Estas últimas semanas muchos rincones del País Vasco se han convertido en territorios fríos. Este mi rincón, sin embargo, me acoge con calidez todas las semanas, cada vez que me permite construir fotografías concretas con las palabras y sonidos que se trasmiten desde allí.  

La mayoría de las veces entro a oscuras; los estudios de radio de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación tienen luz propia. Está dividida en dos espacios: sala de control –estética– y estudio –ética–. Las lucecitas azules y rojas se intercalan en la torre y en la mesa de audio de la sala de control, y la pantalla del ordenador muestra un brillo verde rectangular al espacio aislado de voces y sonidos del exterior; fuera hace frío, naturaleza muerta, aquí vivimos sumergidos en nuestras pequeñas revoluciones.  

Sentada a la mesa de audio, puedo observar el festival de danza que sucede al otro lado del cristal; cuatro micrófonos y sus correspondientes auriculares gigantescos. Los alumnos de la facultad utilizan este espacio conocido como el laboratorio de radio o Audiolab. Cuando entran por primera vez, miran avergonzados, dudosos alrededor. Cuando se atreven a tocar y probar el material, entonces sí, algunos, poco a poco, encuentran su lugar en el estudio, frente al micro; otros se quedan en la mesa de control, modulando las voces y sonidos de sus compañeros.  

Aquí coinciden los periodistas del futuro y los profesores; dan forma a las historias, reales o de ficción, que algún día transmitirán por las ondas.  

Se ha encendido la luz roja. Silencio. Estamos en el aire. 

Este es el lugar elegido por Irati Agirreazkuenaga, profesora del Departamento de Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación. Ella es también la autora de las líneas anteriores. 

Cómo llegar: 43°19'52.2"N 2°58'00.8"W