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El valle de Artikutza, una isla de biodiversidad

El vaciado del embalse de Enobieta supondrá la recuperación de uno de los entornos mejor conservado de la Cornisa Cantábrica

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Fecha de primera publicación: 30/05/2019

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Los embalses son infraestructuras esenciales para las sociedades modernas. Dependemos de ellos para el abastecimiento de agua potable, para el regadío y para la producción de energía hidroeléctrica, entre otros usos. Además, muchos embalses sirven para regular los caudales, reduciendo el peligro de inundaciones y amortiguando el impacto de las sequías.

Sin embargo, también causan importantes impactos sociales y ambientales. Su construcción anega tierras fértiles, cuando no pueblos enteros, causando el desplazamiento de la población local. Además, convierten secciones enteras de ríos en ecosistemas artificiales que, pese a su apariencia de lago, tienen escaso valor de conservación y son vivero de especies exóticas invasoras como la perca americana o el siluro.

Los embalses retienen los sedimentos que transportan los ríos, provocando la escasez de los mismos aguas abajo. En algunas zonas, esa escasez de sedimentos facilita que el mar erosione la costa, amenazando un entorno de enorme valor económico y natural. En otras zonas, la falta de sedimentos provoca la desaparición de islas fluviales, de barras de grava o arena, así como de la vegetación asociada a las mismas.

Como toda infraestructura humana, los embalses tienen una vida limitada, bien porque los objetivos para los que se construyeron dejan de tener sentido, bien por obsolescencia de la presa. En esos casos, la sociedad tiene que plantearse si merece la pena mantener dicha estructura, si hay que invertir para actualizarla, o si, simplemente, es mejor eliminarla. En nuestro país se están eliminando numerosos azudes y presas pequeñas que están fuera de uso, como presas de molinos desaparecidos hace tiempo.

 

Un poco de historia

La finca de Artikutza es uno de los entornos mejor conservados de la Cornisa Cantábrica. Este valle de casi 4.000 hectáreas fue adquirido por el ayuntamiento de Donostia-San Sebastián en 1919 para garantizar la calidad del agua, y durante casi un siglo, ha sido gestionado de forma extraordinariamente conservacionista. Fruto de esa gestión, Artikutza está hoy en día casi totalmente cubierto de bosques de gran valor de conservación, y alberga una gran biodiversidad, entre las que destacan especies como el desmán ibérico, cuyas poblaciones están en declive en la mayor parte de su área de distribución. Desde el punto de vista normativo, Artikutza es Zona Especial de Conservación dentro de la Red Natura 2000.

Artikutza alberga una gran biodiversidad

Dentro de la finca de Artikutza se encuentra el embalse de Enobieta, construido entre los años 1947 y 1953 con el objetivo de asegurar el abastecimiento de agua a la ciudad de Donostia-San Sebastián. Se trataba de un embalse de 1,63 Hm3 de capacidad, formado por una presa de hormigón de 42 metros de altura. Durante su construcción se evidenciaron problemas de estabilidad en el estribo izquierdo, que al no poderse solucionar obligaron a modificar la presa, rebajando el aliviadero, entre otros cambios. Aun así, el embalse de Enobieta siguió registrando problemas de estabilidad, así como niveles de metales en aguas que sobrepasaban frecuentemente los límites legales. Ante esa situación, en 1976 se construyó el embalse de Añarbe, de 44 Hm3 de capacidad, varios kilómetros río abajo, con lo que el embalse de Enobieta dejó de utilizarse. Los problemas de origen y la falta de mantenimiento posterior han llevado a que la presa de Enobieta se califique como de categoría A según el Reglamento Técnico de Seguridad de Presas y Embalses, es decir, la categoría de menor seguridad.

La eliminación de presas es una actividad cada vez más frecuente como consecuencia del gran número de presas obsoletas o en desuso. La eliminación de azudes es relativamente sencilla, pero la eliminación de grandes presas es técnicamente más complicada y hay mucha menos información al respecto. Por ahora la de Enobieta es la presa más grande que está previsto poner fuera de servicio en Europa, por lo que ofrece una oportunidad única para evaluar los efectos de esta actividad sobre la biodiversidad y el funcionamiento de uno de los ríos mejor conservados de la Cornisa Cantábrica.

 

Proyecto Desembalse

El proyecto Desembalse pretende evaluar el efecto de la puesta fuera de servicio de un embalse en los valores de conservación, en la biodiversidad y en el funcionamiento de los ecosistemas fluviales. La hipótesis de partida es que el vaciado del embalse supondrá una transformación radical en la estructura y funcionamiento del área anegada, un impacto inicial aguas abajo de la presa por el arrastre de sedimentos y materia orgánica, y una rápida recuperación de los ecosistemas fluviales como consecuencia del elevado dinamismo de esos arroyos de montaña. La recuperación del bosque terrestre en las zonas emergidas, por supuesto, ocurrirá en un marco temporal mucho más largo.

