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Guggenheim y dólmenes en Kuartango

Investigadores de la UPV/EHU sacan a la luz un gran complejo megalítico de hace unos 5.500 años

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Fecha de primera publicación: 28/10/2021

Equipo de trabajo en el dolmen de San Sebastián Sur.
Equipo de trabajo en el dolmen de San Sebastián Sur. Foto: UPV/EHU.

En las últimas décadas Bilbao no solo ha cambiado su fisionomía, sino que ha conseguido, en relativo poco tiempo, que su imagen por el mundo sea ahora más amable y cosmopolita. Y todo se inició con la construcción del museo Guggenheim: la capacidad transformadora de ese edificio se ha sobrepuesto al reciente pasado industrial de Bilbao. No es un caso único, pues son muchas las ciudades que enseguida vinculamos con un monumento propio: París y la torre Eiffel, Roma y el Coliseo, Praga y el puente Carlos… Tienen en común que son los primeros lugares que visitamos al llegar a esos destinos: por su singularidad y su potencial para asombrarnos, nos enriquecen.

También el pequeño y hermoso valle alavés de Kuartango posee un conjunto de monumentos fuera de serie, que nos asombran.  En una amplia campa entre las localidades de Anda y de Katadiano, cerca del cauce del río Bayas, San Sebastián norte y sur, y Gurpide norte y sur son cuatro construcciones megalíticas ciertamente llamativas. A diferencia del Guggenheim, con casi dos décadas y media de existencia, están ahí, vigilando y definiendo el paisaje del valle, desde hace unos 5.500 años. Y es que los dólmenes son las arquitecturas construidas más antiguas que se conocen en nuestro territorio, y comparten toda una peculiar historia con los varios miles, más o menos similares, repartidos por la mayor parte de Europa. El pequeño y recóndito valle de Kuartango estaba, hace más de 5 milenios “a la última”. Las comunidades que allí vivían compartían con todos los europeos una “red social” muy bien tejida y sorprendentemente dinámica. Ya estaban “enganchados” a las redes mucho antes de que alguien pensara en crear Facebook y similares.

Alfonso Alday, profesor del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, comanda los trabajos arqueológicos que están poniendo en valor los dólmenes de Kuartango. Luis Miguel Martínez Torres, del Departamento de Geología, arqueólogos profesionales y otros investigadores y alumnado de la UPV/EHU participan también en las labores de campo, en la reconstrucción virtual de los yacimientos y en la política didáctica que se pondrá a disposición de quienes gusten de visitar el lugar. El ayuntamiento de Kuartango, la Diputación Foral de Álava y el Gobierno Vasco, empujando todos en la misma dirección, dan el apoyo administrativo y económico necesario. “Son eficientes aliados en un trabajo iniciado en 2020 y que se cerrará, en primera instancia, en 2022”, destaca Alday.

A todos nos impacta la belleza y el desafío técnico de la obra de Frank Gehry, pero seguramente no menos perplejidad causaba a quien, en tiempos Neolíticos y Calcolíticos, conocía y observaba por primera vez un dolmen, sintiendo, a la vez, un profundo respeto por los muertos que en ellos descansaban. Tengamos en cuenta que, al menos en nuestro contexto geográfico, los poblados de aquellos remotos tiempos reunían unas pocas y endebles cabañas levantadas con material vegetal con, a su alrededor, algunos silos excavados para guardar la cosecha y una empalizada para el ganado, el cual, junto a los pastores, pasaban muchos días del año encerrados en abrigos y cuevas como la de Santa Coloma, también en el Valle de Kuartango. Sencillas construcciones para vivir, complejas edificaciones -los dólmenes- para morir.

«En la Prehistoria ya supieron de la capacidad de los monumentos singulares para transformar los paisajes»

“Cuando algún alumno me pregunta para qué sirve el conocimiento de la Prehistoria, no le contesto que para narrar historias más o menos curiosas del pasado. Intento mostrarle, quiero convencerle, de que muchas de las claves de nuestra sociedad están ahí, en aquellos tiempos. Fue entonces cuando supimos de la capacidad de los monumentos singulares para transformar los paisajes a nuestra manera, para antropizarlos. Y no hemos dejado de construirlos”, explica el arqueólogo de la UPV/EHU.

