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GRUPO ENBIDIA: 5ª exposición. Alberto Rementería expone este viernes 3 de febrero en la antigua Galería La Brocha

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Este viernes 3 de febrero, a las 20.00h va a tener lugar la inauguración de la exposición de Alberto Rementería en la antigua Galería La Brocha, dentro del proyecto colectivo del Grupo Enbidia. la exposición estará abierta del 3 al 17 de febrero, de lunes a viernes y de 17.00h a 20.00h

mas información en enbidia. blogspot.com

        SOBRE  ENBIDIA, LA  CRISIS  Y  LA MADRE  QUE  NOS  PARIÓ

Enbidia  es el nombre que damos a un trabajo  de  investigación,  en  que colaboramos algunos  artistas  universitarios.  En el que se  intenta,  de alguna  manera,  explicar los mecanismos de asociación de  imágenes  aleatorias que,  en  principio,  no tienen nada  que  ver  unas  con otras.

Estamos  hablando del  fenómeno  de la  contaminación  entre  imágenes diferentes. Es  decir,  una  imagen sugiere  otra distinta,  o  una línea de  trabajo  discordante.  No sabemos exactamente  por qué, pero  intuimos  que hay  un  hilo  conductor que sin  poder   especificar a qué se  debe,  nos  conduce   por  un camino  no   previsto.

La  manera  de  actuar  de nuestro  grupo  de  investigación,  consiste  en  mandarnos  imágenes  unos a otros.  Esas  imágenes  nos  sugieren  otras, que no  tienen,  aparentemente,  nada que  ver con las  anteriores, (jugamos a despistar)  y que a su  vez  las  mandamos  a otro  componente  del  grupo,  para  que  vuelva a  dar de nuevo un   giro  inesperado. Este  mecanismo  va  generando una  cadena de imágenes, que en una  primera  lectura, resultan  bastante  desconcertantes.

Estamos  sugiriendo un diálogo entre  imágenes:  ese  diálogo se desarrolla como una  conversación  fluida  entre  diferentes  partes. “Como  en el  diálogo  hay por  lo menos dos planteamientos  que se  contraponen entre sí, en  la dialéctica  de las  imágenes  hay  así mismo dos  razones o posiciones  entre las  cuales se  establece  también  un  diálogo, es decir,  una  confrontación  en la  cual  hay  una  especie de acuerdo en el  desacuerdo – sin  lo  cual  no  habría diálogo, – pero  también una especie de sucesivos  cambios de posiciones  inducidos  por  cada una  de las posiciones  contrarias”.[1] Este es  el mecanismo que se pretende  desarrollar. El  diálogo entre  imágenes, que crea  una  relación  dialéctica entre ellas,  haciendo que las  veamos  como un todo. Nos  referimos a imágenes que conversan  con otras ,  que a su vez  han sido planteadas  a partir de otras  versiones diferentes. Un  juego  a la manera de  aquél en que  uno  cuchichea  a otro la  frase que  debe susurrarle al de al lado,  para que este  se la  cuente al siguiente,  y así sucesivamente, hasta  llegar al punto final y darnos  cuenta  de que esa  última frase  tiene  muy poco que  ver con  la originaria.

 Como podemos ver,  este  juego  proviene directamente de  los Cadáveres  Exquisitos: juego  surrealista  que  busca  la  paradoja  a través del  diálogo.

Los  Cadáveres Exquisitos ,  para  nosotros  constituye un  juego de  conversación,  de diálogo  entre  componentes  dispares;  su carácter  aleatorio  estimula  la imaginación. Los  integrantes  de  este  juego  van  estimulándose entre sí,   discuten , sugieren,  se  interpelan.  

En ENBIDIA,  exactamente no jugamos, rigurosamente  a los  Cadáveres  Exquisitos,  pero el  mecanismo  de diálogo  entre  imágenes se  asemeja  bastante. Si  en  los Cadáveres no  teníamos  la  imagen de  partida,  solo  el punto de referencia  donde  debíamos de  iniciar a  construir  la  nueva  imagen;  Ahora,  conocemos  la  imagen de  partida,  pero  buscamos  la  misma  consecuencia  paradójica en la contestación.  

Los “cadáveres” se  basaban en  un  viejo  juego de  mesa denominado “consecuencias”,  en el  cual, siguiendo el  hilo conductor de la  conversación,  una  cosa  llevaba  a otra,  y  al final el resultado es[2] un  tanto  chocante. Ese mismo  aspecto queremos  recalcar en este  juego,  el carácter  paradójico que  surge  de la confrontación  entre las  diferentes  imágenes.

LA CRISIS QUE  ME PARIÓ O LA ENBIDIA QUE  PARIÓ  LA  CRISIS

Mi  punto de  partida  en este  trabajo  ha sido  el  color,  mejor  dicho,  los “colorines”.  De ahí,  que mi  propuesta  constante a  mis  compañeros  ha  sido :  ¡Dadme  colorines!