Se empiezan a observar los primeros efectos en los hábitats fluviales

El proyecto, dirigido por el catedrático del Departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, Arturo Elosegi Irurtia, comprende el estudio de la cuenca antes del vaciado, en la fase de máximo impacto potencial (vaciado) y en la fase de recuperación temprana. En estos momentos, ya se ha completado el vaciado total del embalse y se empiezan a observar los primeros efectos en los hábitats fluviales aguas arriba de la presa. “En la parte antes anegada por el embalse, el río está excavando un cauce, que coincide casi exactamente con el que tuvo antes de la construcción del embalse. El hábitat típico de rápidos y pozas está aún sin formar, para eso es necesario que haya algunas crecidas y la primavera está siendo muy seca, pero esperamos que la recuperación sea rápida, ya que los arroyos cantábricos son muy dinámicos”, explica Arturo Elosegi.

Si atendemos a la flora y fauna de ese espacio, dicho tramo está siendo ahora recolonizado por invertebrados que vienen de aguas arriba. “La mayor parte de los peces ha abandonado el tramo, porque el hábitat es poco adecuado para ellos, pero esperamos que, conforme se recupere el hábitat, las comunidades vuelvan a instalarse”, puntualiza el investigador.

Como indicaba la hipótesis de partida, una de las primeras incertidumbres era el impacto inicial en la calidad del agua por el arrastre de sedimentos y materia orgánica tras el vaciado total del embalse. Según los análisis efectuados por los investigadores en los puntos de control establecidos, sí ha habido un aumento de la turbidez del agua, pero en ningún momento ha escaseado el oxígeno. “En consecuencia, los impactos más negativos que podríamos temer no han ocurrido. Por otra parte, cuando el embalse estaba lleno, en verano detectábamos altas concentraciones de metales aguas abajo, causadas por la baja concentración de oxígeno en el fondo del embalse. Vamos a ver qué pasa este verano, pero parece que esos metales van a dejar de ser un problema”, confirman los investigadores.

 

Modificaciones en el ecosistema

En la zona del embalse se ha pasado de un ecosistema dominado por el plancton a un río incipiente. Cuando el embalse estaba lleno, liberaba gran cantidad de metano, un potente gas de efecto invernadero. En el momento que se ha vaciado, ha desaparecido ese efecto. En cuanto al ecosistema aguas abajo del embalse, aún no se tienen muchos datos, ya que sólo han pasado unos pocos meses.

El ecosistema se está ajustando a las nuevas condiciones

Por otra parte, las comunidades de fauna fluvial y flora aún se están ajustando a las nuevas condiciones. En lo que fue el embalse, dependen de la recuperación del hábitat físico. Aguas abajo, se espera que las comunidades de invertebrados, que estaban afectadas negativamente por los metales, se recuperen. “Con el tiempo –comenta Elosegi-, el Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián va a acondicionar el desagüe de la presa para que sea transitable por los peces y por otros organismos como el desmán ibérico. Aún no lo es, o al menos, no puede ser pasado de abajo hacia arriba, por lo que el efecto barrera no ha desaparecido todavía”.

Tras el vaciado, ha emergido la parte anegada del valle, donde hay depósitos de lodos. Estos se están secando, estabilizando, y están siendo rápidamente colonizados por la vegetación. El hábitat fluvial se está recuperando poco a poco y, con él, las comunidades se están recuperando, haciendo que el funcionamiento del ecosistema se recupere también.

¿Qué deparará el futuro? El catedrático de la UPV/EHU apunta algunas de las claves de los próximos años. “Artikutza es la joya de la corona en la Cornisa Cantábrica oriental. Dentro de 15 años esperamos que lo que fue el embalse esté totalmente cubierto de vegetación, las riberas del arroyo cubiertas de bosque y las comunidades serán similares a las de los demás arroyos del valle. En cuanto a la presa, dado que su eliminación requeriría retirar el equivalente a 100.000 camiones de hormigón, se va a dejar en su sitio, pero eliminando el efecto barrera actual. Será impresionante cuando la gente vaya paseando por la orilla del arroyo, en medio de un bosque natural, y se encuentre con un muro de 42 metros de alto, posiblemente cubierto de musgo y de raíces. El plan es que haya un paso para atravesar el muro, así como  acceso a la sala de compuertas interior. Será un recordatorio de por qué se ha protegido el valle de Artikutza durante un siglo”.