1. Introducción: el vino y sus características
SUMARIO:
1. El vino y sus tipos
2. Origen y calidad de los vinos
3. Bibliografía
1. EL VINO Y SUS TIPOS
1.1. Factores que influyen en la vid
El vino, como todo el mundo sabe, es una bebida que se produce mediante la
fermentación
alcohólica de la uva, fruto de la planta de la vid, o del zumo (mosto)
de ésta. La vid (vitis vinifera sativa) es por lo tanto el
origen de la materia prima –la uva– de la que se obtiene el vino. Se trata de
un arbusto leñoso que consta de raíces, tronco, sarmientos, hojas,
flores y fruto. El cultivo de esta planta se produce en el Hemisferio norte entre
los paralelos 30º y 50º, aproximadamente y en el Hemisferio Sur entre los 30º
y 40º. Esto explica que existan regiones vinícolas en lugares tan alejados
entre sí como la cuenca Mediterránea (en sus vertientes Europeas,
Africanas y Asiáticas), Australia, el Cono Sur americano (Chile, Argentina,
Uruguay), Nueva Zelanda, Suráfrica, Estados Unidos, los valles del Danubio
o el Rin, o ciertas zonas del Cáucaso.
Durante el inverno, sobre todo tras la poda, el aspecto de la vid es el de
un pequeño tronco leñoso. A partir de marzo se produce “el lloro”.
Con el incremento de las horas de sol, gradualmente comienzan a hacerse notar
los brotes que darán lugar a los frutos. Asimismo, paulatinamente la planta
va adquiriendo su masa foliar. Con la llegada del verano se produce el “envero”,
momento en que la uva va cambiando de color, pasando del verde al amarillento,
en el caso de las variedades blancas, o al rojizo, en el caso de las tintas.
Entre el final del verano y el principio del otoño, dependiendo de los
climas, se produce la maduración del fruto; momento en el que su contenido
en azúcares es lo suficientemente alto para permitir una óptima
fermentación de los mismos. Es la época de la vendimia y el comienzo
del proceso de elaboración del vino.
En el resultado final, es decir, en el tipo y calidad de los vinos, al margen
de la propia labor desarrollada en la bodega, se suele destacar la influencia
manifiesta de tres factores: el suelo, el clima y la variedad de la uva empleada.
La vid se puede encontrar con suelos pizarrosos, como sucede en el Priorat;
arcillo-calcáreos,
por ejemplo en la Rioja Alavesa; arcillo-ferregosos; aluviales o pedregosos;
arenosos o incluso volcánicos (en los viñedos canarios). El tipo
de suelo tendrá una importancia capital en el producto final. Así,
un suelo arcillo-calcáreo suele potenciar vinos ricos en contenido glicérico,
mientras que de los terrenos aluviales se suelen obtener mayormente blancos
y tintos de medio cuerpo.
El clima es otro factor que tiene una importancia primordial en las características
finales del vino. Cuestiones tales como la pluviosidad, las horas de sol, la
temperatura o la diferencia térmica entre el día y la noche determinan
el tipo de vino obtenido. Lo habitual es que cuanto más meridional sea
la situación de la viña, mayor altura sobre el nivel sea precisa
para conseguir un adecuado contraste térmico entre el día y la
noche durante el periodo de maduración de la uva (a fin de evitar una
excesiva pérdida de acidez).
Por último, la variedad de la uva nos va determinar en gran medida elementos
tales como el color, el aroma y el sabor. Existen variedades tintas y blancas.
Algunas son autóctonas de España, mientras que otras proceden de
otros países, aunque ciertos tipos como la Caubernet Sauvignon, la pinot
noir o la syrah tienen un carácter internacional. Entre las tintas autóctonas
más empleadas cabe citar la Garnacha –la más usada en España,
es la materia prima esencial en los tintos del Priorat y en los rosados navarros–;
la tempranillo (tinto fino en la Ribera del Duero y ull de llebre en
Cataluña)
base de los crianzas riojanos y de los Ribera del Duero; la cariñena o
mazuelo, la graciano, la bobal, la mencía, la monastrel, la garnacha tintorera,
la listán, la manto negro, la moristel, la negramoll, la prieto picudo
o la hondarribi beltza (empleada en el txakoli). Entre las tintas internacionales,
las más utilizadas son la cabernet sauvignon (en los tintos navarros y
del Somontano), la merlot, la pinot noir, la syrah (originaria del valle del
Ródano), la petit verdot y la cabernet franc.