Edificaciones complejas y colectivas

Los dólmenes no dejaban de ser emblemas sociales levantados con toda la energía programada, dirigida y acumulada por hombres y mujeres, por adultos, jóvenes y niños. Sus obras, quizá al menos para los de mayores dimensiones, tardaban varios años y necesitaban conocimientos de arquitectura, de albañilería, de geología, de cantería… Se extraían, modelaban y transportaban grandes losas (en Kuartango, confirma el geólogo, del propio valle, pero en el reciente panteón descubierto a las puertas de Vitoria-Gasteiz, ¡desde una decena de kilómetros!). Con ayuda de poleas, estacas, puntales, cuerdas (¿andamiajes?)… se levantaban losas de varias toneladas de peso para hacer un edificio complejo y autosustentante. Y ese esqueleto se cubría con un túmulo de piedra y arcillas que requería la extracción y transporte de kilos y kilos de material: se necesitarían picos, palas, cestos… En las campas de Kuartango lo que parecen pequeñas colinas son dólmenes camuflados que encierran ideas y sueños que hoy también mantenemos.

Unos esfuerzos y unos intereses en los que participan toda la sociedad con la excusa de programar la muerte de sus miembros. Porque el fin de los dólmenes, además de dejar una huella eterna en el paisaje, era inhumar en ellos a los recién fallecidos.

“Pero a menudo la historia de cada dolmen es más compleja de lo que nos parece a simple vista -relata Alday-. Muchos de ellos narran una biografía fascinante, donde el primitivo edificio es, tiempo después, remodelado parcial o totalmente, o remonumentalizado o, incluso, condenado, esto es, destruido, para levantar, o no, otro. Funcionaron a la manera de nuestras catedrales, donde el estilo románico es “recrecido” por el gótico y ése por el renacentista, y entre medio cambia la liturgia de los actos. Bastantes de los dólmenes recibieron enterramientos a lo largo de dos mil años, y en ellos realizaron variados ritos que, en ocasiones, incluyeron banquetes regados con bebidas similares a nuestras cervezas”.

«Los enterramientos muestran que las sociedades eran cada vez más complejas»

Los arqueólogos creen saber que los enterrados en las primeras fases del megalitismo gozaban de un estatus aproximadamente similar y, aunque algunos muertos se acompañaban de ajuares, esos eran, salvo por excepcionales elementos, poco llamativos. Sin embargo, pasado el tiempo, las nuevas generaciones parece que seleccionaban a quienes tenían derecho a morar en los dólmenes, y los ajuares se enriquecen con materiales que señalaban su riqueza, estatus y poder. “De esa segunda fase son los primeros objetos de metal, la cerámica campaniforme o las cuentas de collar en materias semipresiosas y alóctonas. Nos señalan que la sociedad era cada vez más compleja, que empieza a estratificarse en un momento de importante florecimiento económico”, señala el profesor de la UPV/EHU.

Los recientes estudios de genética confirman lo que los arqueólogos ya sospechaban según la circulación de esos materiales tan especiales: el movimiento de personas por todo el continente era moneda común: “Las redes sociales estaban en su apogeo”.

Investigación multidisciplinar

“Con lo que den de sí las excavaciones ensayaremos estudios de polen para conocer el clima y el paisaje en tiempos dolménicos en el valle de Kuartango; de antropología física y biológica para saber más de quienes vivieron en el valle; de carbono 14 para asegurar la antigüedad de los dólmenes; de geología, ceramología, lítica… Vamos, que nuestra intención es implicar en los estudios a más colegas de nuestra Universidad”, detalla Alday.

Regresando a Bilbao: el Guggenheim incentivó muchos otros cambios en la villa (“¡Hasta tuvieron que hacer un nuevo San Mames!”) y situó a la metrópoli en las coordenadas sociales de este nuevo siglo XXI. En Kuartango, los dólmenes también nos señalan las capacidades transformadoras de las comunidades prehistóricas allí asentadas, de cómo se interesaban por aprender y asimilar “lo último”, de cómo aunaban esfuerzos colectivos.

Para el profesor del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología, “muestran cómo hemos sabido y querido conducirnos para dotarnos de identidad social, y también la manera especial de relacionarnos con la naturaleza modelándola a nuestro capricho. ¿No son acaso lecciones del pasado sobre nuestra vida actual? Cuando desde la UPV/EHU investigamos el pasado conocemos el presente. No lo deberíamos olvidar. Contrariamente, deberíamos reforzar ese conocimiento en nuestros planes de estudio y en los esfuerzos para la investigación”.

“Permitid que termine con una breve nota de humor: he pretendido ubicar a Bilbao y alrededores a la altura del valle de Kuartango, y no al revés, porque ese es el orden histórico de las cosas”, concluye.