 El  color  se configura  como el  elemento  abstracto[3]  por  excelencia de la pintura. Pero  además de su carácter  abstracto,  el color  tiene  la propiedad  de  definir  la obra  en un cierto  sentido. El  colorido,  como la música,  tiene la particularidad de  producir  sensaciones,  estados  de  ánimo, lo que lo  convierte  en una  herramienta  muy atractiva. Esta  capacidad del  color  de  impregnar  la obra  con un  carácter determinado,  de  “ideologizar”   la  obra,  es la que  me interesa  esencialmente.

Hablamos de  color,  pero no  del  color en general,  sino de  un tipo de color  determinado:  brillante ,  divertido,  intenso ,  puro , agradable,  contrastado…  Un  color  que se  define  par adjetivos que explicitan la  idea  que queremos,  estamos  definiendo  una función  ideológica  de color.

El  término Colorín[4],  el diccionario define como:  colores  llamativos  y  chillones;  y sugiere  que  puede  venir  de  la  palabra  “colorir”,  dar  color.

 Dar color:  animar una  cosa,  dar vida,  vistosidad, apariencia o pretexto,  comunicarle  peculiaridad   e  interés.

Como  colorismo ,  define  la tendencia a  dar  demasiada  importancia al  color.  Y  si  hablamos de lenguaje,  colorismo sería  la  tendencia  al abuso de  adjetivos  sonoros,  a veces  con  redundancia  e  improvisación.

Todos  estos conceptos  definen , desde  mi punto de  vista ,  la  idea  de colorín .

En pintura,  tratamos  de  ejercer  la  buena  costumbre  de  encontrarnos  permanentemente en crisis,   y ésta,   normalmente,  surge de la repetición de formulas anteriores que acaban por desmotivarnos.  Por  descontado,  la manera  mas lógica  de  intentar salir de  este  circulo vicioso es empezar de  nuevo.

Personalmente, después  de una  etapa  bastante  barroca, sentía  la  necesidad de limpiar mi obra, de  higienizarla de alguna manera.  Necesitaba  prescindir de  casi  todo:  lienzos,  formatos  grandes, procedimientos  complejos…  y  quedarme  con lo esencial:  un cuaderno de  notas  y  una cajita de acuarelas. 

Ansiaba de  nuevo que  surgiera  de manera natural una  relación  íntima  con la  pintura,  como algo  que  pudiera  sostener  en la  palma de la mano,  como  una prolongación de  mi estado de  ánimo.  De este  modo  volví  otra vez  a pintar  COLORINES.

Deseché  ideas  rebuscadas  y  estructuras  complejas en cuanto al  dibujo,  para ceñirme  a  una  forma  simple de  aplicar el  color.  Esbocé para  ello  una  especie de  rejilla,  algo parecido a una  vidriera, donde  cada  color estuviera  “plantado”  en su casillero,  sin mezclarse con el de al lado,  de  manera  aislada,     como  una nota musical dentro de  una partitura.  Es decir,  siguiendo el símil  de la música,  cada  color no se utilizaba  para  completar  una  imagen – una  cabeza  por  ejemplo,  si es que se  daba el caso- sino  en función de  su sonido,  dentro del  conjunto de la imagen (abstracta). Por eso, el  sonido  de esta  nota  musical tenía que ser  claro  y bien  diferenciado  de otros  colores,   por  lo que la  gama tenía que ser  corta pero evidente y  los  colores  llamativos e  incluso  chillones,  podíamos  decir, COLORINES.  Y  esa  gama  cromática  de  sonidos  musicales,  estaba  en las cajitas de acuarelas.

El  primer paso,  como  hemos  explicado, consistió  en  pintar  colores  “limpios”, aislados  pero entrelazados  por  una  rejilla de  dibujo sencilla, que  les  daba  un carácter  de  conjunto casi  musical.

Sucedía,  que no  siempre se  acertaba en esa  búsqueda de la “musicalidad”,  por  lo que a veces,  había que insistir  en esa nota  específica  para que  el  conjunto  sonara adecuadamente.  Aquí nos  topamos  con una  de las  virtudes  y  defectos  de la  acuarela,  es íntima  y  musical, pero también es  frágil y  cuando  no se  acierta, difícilmente  se  puede arreglar  porque  esa  mancha se convierte  en  un ruido dentro  del esquema  musical  pretendido.

Para  no  insistir  en ensuciar el  esquema,  en  emborronar  la acuarela  -aunque  la  suciedad  en  pintura  siempre   ha sido una opción  muy atractiva, también  ideológica –  la  solución  más acorde   con dicho  propósito   lúdico, me  pareció,  el collage.

En lugar de intentar   arreglar  un color  con otro  color  superpuesto , desvirtuándolo,  se trataba  de poner encima en  forma de  collage  un color impreso en  un papel o en un cartón de  manera  industrial (lo que significa más  llamativo) tapando  el color que  no  se había  acertado.

Normalmente,  en el  collage,  estos colores,  resultaban más  potentes  y  chillones  que  los  colores sustituidos   y se  constituían  en el centro de  interés  compositivo,  adquiriendo un cierto   carácter  objetual  y  jerárquico, al ser  algo que estaba  encima.

