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«Hay un montón por hacer»

Tres estudiantes de la Universidad nos cuentan su experiencia de voluntariado durante el confinamiento

  • Reportajes

Fecha de primera publicación: 14/05/2020

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Gaizka Ormaetxea, Nikola Zalduegi y Alma Navarro

Gaizkak, Almak eta Nikolak ez dute elkar ezagutzen, orain arte ez zuten elkar ikusi, zekitela behintzat; baina UPV/EHUko ikasle izatea baino gehiago dute erkide: pandemia iritsi zenean, irten, antolatu eta okerrago, askoz okerrago zeuden pertsonei laguntzen saiatzeko beharra izan zuten, eta Bizkaiko Gurutze Gorrian boluntario aritu ziren. Hauek dira bere istorioak.

Gaizka, Alma y Nikola no se conocen, ni habían coincidido antes… al menos, que supieran; sin embargo, les une algo más que estudiar en la UPV/EHU: cuando llegó la pandemia, necesitaron salir, organizarse y tratar de ayudar a quien lo estaba pasando peor, mucho peor, como han confirmado durante su voluntariado en la Cruz Roja de Bizkaia. Estas son sus historias.

 

A sus 22 años, Alma Navarro no había participado antes en acciones de voluntariado; aunque sí se había organizado para impulsar otras iniciativas sociales y políticas. Esta estudiante de cuarto de Derecho recuerda que convenció a su cuadrilla “para crear una red de apoyo y echar una mano a la gente que necesitara ayuda durante el confinamiento”.  “Comenzamos haciendo un grupo de ‘Whatsapp’, luego una pegada de carteles y después se nos ocurrió pedir a una influencer de aquí que compartiera nuestro cartel en su perfil de Instagram; fue una pasada: nos llamó tanta gente que nos desbordó”, afirma orgullosa esta joven bilbaína.

Nikola Zalduegi, también participó en la creación de un grupo de apoyo en el casco Viejo bilbaíno. A sus 24 años, este estudiante de Educación Infantil recuerda cómo “la historia de la COVID estaba teniendo cada vez más repercusión y, vistos los problemas que estaban surgiendo, muchas y muchos jóvenes comenzamos a organizarnos en los barrios para a crear redes de apoyo”.

“Hay mucha gente a nuestro alrededor que necesita mucha ayuda —asegura Gaizka Ormaetxea— “muchas veces nos fijamos en las necesidades que hay en otros países, pero yo he aprendido aquí, en la Cruz Roja, que cerca de casa hay más casos de los que imaginamos”.

Gaizka Ormaetxea: “No podía quedarme en casa viendo lo que ocurría y que tanto tiene que ver con mi profesión"

Gaizka tiene 22 años, es Técnico Superior en Integración Social y ahora estudia segundo de Educación Social. “No podía quedarme en casa viendo lo que ocurría y que tanto tiene que ver con mi profesión -explica- por eso, cuando leí en el periódico que necesitaban ayuda, me apunté en la plataforma ‘Bizkaia Gara’, de la diputación y, de ahí, me derivaron a la Cruz Roja”.

A pesar de su buena voluntad, las diferentes iniciativas juveniles de barrio se encontraron con dificultades: bien porque las instituciones aconsejaban que estos movimientos solidarios se canalizaran a través de estructuras ya creadas para evitar riesgos de propagación del virus; bien porque, como recuerda Nikola, “ni éramos una entidad oficial, ni teníamos muchas posibilidades de darnos a conocer, por lo que estábamos mucha gente con ganas ayudar, pero con pocas personas que lo solicitaran”. Como otras muchas personas, Alma y Nikola se acercaron a ‘Bizkaia gara’ y la Cruz Roja para ofrecer su ayuda y trabajan en la actualidad.