Entre las variedades blancas autóctonas destacan la viura o macabeo, la
garnacha blanca, la airén, albariño, godello, hondarribi zuri,
listán blanca, malvasía, moscatel, palomino, pardina, parellada,
Pedro-Ximénez, treixadura, verdejo y xarel-lo. Las variedades blancas
extranjeras más utilizadas son la chardonay, gewürztraminer, riesling
y sauvignon blanc.
1.2. Elaboración
de los diferentes tipos de vino
En función de la variedad de la uva empleada y de la posterior elaboración
del producto podemos distinguir cinco grandes grupos de vinos: los tintos,
los blancos, los rosados, los generosos y los espumosos. Al conjunto de operaciones
mediante las cuales la uva se transforma en vino se le denomina vinificación.
Durante la vinificación se produce la fermentación de la uva,
esto es la transformación bioquímica que convierte el mosto en
vino, mediante la acción de las levaduras. La denominada fermentación
alcohólica es la que produce la transformación de los azúcares
de la uva –glucosa y fructosa– en etanol (alcohol etílico)
y anhídrido carbónico (CO2). Para facilitar el trabajo de las
levaduras es preciso controlar la temperatura de fermentación, a fin
de que ésta no baje ni de los 14 ºC ni supere los 32 ºC. Como explica
Manuel Ruiz Hernández, cada “18 gramos de azúcar por litro
de mosto originan al fermentar un grado de alcohol que es uno por ciento en
volumen” (ver http://www.arrakis.es/~mruizh). La fermentación
alcohólica se suele prolongar por un periodo de entre 8 y 10 días.
Una vez extraído el vino del depósito de fermentación,
pasados unos días, comienza la denominada fermentación maloláctica,
por la cual el ácido málico del vino se transforma en ácido
láctico y CO2. En este proceso, los vinos tintos pierden acidez y ganan
en suavidad. Asimismo, el color se modifica hacia tonos menos vivos. Esta segunda
fermentación se realiza en todos los tintos pero puede evitarse (mediante
el control de la temperatura o la adicción de sulfuroso) o reducirse
en los blancos y en los rosados.
Otro proceso especialmente importante (en el caso de los tintos) es la maceración.
Consiste en mantener en contacto los hollejos de la uva con el mosto procedente
de la misma, mediante la fermentación. La maceración tiene una
gran incidencia en el color, aromas y sabor final del vino. En la denominada “maceración
carbónica” (muy empleada en algunas zonas, por ejemplo en la Rioja
alavesa), el racimo se vierte entero en los lagos de fermentación. Un
porcentaje (en torno al 20%) de las uvas realiza una fermentación intracelular.
El otro 60% la fermentación se inicia en el interior de la uva hasta
la rotura de ésta, el mosto resultante continuará con el proceso
de fermentación alcohólica. Tras unos días, se procede
al volteado y prensado de la pasta.
La vinificación de los vinos tintos se inicia con el estrujado y despalillado
de los racimos. La masa resultante se vuelca en los depósitos de fermentación.
En esta primera fase tiene lugar la fermentación alcohólica y
la maceración, produciéndose la extracción de taninos,
componentes de color y aromas del hollejo de la uva. Este proceso se prolonga
entre 10 y 30 días y precisa de una temperatura aproximada de 28 ºC.
El CO2 que se desprende durante el proceso de fermentación empuja hacia
arriba los hollejos, formándose en la parte superior del depósito
una masa sólida, denominada sombrero. Para conseguir su disolución
se procede al remontado o bombeo del mosto, a fin de hundir y disolver el sombrero.
Una vez concluida la fermentación alcohólica y la maceración
se separa el líquido del hollejo, iniciándose la fermentación
maloláctica que, como se ha explicado, consiste en la transformación
del ácido málico del vino en ácido láctico, con
lo que los vinos pierden acidez y suavizan su sabor. A partir de aquí,
y tras los pertinentes procesos de clarificación (limpiar el líquido
de sus elementos turbios), trasiego y estabilización se procedería
al embotellado del vino o, en el caso de los crianzas, reservas y grandes reservas,
a su almacenamiento en barricas para su envejecimiento.