Progresivamente,  esos  papeles o esos cartones de  colores, se  fueron  cobrando relieve  para acabar convirtiéndose en  objetos:  eso sí,

  objetos de color. Es  decir, no estaban en función del objeto que  representaban,  sino  en función  del  color que  tenían.  Una  cajita de  cartón,  no era un objeto-cajita,  sino  un color en forma de  caja,  siguiendo   el  concepto  abstracto de  color.

Siguiendo este  proceso llega  un  momento en que  ni si quiera  necesitamos  fijar  los  objetos-color  al  soporte  de la acuarela,  sino que  jugamos a  intercambiarlo  en  diferentes  posiciones.  Para  documentar este  trajín compositivo  tomamos   una  foto de cada  posición.  La  acuarela pasa así  a ser  una especie de  telón de  fondo donde los  objetos-color  se  intercambian  en  función de  una  nueva  composición  abstracta.  El resultado supone  que en el  tiempo  que  antes  hacíamos  una acuarela,  ahora  materializamos  treinta  soluciones  diferentes,  porque  partiendo de  un fondo,  jugamos  con  objetos-color  móviles  y  obtenemos  treinta  variaciones  distintas.

Pero, el  juego  sigue siendo  básicamente  el  mismo: proseguimos  con  la  idea de  la  contaminación de  imágenes.  Cada  nuevo  movimiento  o posición de  cualquiera de las  imágenes (colores-objeto),  interactúa  con el  resto planteando  una solución  distinta.

Los  objetos pequeños  con  colores  brillantes,  se consiguen  fácilmente  en los bazares  chinos de todo a cien.   Estos  elementos,  muñecas de apenas  8 centímetros con vestidos de colores, muñequitos de  plástico,  cerdos , perros y otros animales de  goma, llaveros  chillones,  barquitos  etc.  son  colores-objeto que se mueven en  una  composición  abstracta,  interactuando  con el  fondo de la acuarela.

El fondo abstracto de la acuarela,  casi sin  querer, se nos  ha convertido en el  telón de  fondo de  un pequeño teatro.

Estamos jugando a teatritos de  color  y  aunque el color lo vemos de   forma abstracta,   nos recreamos  con objetos-color que se  mueven en  un  espacio escénico,  siendo  inevitable  que  esos   objetos  se  materialicen en  personajes y de ese guiñol surjan pequeñas historias, relatos  a veces  incomprensibles,  pero plásticamente  efectivos  y sugerentes.

El surgimiento  de  estas  pequeñas  historias , a través  de materializarse  los  colores-objeto en personajes, donde las  muñecas  se convierten  en  “barbis” y los  muñecos  en pequeños canallas,  hace  que aparezca ese  niño  travieso  que  todos  tenemos  dentro,  que desnuda  a las  muñequitas y otorga  a los  canallitas  unos atributos  que no les  corresponden.  

 A  fin   de cuentas, en  arte todo es un juego.

                          Resumiendo, entramos  en  una  fase  “porno”, un  tanto “txirene” (a  mi edad) donde  las  historias  se  vuelven  más picantes.

En  cuanto a las  parejas  de  cuadros , es  más  de lo  mismo. Enfrentamos dos  imágenes  antagónicas,  que  en principio  no  tienen  nada que  ver una  con  otra, intentando  que surja una  cierta  empatía  entre  ellas (que  por  cierto, es  el tema de la  investigación). Por  una  parte,  acuarelas  grandes que  son  el desarrollo  a  escala de  otras  pequeñas  pintadas  en cuadernos  de apuntes,  y  utilizadas  como  fondos  de  guiñol.  Por  otra,  lo  que  llamo:  “bocetos  gamberros”,  que  son  pruebas,  donde  aparece  mi  imagen  desnuda,  haciendo  el  “ganso”, sobre  papel barato  y  que tienen el mismo  carácter  sainetesco  que el   guiñol .

A  MODO  DE  CONCLUSIÓN

 Mientras tanto aparece  la  GRAN   CRISIS  económica,  y la  política  se  convierte  en  un  teatro del absurdo.  Hablando de  guiñoles,  ya que lo tomamos como algo personal,  ¿por qué no introducir  a  estos  personajes  en  mi  pequeño escenario?.  De esta  guisa,   Merkel ,  Sarkozy   y Van  Ron Puy,  se  convierten  en “colorín  y sus  muñecos”,  donde  el  papel de la  bruja mala  se  adjudica  a  la  Merkel que nos  enseña  el culo,  y  nos  ordena  que  pasemos  por  ahí.

 Al  final nos  apuntamos  todos  a la bacanal de la  crisis,  aunque  la  percibamos    como  un gran  esperpento, un  guiñol,  que a  todos  nos  jode,  y  a demás,  nos  pilla  en  pelotas. 

Alberto  Rementeria   (25-I-2012)


[1] Ferrater  Mora , José. Diccionario de Filosofía, Alianza Diccionarios

[2]

[3] Abstracción; acción y efecto  de  separar conceptualmente algo de algo – alguna  característica o  propiedad – mentalmente a  parte.

[4] María Moliner, Diccionario del Uso del Español. Ed. Gredos.

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