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Joan Mateo, secretario de Políticas Educativas de la Generalitat de Cataluña

«Que los países compitamos por el ranking de PISA es una perversión»

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 26/10/2017

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Joan Mateo y Pello Urkidi. Fotografía: Gorka Estrada. UPV/EHU

Joan Mateo ha visitado San Sebastián para participar en las Jornadas 'Evaluaciones a Gran Escala: el caso de PISA y otras evaluaciones de diagnóstico', organizadas por la Facultad de Educación, Filosofía y Antropología de la UPV/EHU y el Departamento de Educación del Gobierno Vasco. En la entrevista ha participado Pello Urkidi, profesor titular del Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la UPV/EHU.

¿Por qué son importantes las evaluaciones a gran escala como PISA?
No son importantes,  son fundamentales. En estos momentos de globalización, el tener indicadores que puedan permitir el que nos podamos situar cada país en el globo, para conocer en qué nivel estamos en cuanto a la calidad de nuestro sistema, es la mejor guía que podemos tener. Lo que pasa es que han introducido un tipo de perversión que convendrá corregir, y creo que con el tiempo se hará.

¿Cuál es esa perversión?
PISA se ha dejado arrastrar muchísimo por el éxito que provoca el que todos los países compitamos para ver quién está en el punto más alto del ranking en cada una de sus pruebas. Y esa es la perversión absoluta. Lo que hay que hacer es ver para cada país qué nivel de competencia alcanza, y analizar los que han tenido más éxito, cuáles son los otros indicadores y los contextos en los que se mueve, para poder entender por qué lo han conseguido, y poder ver en qué medida podemos adoptar algunas de esas medidas de ayuda. Todos tenemos talentos, y todos podemos aprender y enseñar a los demás. Y PISA debería propiciar eso, el intercambio de experiencias: ver lo que hacen otros, ver cuál es la causa por la cual se consiguen buenos resultados.

¿Por qué países como Corea o Singapur consiguen tan buenos resultados en las evaluaciones?
Consiguen buenos resultados, pero no gracias al sistema. Detrás hay unas familias con una cultura de competencia y competitividad muy potentes, y los alumnos, cuando acaban las clases, se pasan 3, 4 y 5 horas trabajando extraescolarmente para ser más competentes. El sistema educativo en Corea, que tiene unas de las puntuaciones más altas, es posiblemente uno de los peores sistemas del mundo. Hay un coreano que ingresa más de un millón de dólares al año haciendo de gran chamán, formando en competencias a los alumnos a través de internet. Y la gente le paga. Eso es una aberración.

¿Qué tipo de medidas se han tomado en Portugal, por ejemplo, que últimamente ha mejorado mucho su evaluación?
Portugal ha conseguido, primero, modificar el currículum; segundo, aplicar más recursos al sistema; y tercero, ha alineado todo su sistema con respecto a un conjunto de objetivos estratégicos que la gente cree en ellos. Para mí este es un elemento fundamental. Entras en la web de su ministerio, y tienen diferentes pruebas de idiomas, de inglés sobre todo, para que los alumnos puedan ellos probar cuál es su nivel, y cuál es el nivel que va a necesitar. Pero no para acreditarlo o calificarlo, sino simplemente para que conozca su propio nivel y ponga los elementos que debe poner para ir alcanzando el nivel que necesita. Es decir, han conseguido construir un relato para toda su gente, en el cual la gente ha aceptado una alineación estratégica sobre unos objetivos, que son los que persigue Europa, a base de motivar a la gente y racionalizar su proyecto educativo. A mí me parece que este es el camino.

