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Un socialismo de rostro humano

 

El Diario Vasco, 1989-12-03

 

      La reaparición de Dubcek, aclamado en Praga y Bratislava por cientos de miles de personas y el empuje imparable con que se está iniciando el cambio político en Checoslovaquia, parecen dar una vez más la razón a los que piensan que la «perestroika» no es una simple «limpieza de fachadas», como pretende la señora Thatcher, sino un viraje irreversible en la trayectoria del marxismo-leninismo.

      La Primavera de Praga fue, en cierta manera, un anticipo histórico de lo que está ocurriendo ahora en la Europa del Este. Aunque está claro que Dubcek no fue un «precursor» de Gorbachov en el sentido propio de la palabra, existen entre las ideas renovadoras de ambos dirigentes comunistas ciertas coincidencias que quizás convenga recordar en este momento.

      Fue en abril del 68 cuando Alexander Dubcek presentó al comité central del partido comunista checoslovaco su famoso informe sobre «la nueva fase de la revolución comunista» y la «necesidad de crear, plasmar y desarrollar —son sus propias palabras— un nuevo sistema político que responda a las exigencias de ésta». Esto es lo que entonces se empezó a llamar, y se sigue llamando ahora, un «socialismo de rostro humano» o «socialismo de las libertades».

      La editorial Aries publicó a principios del año 69 la traducción española del citado informe y lo hizo bajo el atrayente título: «La vía checoslovaca al socialismo».

      Para entonces ya se había producido la invasión de Checoslovaquia por el ejército soviético; pero Dubcek seguía siendo secretario general del PCCH y hacía concesiones para congraciarse con la URSS y mantenerse en el poder.

      Contrasta esta política contemporizadora de Dubcek con la enérgica resistencia que muchos de sus conciudadanos opusieron en aquel entonces, contra el dominio soviético, sacrificando incluso sus vidas en esta lucha, como en el caso de Jan Palach autoinmolado en la plaza Wenzel de Praga el 16 de enero de 1969.

      Con estos antecedentes es difícil que Dubcek pueda ser designado ahora como conductor de la nueva línea checoslovaca salvo para un breve y, al parecer, indispensable, período de transición.

      Durante veinte años el «informe Dubcek» ha permanecido olvidado en nuestras estanterías, sin la menor sospecha de que algún día pudiera cobrar de nuevo actualidad.

      Pero he aquí que, de pronto —y gracias a la política de Gorbachov, que él mismo califica de revolucionaria— las cosas han cambiado por completo y las ideas de Dubcek no nos parecen ya tan lejanas como hace un corto tiempo.

      Repasar, al cabo de los años, la obra de Dubcek resulta interesante y esclarecedor, nos confirma por de pronto en la idea, antes expresada, de que hay bastantes analogías entre lo que Dubcek programaba en el comienzo de la Primavera de Praga y esto que, con mucha mayor potencia y rotundidad, está intentando realizar ahora Mijail Gorbachov.

      Como ejemplo concreto de esta proximidad ideológica se puede citar precisamente esa especie de comunismo humanista que ambos han propugnado y propugnan frente a las dictaduras de modelo stalinista.

      En su libro: «Perestroika», Gorbachov insiste mucho en la necesidad de que el socialismo tenga en cuenta lo que él llama el «factor humano», es decir el conjunto diversísimo de actitudes, opiniones, intereses y exigencias de la gente.

      Â«Las personas, los seres humanos, con toda su diversidad creativa son quienes construyen la historia»... «Ganar la colaboración del individuo en todos los problemas es el aspecto más importante de lo que estamos haciendo actualmente»... «Nuestra principal actividad en este momento consiste en elevar espiritualmente al individuo, respetando su mundo interior y proporcionándole fuerza moral»... Etcétera, etcétera.

      Claro que estas mismas ideas las había ya expuesto Dubcek, con igual o mayor claridad quizás que el propio Gorbachov: «el socialismo tiene que crear un nuevo humanismo que otros sistemas modernos, a pesar del alto nivel técnico alcanzado, no son capaces de proporcionar a sus ciudadanos». Un humanismo socialista que «creará condiciones mejores para el desarrollo del hombre», de modo que «cada individuo pueda autoafirmarse en todas las esferas del trabajo y de la vida».

      Algo análogo puede decirse sobre lo que Gorbachov llama el «glasnost». Las libertades de expresión, de información y de crítica fueron ya cantadas por Dubcek como piezas esenciales de la renovación del socialismo por él planteada.

      Bajo este aspecto no hay tal vez más que un cambio de nombres o de terminología: lo que Gorbachov llama «reestructuración» recibía en el sistema de Dubcek la denominación, no menos prometedora, de: «regeneración del socialismo».

      De cualquier modo lo importante en todo esto no son las palabras sino los hechos. Son éstos los que, sin mucho tardar, nos mostrarán el verdadero alcance de la «perestroika». En qué se van a traducir, por dónde van a ir realmente, esos propósitos regeneracionistas.

 

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