En el caso de los vinos blancos el proceso se inicia con el estrujado de la
uva –se obtiene el denominado mosto yema– y posterior prensado
de ésta –mosto de prensa–. Tras el desfangado, consistente
en dejar reposar los mostos durante unas horas para separar el líquido
de los elementos herbáceos y partículas sólidas en suspensión,
se inicia la fermentación, para lo que se emplean depósitos en
los que se controla la temperatura (15-20 ºC) del proceso. La fermentación
de los blancos dura entre 10 y 15 días. Algunos blancos realizan parte
de su fermentación en barricas. En estos casos, se deja fermentar el
mosto cuatro días en el depósito y otros veinte en una barrica.
Tras la fermentación alcohólica (sólo en blancos de una
gran acidez se propicia que se lleve a cabo la fermentación maloláctica),
el vino es trasegado, clarificado y embotellado. Aunque no es tan frecuente
como en los tintos, también algunos blancos son sometidos al proceso
de crianza en barrica antes del embotellado.
La vitificación de los rosados es muy similar al de los blancos, sólo
que con uva tinta. En este caso la maceración se reduce a su mínima
expresión (6-12 horas). Posteriormente se desfanga el mosto; esto es,
se separan sus partículas sólidas y se procede a su fermentación,
para lo cual se controla la temperatura a 18-20 ºC. El resto del proceso es
prácticamente idéntico al de los blancos. Se suele denominar
clarete al vino obtenido de la mezcla de los mostos de uvas blancas y tintas,
fermentadas parcialmente con hollejos de uva tinta.
Reciben el nombre de generosos los vinos de graduación alta, entre 15
y 20 grados, y que, en el caso de España, se producen principalmente
en Andalucía. A este grupo pertenecerían los vinos finos, los
olorosos, los amontillados, los Pedro Ximénez y los cream. Por lo general
en su elaboración se utilizan variedades como la palomino o la Pedro
Ximénez. Como vino base se utiliza un vino ligero de uva palomino, si
bien se les añade alcohol vínico hasta alcanzar los 15º en el
caso de los finos, hasta los 19 º en los olorosos y hasta los 17º en los amontillados.
Los Pedro Ximénez son vinos dulces elaborados a partir de uvas del mismo
nombre sometidas a un proceso de asoleo; es decir, expuestos al sol durante
dos semanas, a fin de incrementar la concentración de azúcar
en los granos. Los cream resultan de la combinación de los olorosos
y los dulces. El sistema tradicional de crianza de estos vinos generosos se
basa en el empleo de “criaderas y soleras”, diferente al habitual
en otras zonas “de añadas”. Los vinos se envejecen en vasijas
de roble americano llamadas “botas”, de 550 litros de capacidad,
que se alinean superpuestas en cuatro alturas, cada una de las cuales constituye
una escala, y es donde se desarrolla el proceso de crianza. La hilera o escala
más cerca del suelo se llama solera (de suelo) y contienen vino de más
edad. De esa hilera se extrae una proporción de vino para el consumo,
que es reemplazada por la misma cantidad de vino de las botas de la segunda
hilera o primera criadera y así sucesivamente hasta llegar al nivel
más alto. Así se consigue que todo el vino embotellado mantenga
unas características muy similares de color, aroma y sabor.
Los vinos espumosos, por su parte, son aquellos que contienen gas carbónico,
procedente de la adición de sacarosa y levaduras que provocan una segunda
fermentación, que en el caso de los cavas (método champenoise)
tiene lugar en la propia botella. De entre los vinos espumosos españoles,
los más reconocidos son los cavas. En su elaboración se utiliza
como vino base el procedente de las variedades blancas macabeo o viura, xarel.lo,
parellada, subirat o malvasía y chardonnay, y las tintas garnacha, monastrell,
trepat y pinot noir. Después de que el vino base ha fermentado en el
depósito se embotella y se le añaden levaduras y azúcar
(licor de tiraje) para que tenga lugar una segunda fermentación. La
botella se cierra con un tapón corona y se coloca en posición
horizontal (en rima) en la bodega (cava).
