Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Carlos Santamaría, escritor: «Las condenas morales frenan el impulso de la amenaza nuclear»

 

El Diario Vasco, 1984-10-14

 

José María Mendiola

 

Carlos Santamaría nació en San Sebastián en 1919, estudiando el Bachillerato en el colegio de los Marianistas y Ciencias Exactas en Madrid, donde se doctora en dicha disciplina. Profesor de Matemáticas, es director del Observatorio de Igueldo durante cuarenta y un años. Fue el organizador de las Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián, jornadas que se celebraron durante doce años consecutivos en nuestra ciudad.

 

    Jardines del Buen Pastor, es decir, un piso que mira hacia dicho entorno. Una tarde apacible de otoño que contiene rastros de un verano ya muerto y anticipos otoñales. Dos melancolías se entremezclan en esta jornada: la correspondiente al paisaje en el que nos hallamos y la concerniente a la estación de las hojas muertas. Carlos Santamaría, y quien abajo firmará al término de este «encuentro», van a tratar sobre un tema sobrecogedor, agobiante y sobrecogedor: la amenaza nuclear.

    Y no lo vamos a hacer porque sí, porque hayamos escogido esta materia como lo hubiéramos podido hacer sobre otra cualquiera. Hay una razón, y pienso que de peso: Carlos Santamaría, nuestro interlocutor de esta tarde, está escribiendo un libro sobre este temible tema.

 

La hipotética explosión

 

    Buenas tardes, Carlos Santamaría. Lo mejor que podemos hacer, para abordar el tema, creo que es referirnos a esas dos espantosas películas que la televisión nos ha dado recientemente sobre los efectos de una hipotética explosión nuclear.

    Esta película que han proyectado en Euskal Telebista y en otros dieciséis canales europeos es una película polarizada hacia los efectos destructivos de una bomba, o de una serie de bombas, sobre todo estudiando el aspecto sanitario. Es algo horripilante, pues nos muestra los efectos físicos de destrucción de los cuerpos humanos. Es una orientación hacia el tema apocalíptico. Algunos consideran que el lanzamiento de las bombas nucleares conducirá a una especie de Apocalipsis.

 

    Sí.

    Más interesante, para mi gusto, fue aquella película que se tituló «Juego de guerra» y en la que se trataba del caso de la guerra por error. Un muchacho aficionado a la informática, no sé por qué procedimiento, consigue una clave del ordenador del Estado mayor americano. Y logró introducir en esa clave unas informaciones. Si tienes la clave de un ordenador, te puedes comunicar con él e introducir en el mismo lo que se quiera. Entonces, con este motivo, en la película se arma una confusión espantosa, y los rusos creen que los americanos les atacan, y el gobierno americano tiene que hacer un desmentido... Ahí se ven las cosas que pueden pasar para que se produzca una guerra nuclear por error.

 

    Pero en esa película no llega a estallar dicha guerra.

    No se produce la guerra porque se dan cuenta, a tiempo, de que ha habido un error.

 

    Â¿Podría darse una guerra por error?

    Podría suceder. En realidad, hay diversos niveles de error. Pero por error de ordenadores, creo que es casi imposible que se llegue a una guerra. Pero hay otras muchas causas de error. Hay fallos humanos y fallos técnicos muchos más importantes que los errores de los ordenadores. Y luego hay casos en los que se produce una escalada, no por los altos mandos, sino por los mandos inferiores. Supongamos una división que tiene armas nucleares, no ya las grandes armas atómicas de las que se habla siempre, sino armas miniaturizadas de muy poca potencia comparadas, por ejemplo, con la de Hirosima. Se ha establecido una continuidad entre las armas clásicas o convencionales y las grandes bombas atómicas de muchos megatones. La bomba H hoy se fabrica con potencia de cien megatones, es decir, cinco mil veces mayor que la de Hirosima. Hay cantidad de bombas almacenadas.

 

    Yo te quería formular la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que le hombre fabrique armas atómicas?