Miles de jóvenes, miles de vivencias

Las tareas a hacer son muchas, explica Alma. ”Yo comencé haciendo llamadas por teléfono para preguntar cómo se encontraban las personas mayores y ofrecerles asistencia. Muchas de ellas -recuerda- no tienen a nadie que les dé un poco conversación; con el tiempo, algunas acaban conociéndote por la voz y entablando cierta relación. Una, incluso, me dio su número de teléfono y dirección para quedar cuando esto acabe”.

Una gran parte del trabajo se dedica a la compra y reparto de comida y medicamentos. Los tres han pasado por esta labor: ir al supermercado, hacer las compras previstas e ir, casa por casa, a entregar las bolsas a cada familia. Lo mismo con los medicamentos, “pero ahí, lógicamente, te dan las bolsas cerradas y hay una mayor discreción”, aclara Nikola.

La lista de experiencias es interminable; Nikola, Gaizka y Alma, al igual que varios miles de jóvenes en Euskadi, los están viviendo de cerca, pero sienten que su ayuda sirve para aliviar la herida: con ellos la soledad es menos soledad, el hambre es menos hambre y hacen más difícil que la brecha formativa condene al abismo social a muchos menores sin posibilidades gracias a su ayuda.

Alma Navarro: “la COVID nos ha recordado que el individualismo no ayuda a solucionar las cosas y solo a nivel colectivo podemos afrontar estos problemas”.

Gaizka, explica que “los usuarios son muy agradecidos”. Alma añade que “te encuentras con verdaderos dramas: una mujer soltera con hijos y sin trabajo, que me impactó”. Nikola recuerda el caso de una persona a la que fueron a llevarle la comida, pero que no abría la puerta. ”No paramos de llamarle a la puerta, pero no contestaba. Insistíamos, pero… nada, mientras todo el mundo que pasaba nos decía que ahí no vivía nadie -recuerda-. Hablamos con el coordinador para ver qué hacíamos. Al final, tras mucho insistir, resultó que estaba dormido y no nos había oído. Si esa persona hubiera fallecido, seguramente, nadie se habría enterado”, se lamenta.

Ahora, Gaizka estará sacando al ‘Txuski’, el perro de Maria Luisa; luego se quedará a charlar un rato con ella, quien le contará anécdotas de su vida y le arrancará una sonrisa. Nikola seguirá acompañando a esas personas sin nadie alrededor, que no pueden moverse diez metros sin un poco de ayuda y que llevan grabado a fuego cada día que miran por la ventana sin poder escapar de la soledad, mayor aún, a la que les ha condenado esta pandemia. Y Alma seguirá trabajando en ese proyecto de futuro tan ilusionante que le han propuesto: crear una radio para menores en un hospital, que les ayude a olvidar la pesadilla que están viviendo. Si hay suerte, en septiembre podremos disfrutarlo.

“¿Que qué consejo les daría a quien está leyendo esto? Ninguno -dice Nikola- No voy a soltar esas frases de ‘el voluntariado te cambia la vida’ o que ‘el voluntariado te hace mejor persona’. Creo que, quien quiera ayudar a la sociedad, puede hacerlo de una u otra manera… quien quiera hacerlo, claro está. Yo estoy a gusto donde estoy y aquí seguiré”.

Gaizka, por su parte, invita a esa reflexión que tantas veces hacen en sus aulas de Educación Social: “¿hasta qué punto este trabajo debe ser llevado a cabo solo a base de voluntariado y no sería ético la contratación de personas para llevarlo a cabo si se destinara dinero?”

Alma sentencia que “la COVID nos ha recordado que el individualismo no ayuda a solucionar las cosas y solo a nivel colectivo podemos afrontar estos problemas”.

Tres puntos de vista diferentes de estudiantes de esta Universidad que siguen sin conocerse, pero que eligieron ayudar a otras personas desconocidas, porque sintieron la necesidad de hacerlo.

 
Este reportaje pertenece a una serie de artículos publicados en Campusa, en los que hemos tratado de reconocer la tarea solidaria de todas las personas de esta comunidad universitaria que durante el estado de alarma han mostrado su compromiso social.