Esta segunda fermentación tiene lugar en la botella, aumentando la presión
y la presencia de gas carbónico, que será el origen de las futuras
burbujas tan características de este tipo de vinos. Con un mínimo
de nueve meses, las botellas se colocan en pupitres, inclinadas hacia abajo,
con lo que los restos de levadura precipitan hacia el cuello de la botella.
Para que esta acción se realice con eficacia hay que agitar la botella
un octavo de vuelta periódicamente. Posteriormente, se congela el cuello
de la botella, donde han quedado los posos, y se procede al degüello,
consistente en extraer los restos congelados y rellenar la botella con licor
de expedición (vino del mismo tipo o vino viejo que incorpora diferentes
dosis de azúcar. En función del azúcar que aporta dicho
licor de tiraje obtendremos diferentes tipos de cava. Así, se habla
de brut nature cuando no se sobrepasan los 0-3 gramos de azúcar por
litro. El Extra brut tiene menos de 6 gramos de azúcar por litro. El
brut contiene hasta 15 gramos/litro. El extra seco posee 12-20 gramos/litro.
El seco cuenta con 17-35 grs/l; el semiseco, 35-50 grs/l y el dulce, por encima
de 50 grs/l.
1.3. El envejecimiento del vino
La Ley 24/2003, de 10 de julio, de la Viña y del Vino establece en su
artículo 3 distintas categorías en relación con el envejecimiento
del vino (sin perjuicio de las competencias que puedan tener las comunidades
autónomas en materia de denominaciones de origen) . En el caso de los
vinos de mesa con derecho a la mención “vino de la tierra” los
vinos podrán llevar la denominación de “Noble” si
han sido sometidos a un periodo mínimo de envejecimiento de 18 meses
en total, en recipiente de madera de roble (con capacidad máxima de
600 litros) o en botella. Recibirán el calificativo de “Añejos” aquellos
vinos sometidos a un periodo mínimo de envejecimiento de 24 meses en
total, en recipiente de madera o en botella. Si el envejecimiento ha sido de
36 meses se harán acreedores a la denominación de “Viejos”.
En el caso de los vinos de calidad, la citada ley distingue entre Crianzas,
Reservas y Gran Reserva. Un Crianza es, en el caso de los tintos, un vino con
un periodo mínimo de envejecimiento de 24 meses de los que al menos
seis habrán permanecido en barricas de madera de roble de capacidad
máxima de 330 litros. Algunos Consejos Reguladores, como ocurre en la
Denominación de Origen Calificada Rioja, sitúan la estancia mínima
de los tintos de crianza en barrica en los 12 meses. Para los crianzas blancos
y rosados, la Ley establece un periodo mínimo de envejecimiento de 18
meses, de los que al menos seis deberán de tener lugar en barricas de
roble.
La denominación Reserva la podrán utilizar los tintos con un
periodo mínimo de envejecimiento de 36 meses, de los que, al menos 12,
habrán permanecido en barricas de madera de roble, y en botella el resto
del periodo. En el caso de los blancos y rosados, el periodo mínimo
de envejecimiento será de 24 meses, de los cuáles al menos seis
habrán estado en barrica.
La calificación de “Gran Reserva” la podrán emplear
los tintos con un período mínimo de envejecimiento de 60 meses,
de los que habrán permanecido al menos 18 en barricas de madera de roble
y en botella el resto de dicho período. En el caso de los blancos y
rosados, el período mínimo de envejecimiento se sitúa
en 48 meses (al menos seis en barrica de madera de roble.
Por lo que respecta a los vinos espumosos de calidad, la Ley de la Viña
y del Vino prevé las siguientes denominaciones: Premium, Reserva y Gran
Reserva. Podrán emplean la calificación “Premium” y “Reserva” aquellos
vinos espumosos de calidad definidos en la normativa comunitaria y los vinos
espumosos de calidad producidos en una región determinada. La denominación “Gran
Reserva” estará destinada a aquellos vinos amparados por la denominación
Cava, con un período mínimo de envejecimiento de 30 meses contados
desde el tiraje hasta el degüelle.