    Bueno, esto ya es otra cuestión. El hombre es un ser muy singular. Está provisto de una curiosidad infinita y va siempre a la busca de nuevas cosas, de inventos y de descubrimientos. Y los inventos no se realizan siempre de un modo racional, buscando una cosa. Los más grandes inventos no se han realizado mediante una búsqueda sistemática, sino por investigadores que están trabajando ahí y que, de pronto, descubren que se puede realizar tal o cual cosa. En el comienzo de la bomba nuclear, esto no es completamente así. Surge una idea completamente racional en el sentido de que se puede aplicar la enorme energía que se produce por la ruptura de un átomo a fabricar explosivos mucho más potentes que los conocidos.

 

    Así que, desde los orígenes del tema atómico, el hombre se encamina directamente a la guerra.

    Se va directamente a la guerra, sí, sin medir las consecuencias que aquello tendría ???? esto. Se encamina el hombre a fabricar una bomba mucho más potente y, en suma, mucho más económica. Antes que Hirosima, en marzo de dicho año 1945, se produjo el bombardeo de Tokio. Este bombardeo, que se efectuó con aviones y bombas convencionales, hubo ochenta y seis mil muertos. Y falleció el cincuenta y ocho por ciento de la población bombardeada. Ahora, en cambio, en Hirosima, hubo de setenta a ochenta mil muertos. Es decir, que en Hirosima hubo menos víctimas que en Tokio. Pero para llevar a cabo el bombardeo de Tokio hubieron de utilizar dos mil novecientos aviones transportando un número muy grande de toneladas. No recuerdo cuántas toneladas fueron, tal vez lo podríamos mirar...

 

    Es igual, digamos que muchísimas toneladas. La bomba de Hirosima.

    Fueron varios miles de toneladas, y en cambio la bomba de Hirosima pesaba no más que una sola tonelada. Esto quiere decir que hay una economía.

 

    Pero voy a seguir, si me permites, con mi perplejidad, con mi pregunta. Me pregunto cómo es posible que en estos tiempos, con todo lo que se ha avanzado en todos los terrenos, cuando se está hablando de Derechos Humanos, cuando se está avanzando en la lucha contra el cáncer... ¿Cómo es posible que ahora se estén construyendo bombas atómicas? ¿Se piensa que nunca van a se utilizadas? En dicho caso, ¿por qué las fabrica? ¿O piensa que van a ser utilizadas? Si es así, es que el hombre se ha vuelto loco.

    Bueno, en cierto modo existe una especie de fatalismo en los inventos. una vez que existe una posibilidad, el hombre no se detiene. Hay, sí, una especie de fatalidad, por ejemplo, en todas estas cosas genéticas de ahora, de invenciones genéticas... será inútil que los moralistas dicten normas condenatorias o que los gobiernos quieran prohibir estas experiencias. Las cosas continuarán haciéndose. El hombre no se detiene, no se puede detener en un invento.

 

    El hombre tiene fabricadas bombas suficientes para acabar con toda la humanidad. Cosa de locos.

    Sí, desde luego, hay armas suficientes para producir una destrucción, al menos, de la civilización. Aplicadas todas las armas, puede acabarse con toda la humanidad, suponiendo que se aplicarán en la totalidad de todos los arsenales. La destrucción puede ser tan grande que la civilización, tal y como nosotros la conocemos, quedaría prácticamente destruida hasta nadie sabe cuántos miles de años. Sería un retroceso. Pero la verdad es que este cálculo no entra en el asunto. Está la cosa en marcha, va avanzando, y nadie la puede detener. Están las cosas tan endiabladamente dispuestas, que nadie puede detener ahora todo esto.

 

    Pero esto no puede ser...

    Bien, es lo que yo opino también. Van a cumplirse cuarenta años desde que se arrojó la bomba de Hirosima. No se ha vuelto a emplear. Pero en ese tiempo, las cosas no han estado quietas y la bomba ha progresado de una manera terrible. No solamente se han hecho bombas muco más potentes: se han aplicado los misiles a las bombas nucleares. Es decir, se han puesto cargas nucleares en misiles, lo cual es una innovación que hace mucho más temible el arma nuclear. Ahora se van a poner cargas nucleares en satélites artificiales: la guerra del espacio, la guerra de las estrellas. Es decir, no se ha cesado de progresar en todo este tiempo.

 

    Pero lo cierto, gracias al Cielo, es que la bomba no se ha lanzado desde entonces.