Hay una percepción, no solo por PISA, sino también por la evaluación externa de la LOMCE, de que la comunidad educativa se ve saturada de pruebas.
En las pruebas de la LOMCE se infringen un montón de cosas. La primera: quien debe evaluar al alumno es el profesor, no el sistema. Pero el Estado pretendía controlar lo que se hacía en todas las aulas de España, a partir de comprobar niño por niño, centro por centro, comunidad por comunidad, a ver en qué medida cumplían el currículum centralizado del país, sin tener en cuenta ni los contextos, ni la autonomía de los centros, ni la diversidad del paisaje... Lo que pasó ahí es que, obviamente, la gente se resistió. Ahora se está haciendo un nuevo pacto para la educación, porque ya ven que la LOMCE hay que sustituirla, o hay que modificarla. En el momento que falla la evaluación, falla la LOMCE y falla toda la arquitectura que había generado el estado. A partir de ahí, la gente deja de ver las pruebas como una amenaza, porque saben perfectamente que en las pruebas solamente se deriva información para la mejora del sistema y del propio centro. En el momento que tú liberas a la gente de pensar que aquello es un elemento de juicio para ellos, lo toman como lo que es: un elemento que les ayuda a comprender mejor lo que está pasando en la escuela, en su materia en la enseñanza.

En otro plano, la evaluación del profesorado también causa bastante recelo…
Cuando el profesor entiende que si le evaluamos no va a ser para controlarle, sino para ayudarle a construir la manera en la que va a desarrollar su propia carrera docente personal, y cómo estratégicamente va a introducir en su propia experiencia personal lo que tiene que hacer para ir creciendo, el profesor no tiene miedo.

«Si construyéramos un espacio de oportunidades en las escuelas, la gente querría venir»

Antes la evaluación era el punto final. Ahora es el punto inicial. Porque, ¿quién sabe a dónde vamos? ¿Cómo se puede planificar en un mundo que cambia continuamente? No se pueden marcar los objetivos estratégicos si no se cuenta con modelos de evaluación que den continuamente información sobre el sistema. No se puede hacer de otra manera.

¿El futuro de la educación pasa por eliminar los exámenes trimestrales de 10 puntos?
El futuro de la educación seguro que pasa por eso. Confundimos la medición con la calificación y con la evaluación. Eso de los trimestrales de 10 puntos respondía a la lógica de la calificación. Ahora estamos hablando de otra cosa, estamos hablando de evaluación. Y la evaluación es continua. La evaluación continua quiere decir que el proceso de aprendizaje introduce en su propia lógica elementos de evaluación, para que el alumno vaya comprendiendo en cada momento cómo está aprendiendo. Es modificar la metodología del aprendizaje introduciendo los elementos de valoración de manera continuada. Eso no tiene nada que ver con los exámenes trimestrales. Vamos a una sociedad en la que el alumno ya no aprende solamente en la escuela; entonces, habrá que ver cómo introducimos eso para darle categoría de aprendizaje al alumno, para que eso también lo pueda utilizar en demostrar qué sabe y seguir adelante. Es decir, vamos a cambiar el concepto de lo que estamos haciendo. Lo que pasa es que seguiremos años evaluando aún de 0 a 10.

Y parece que las reválidas también tendrán larga vida...
El sistema educativo tiene que ser por encima de todo un sistema de oportunidades. Y estamos empeñados en que sea un sistema de barreras y problemas para que nadie tenga oportunidades. El futuro tiene que ser pensar y diseñar un sistema educativo que en lugar de convertirse en una carrera de obstáculos donde solamente los selectos lleguen al final, cambiará por un sistema en el que el final no existe, porque el final va a ser toda la vida: la gente vamos a tener que seguir aprendiendo toda la vida. Unos podrán llegar antes, otros llegarán después, pero todos tienen que llegar a tener conciencia de sus propias capacidades y oportunidades, y se tiene que poder permitir estar insertados en el mundo laboral, en el mundo real, a partir de esa formación que van recibiendo en la escuela.

En un debate llamado "Ahora es Mañana" yo planteé la necesidad de alargar la obligatoriedad de la enseñanza hasta los 18 años. Me pegaron hasta en el carnet de identidad. Y les contesté que son unos hipócritas. La clase burguesa media y media-alta no abandona a los 16 años; llegan todos a los 18 años. Los que no llegan son las clases vulnerables. La única manera de que lleguen es obligándolos. Y me decían: "¿Qué hacemos con ellos en la clase si no quieren venir?" La pregunta no es esa. La pregunta es por qué no quieren venir. Si construyéramos un espacio de oportunidades en las escuelas, la gente querría venir, la gente no es tonta. Ahora, si la escuela se convierte en una barrera de obstáculos, por supuesto que no querrá venir.