2. ORIGEN Y CALIDAD DE LOS VINOS
2.1. Niveles de calidad
La Ley de la Viña y del Vino de 2003 distingue entre dos grandes niveles:
los vinos de mesa y los vinos de calidad producidos en una región
determinada (v.c.p.r.d). A su vez, en cada uno de estos grupos se puede dividir
en los
siguientes niveles:
a) Vinos de mesa:
1º Vinos de mesa
2º Vinos de mesa con derecho a la mención tradicional “vino de la tierra”
b) Vinos de calidad producidos en una región determinada (v.c.p.r.d):
1º Vinos de calidad con indicación geográfica.
2º Vinos con denominación de origen.
3º Vinos con denominación de origen calificada.
4º Vinos de pagos.
La citada Ley recoge en su artículo 19 que los vinos de mesa podrán
llevar la mención “vino de la tierra” acompañada
de una indicación geográfica, siempre que cumplan dos requisitos.
En primer lugar, que el territorio vitícola del que proceda haya sido
delimitado teniendo en cuenta unas determinadas condiciones ambientales y
de cultivo que pueden conferir a los vinos características específicas.
En segundo lugar, que se expresen la indicación geográfica,
el área
geográfica, las variedades de vid y los tipos de vinos amparados,
el grado alcohólico volumétrico natural mínimo y una
apreciación
o una indicación de las características organolépticas.
Por lo que respecta a los vinos de calidad producidos en una región
determinada, la ley entiende por vino de calidad con indicación geográfica el producido y elaborado en una región, comarca, localidad o lugar determinado,
con uvas procedentes de los mismos, cuya calidad, reputación o características
se deban al medio geográfico, al factor humano o a ambos. Estos vinos
llevarán el indicativo de “vino de calidad de” seguida del
nombre de la región, comarca, localidad o lugar en el que se produzcan
y elaboren.
Los vinos con denominación de origen son aquellos que han sido elaborados
en una zona o con uvas procedentes de una zona que haya tenido el reconocimiento
administrativo para la designación de dichos vinos. La gestión
de la denominación de origen deberá estar encomendada a un órgano
de gestión, denominado Consejo Regulador.
Los vinos con denominación de origen calificada, además de los
requisitos del apartado anterior deben de cumplir otros más exigentes,
como que los caldos amparados se comercialicen exclusivamente embotellados
desde bodegas inscritas y ubicadas en la zona geográfica delimitada.
Asimismo su organismo de control debe de establecer un adecuado sistema de
control, cuantitativo y cualitativo, de los vinos protegidos, desde la producción
hasta la salida al mercado. Por otro lado, en las bodegas inscritas, que habrán
de ser independientes y separadas, al menos, por una vía pública
de otras bodegas no inscritas, sólamente tendrá entrada uva procedente
de viñedos inscritos o mostos o vinos procedentes de otras bodegas también
inscritas en la misma denominación de origen calificada, y que en ellas
se elabore o embotelle exclusivamente vino con derecho a la denominación
de origen calificada. También en este caso la gestión de la denominación
estará encomendada a un Consejo Regulador.
Por último, la Ley hace referencia a los vinos de pago. Se entiende,
a estos efectos, por “pago” el paraje o sitio rural con características
edáficas y de microclima propias que lo diferencian y distinguen de
otros de su entorno, conocido con un nombre vinculado de forma tradicional
y notoria al cultivo de los viñedos. Los vinos de pago deben de ser
elaborados y embotellados por los titulares de los viñedos ubicados
en dicho pago o en bodegas situadas en la proximidad del mismo (no mas lejos
que los municipios colindantes con aquél en el que se encuentra dicho
pago). Toda la uva que se destine al vino de pago deberá proceder de
viñedos ubicados en el mismo.
2.2. Las Denominaciones de Origen
España contaba en 2003 con 61 Denominaciones de Origen territoriales.
A estas habría que sumar la DO Cava, referida al producto en sí y
que acoge a bodegas de zonas tan dispares como Catalunya (las 4 provincias),
La Rioja, Álava, Extremadura, Navarra, Valencia y Zaragoza. Asimismo,
existían dos DO de vinos de Pago, concretamente la DO Dominio de Valdepusa,
en Malpica de Tajo (Toledo) y la DO Finca Elez, en El Bonillo (Albacete).
