógico la palabra exterminismo aparecería junto a otras como por ejemplo militarismo o imperialismo, ya tópicas en el lenguaje político moderno. Pero —al decir de T.— hay una profunda diferencia entre el imperialismo y el exterminismo.

      El imperialismo responde a una racionalidad. Persigue unos objetivos económicos, políticos, ideológicos, culturales, de dominio o de imperio de una sociedad sobre otras y pone las armas al servicio de estos fines. Hasta ahora sabíamos que había en el mundo dos grandes imperialismos en lucha el uno contra el otro. Pero el exterminismo es un fenómeno único que afecta «isomórficamente» —dice T.— a las dos sociedades, la sociedad capitalista y la sociedad comunista. El exterminismo es una máquina fatal que funciona por sí misma, sin finalidad racional alguna, y lleva a la sociedad a la que afecta por una vía armamentista al término de la cual sólo hay destrucción y «exterminación de masas».

      Â¿En virtud de qué? ¿Por qué hace esto el exterminismo?

      A mi entender esta cuestión entra en el terreno de lo que yo llamaría la lógica fáctica del mundo técnico en su autonomía radical. Notemos que los inventos no se realizan en general con fines directamente utilitarios. Cada invento viene de otros y exige a su vez otros nuevos. Los trae fatalmente, quiéranlo o no los hombres concretos. Están concatenados unos con otros y este encadenamiento es lo que hemos llamado la lógica fáctico-técnica, que apenas tiene nada que ver con la lógica racional.

      Basta que aparezca una posibilidad técnica para que hay hombres que la lleven adelante. Un ejemplo: la ingeniería genética. No habrá quien la pare. Se desarrollará, crecerá, penetrará más y más en el terreno de la «fabricación» de hombres nuevos, quiéranlo o no los científicos, los moralistas y los políticos.

      Creo que dentro de este cuadro las ideas de T. pueden resultar más comprensibles. El exterminismo avanza ciegamente, inexorablemente, conducido por su propia fatalidad interna.

      Es falso —dice T.— que las decisiones estratégicas no sean otra cosa que la proyección de decisiones políticas anteriores. «La innovación armamentista se auto-engendra». La necesidad de «modernización» y de experimentación «es independiente del curso de la diplomacia internacional».

      Â«La investigación militar está planificada a largo plazo y las armas del año 2000 están ya siendo planeadas en este momento».

      Las armas que los americanos van a oponer a las SS 20 soviéticas estaban ya inventadas y en fabricación antes de que éstas apareciesen en Europa. Los hombres políticos que decidieron ponerlas en marcha, hace tiempo que desaparecieron del mapa político. Pero sus sucesores han continuado por el mismo camino y no tenían más remedio que hacerlo. Y lo mismo ocurre en el campo soviético donde nadie es capaz de parar la máquina armamentista.

      Â¿Es esto demasiado pesimista?. Yo no lo creo así, lo de T. es puro realismo. Pero no hay que desesperar. Finalmente los hombres van a vencer a las máquinas.

 

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