    No se ha lanzado, pero no olvides que ha habido ciertas ocasiones en que hemos estado a punto de hacerlo. Así, en la crisis de Suez, en que los rusos amenazaron con lanzar la bomba, y en Corea, donde el general MacArthur era partidario de utilizarla para detener a los chinos. Y en la crisis de Cuba, aun cuando allí el peligro no fue tan grande.

 

    Ha habido ocasiones, pero no se ha lanzado la bomba. ¿Por qué crees que no se ha lanzado?

    Hay una porción de razones.

 

    No me cabe en la cabeza cómo después de haber visto el horror de estas películas a las que nos referíamos al principio, el hombre no frene. ¿Cómo no hay algún país que deje de fabricar la bomba?

    Está la disuasión, que impide que esto se haga. Porque incluso resulta peligroso que una potencia reduzca mucho su armamento, se dice que esto es desestabilizador. Parece que si una nación se desarma, esto es más bien una invitación a la guerra. Es una cosa endiablada: desarmarse es invitar a otro a la guerra. La disuasión mantiene el equilibrio.

 

    Pero lo cierto es que el armamento nuclear va creciendo y creciendo y...

    Sí, el nivel de disuasión cada vez es más alto. En estos cuarenta años últimos se ha estado en negociaciones constantes, ha habido una cantidad innumerable de tratados, de acuerdos, de convenios...

 

    Pero se negocia lo que no se quiere negociar.

    No, lo que sucede es que se negocia con desconfianza. Se negocia con una terrible desconfianza. Y además de la desconfianza en el adversario, hay otro tipo de desconfianza: la desconfianza en los inventos. Es decir, el miedo a que el otro haga un invento que dé lugar a armas más potentes. Cada contendiente potencial tiene miedo de que los científicos del otro lado invente algo, y están constantemente en guardia, y a su vez no tiene más remedio que inventar para no encontrarse en condiciones de inferioridad. ¿Qué podrían hacer así el presidente americano o el soviético por buena voluntad que tuvieran? Bueno, pueden hacer mucho, pero la cosa es tan enmarañada que tampoco está en sus manos el resolverlo.

 

    Si no se acaba con esta carrera, ¿a dónde vamos?

    Si la bomba está ahí, ¿hasta cuándo va a seguir esto que se suele llamar la no guerra? Estamos en una situación que no es de paz, que no es de guerra. Una situación en la que milagrosamente no se produce la guerra: las armas están todas preparada, todas a punto. En unos pocos minutos se puede desarrollar un ataque nuclear. Porque, además, la rapidez con que se desarrollaría un ataque nuclear es tremenda, cosa de minutos. En otros tiempos, para realizar una guerra, hacía falta desplazamientos de tropas, declaraciones de guerra, toda una serie de movimientos. Hoy en día, no sería así. De la noche a la mañana, por la causa que sea, puede venir una guerra. Y en esta situación, con la espada de Damocles encima está viviendo la humanidad. Y esto repercute en muchísimas cosas. No hay cuestión económica, o política, o incluso cultural, que no esté afectada por la sombra nuclear.

 

    Â¿Has oído hablar de esas teorías de que la humanidad, en otra civilización a la nuestra, pudo padecer una hecatombe nuclear?

    Esas son fantasías. Claro está que nadie podrá demostrarlo. No hay forma de demostrar ni una cosa ni otra. Pero carece de sentido esa teoría. El proceso de invención del armas nuclear es complicadísimo. Es una de las cosas de ciencia-ficción que menos me interesa.

 

    Â¿Tú crees que la Iglesia podría hacer algo para evitar esta locura?

    Se pueden hacer cosas. La Iglesia puede hacer cosas, de hecho las está haciendo. Una de las razones por las que la amenaza atómica no progresa más es por las condenaciones morales, que hacen su efecto. Los movimientos pacifistas son otra forma de moralidad, otro juicio ético, que pesa mucho, que ha pesado mucho desde sus primeros tiempos, desde el manifiesto de Estocolmo en 1951.

 

    Me alegra mucho que hayamos mantenido esta conversación. Muchas gracias, y espero que tu libro sobre este sobrecogedor tema esté pronto en las librerías y nos ayude a todos, un poco, a recapacitar sobre la amenaza nuclear.

 

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