Al margen de las Denominaciones de Origen aplicables a lo que la Ley de la
Viña y del Vino conoce como vinos de calidad producidos en una región
determinada (v.c.p.r.d); existen una serie de denominaciones a las que se pueden
acoger los vinos de mesa que cumplan una serie de requisitos recogidos en dicha
ley. En este apartado nos encontramos desde denominaciones que hacen referencia
a una región (Vinos de la Tierra de Castilla, Vinos de la Tierra de
Castilla y León), a otras provinciales (Vinos de la Tierra de León),
comarcales (Vinos de la Tierra Arribes del Duero), municipales (Vino de la
Tierra Betanzos) e incluso de Pago, como sucede con el Vino de la Tierra El
Terrerazo, utilizada por la Bodega Mustiguillo de Utiel (Valencia). Hay que
señalar que, en ocasiones, la denominación de vino de mesa con
derecho a la mención de “vino de la tierra” obedece más
a una cuestión puramente legal, que a una auténtica distinción
relativa a la calidad del vino. Así, existen “vinos de la tierra”,
con una calidad muy superior a la de muchos vinos amparados en las Denominaciones
de Origen. No hay que olvidar que bodegas tan reputadas como Abadía
Retuerta, Leda o Mauro, por citar sólo algunos ejemplos, están
acogidas a la calificación de Vinos de la Tierra de Castilla y León
y no a la Denominación de Origen que por su ubicación podría
corresponderles. El motivo puede estribar en el deseo de buscar una mayor flexibilidad
en el empleo de varietales a la hora de elaborar el vinos, aspecto este en
el que algunas DOs son bastante rígidas.
DENOMINACIÓN DE ORIGEN |
PRODUCCIÓN EN KGS (2002) |
ANDALUCÍA |
|
Condado de Huelva |
47.834.906 |
Jerez-Xeres-Sherry y Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda |
108.919.219 |
Málaga y Sierras de Málaga |
10.920.800 |
Montilla-Moriles |
78.405.404 |
ARAGÓN |
|
Calatayud |
13.145.000 |
Campo de Borja |
20.365.749 |
Cariñena |
65.267.000 |
Somontano |
14.780.592 |
BALEARES |
|
Binissalem |
1.600.000 |
Pla i Llevant |
1.591.271 |
CANARIAS |
|
Abona |
641.796 |
El Hierro |
312.000 |
Gran Canaria |
125.371 |
La Palma |
809.000 |
Lanzarote |
773.361 |
Monte Lentiscal |
85.000 |
Tacoronte-Acentejo |
1.514.000 |
Valle de Güimar |
375.213 |
Valle de la Orotava |
1.228.574 |
Ycoden-Daute-Isora |
732.404 |
CASTILLA-LA MANCHA |
|
Almansa |
16.445.000 |
La Mancha |
146.000.000 |
Manchuela |
17.000.000 |
Méntrida |
45.000.000 |
Mondéjar |
4.500.000 |
Ribera del Júcar |
350.000 |
Valdepeñas |
137.927.112 |
CASTILLA Y LEÓN |
|
Bierzo |
13.000.000 |
Cigales |
6.500.000 |
Ribera del Duero |
48.575.542 |
Rueda |
32.110.367 |
Toro |
7.121.343 |
CATALUNYA |
|
Alella |
1.100.000 |
Empordà-Costa Brava |
10.000.000 |
Catalunya |
38.571.190 |
Conca de Barberá |
30.000.000 |
Costers del Segre |
17.500.000 |
Montsant |
8.500.000 |
Penedés |
200.000.000 |
Pla del Bages |
2.400.000 |
DOC Priorat |
2.800.000 |
Tarragona |
46.760.976 |
Terra Alta |
36.343.435 |
COMUNIDAD VALENCIANA |
|
Alicante |
34.896.519 |
Utiel-Requena |
234.000.000 |
Valencia |
82.466.500 |
EXTREMADURA |
|
Ribera del Guadiana |
60.167.504 |
GALICIA |
|
Monterrei |
800.000 |
Rías Baixas |
13.253.242 |
Ribeira Sacra |
2.250.000 |
Ribeiro |
10.500.000 |
Valdeorras |
4.870.000 |
LA RIOJA |
|
DOC Rioja[1] |
284.000.000 |
MADRID |
|
Vinos de Madrid |
32.300.000 |
MURCIA |
|
Bullas |
5.300.396 |
Jumilla[2] |
74.444.107 |
Yecla |
5.000.000 |
NAVARRA |
|
Navarra |
80.048.719 |
PAÍS VASCO[3] |
|
Arabako Txakolina |
208.000 |
Bizkaiko Txakolina |
625.000 |
Getariako Txakolina |
1.000.000 |
OTRAS[4] |
|
Cava[5] |
214.648.000 botellas |
DO Dominio de Valdepusa (Vino de Pago). Toledo |
370.000 litros |
DO Finca Elez (Vino de Pago). Albacete |
250.000 litros |
Si nos fijamos en el área geográfica de cada una de las denominaciones (ver tabla adjunta), vemos que la situación es de lo más heterogénea. Existen Comunidades Autónomas con un elevado número de DOs. Así, Catalunya cuenta con 11, Canarias con 10 y Castilla-La Mancha con 7. En el caso inverso, zonas de diferentes Comunidades Autónomas pueden incluirse dentro de una única DO, como ocurre con la DOC Rioja, a la que se acogen municipios de La Rioja, País Vasco, Navarra e incluso un término perteneciente a la localidad burgalesa de Miranda de Ebro. La alusión geográfica de la DO puede asimismo ser muy genérica, por ejemplo Catalunya o Navarra, o referirse a una zona muy específica, como por ejemplo Priorat o Monte Lentiscal (Gran Canaria). También el volumen de viñedo acogido a una DO puede oscilar enormemente. La DOC Rioja ampara a 61.993 hectáreas de viña, mientras que la DO La Mancha acoge 193.133 hectáreas, y el Penedés 27.692, por poner sólo unos ejemplos de grandes extensiones. En el extremo opuesto, nos encontraríamos con DOs como la de Getariako-Txakolina con 177 hectáreas, Monterrei con 644 hectáreas, o El Hierro con 190. Tan sólo dos de estas DOs –Rioja y Priorat– alcanzan la consideración de Denominación de Origen Calificada, indicación recogida en el Artículo 23 de la Ley de la Viña y El vino.
Como puede verse en la tabla anexa, la producción entre unas zonas
y otras varía enormemente. Mientras que en la DOC Rioja se recogen del
orden de 284.000.000 kilos de uva; en la otra DOC existente en España –Priorat– tan
sólo se recogen 2.800.000 kilos. En una situación intermedia
se situarían DOs como Navarra, unos 80.000.000 kilos, o Ribera del Duero
con 48.000.000 kilos.
El tipo y número de varietales aceptados en unas y otras denominaciones
es también muy diferente. Hay variedades como la garnacha que están
extendidísimas, mientras que otras, por ejemplo la hondarrabi zuri se
ciñen exclusivamente a una zona muy concreta (en este caso a las DOs
del txakoli). En cuanto al número de variedades autorizadas, mientras
la DOC Rioja sólo admite para sus tintos cuatro tipos de uva: tempranillo,
garnacha, graciano y mazuelo (considerándose la tempranillo como variedad
preferencial); la DO Somontano permite el empleo de 8: tempranillo, garnacha,
cabernet sauvignon, merlot, moristel, parraleta, pinot noir y syrah. Ocho son
también las variedades amparadas para sus tintos por la DO Penedés:
garnacha, merlot, mazuelo, tempranillo (ull de llebre, en Catalunya), pinot
noir, monastrell, cabernet saubignon y syrah. Existen DOs que priman fundamentalmente
la utilización de varietales consideradadas autóctonas en España.
Rioja con el tempranillo, Jerez con el palomino y el Pedro Ximénez;
Utiel-Requena con la bobal, Rueda con la verdejo. En otros casos, en cambio
predomina, al menos en determinados vinos, el uso de variedades internacionales,
como la cabernet-sauvignon, la merlot, la syrah, pinot noir, o la chardonnay.
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