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Investigador y profesor de Ingeniería civil en la Escuela de Ingeniería de Bilbao

Heriberto Pérez: «Cuando se habla de vehículo privado, también hay que pensar en la bicicleta»

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 14/05/2020

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Heriberto Pérez: Foto: Tere Ormazabal. UPV/EHU.

Heriberto Pérez Acebo, ingeniero de caminos, canales y puertos, es experto en transporte y movilidad. El profesor e investigador de la UPV/EHU augura un nuevo concepto de movilidad donde la bicicleta y el peatón deberían ganar espacio en detrimento del automóvil. “Se puede aprovechar este momento para cambiar ciertas inercias y dar más protagonismos a otros medios de transporte más sostenibles, redistribuyendo el espacio urbano”, reivindica.

Todo indica que las medidas de distanciamiento durarán meses y esto va a hacer complicado que el funcionamiento del transporte público sea como antes, ¿veremos un repunte del coche?

Sí, una de las primeras acciones que hizo la gente es utilizar el transporte privado para evitar el transporte público y así poder mantener la denominada “distancia social”. En las semanas de confinamiento más extremo, esto podría ser una solución provisional, ya que hay poco tráfico en las carrete,ras, y por tanto, resultaba adecuado que los denominados trabajadores esenciales fueran al trabajo en su vehículo particular, como además, fue promovido por el Ministro de Transportes y Movilidad Urbana. Sin embargo, no todos los trabajadores pueden ir en vehículo privado al trabajo, y por tanto, se hizo necesario mantener el transporte público. Sí, existe un riesgo real de que la gente abandone el transporte público, que ha costado tanto que sea utilizado. Habrá un aumento del coche y podrá haber un mayor uso de la bicicleta en la medida en la que se facilite su uso.

Ese incremento del coche, por ejemplo, ya se ha vivido en China tras el confinamiento.

Sí, ese auge se ha visto en China y en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, donde el transporte público es usado principalmente por los usuarios cautivos, aquellos que no tienen otra posibilidad de realizar el viaje (gente con pocos recursos, sin carné de conducir, etc.), se está viendo un aumento de adquisición de vehículos por estos usuarios, que son la base del transporte público.

El transporte público ya se ha adaptado: obligación de mascarillas, desinfecciones diarias, restricciones de aforo y aumento de frecuencias. ¿Será suficiente?

Habría que destacar la rápida adaptación del transporte público a la nueva realidad: desinfecciones diarias de los vehículos, o incluso con mayor frecuencia en ciertos elementos; restricciones como usar las puertas traseras en los autobuses y así evitar el contacto con el conductor; dejar asientos libres para mantener las distancias; la imposición del uso de mascarillas en el transporte público en general, etc. Sin embargo, si esas medidas son suficientes para evitar el contagio solo nos lo podrá decir un conocimiento más profundo de los modos de transmisión del virus.

«El transporte público no es capaz de trasladar los volúmenes anteriores a la crisis»

Por otra parte, si volviera la demanda del transporte público previa a esta crisis, con los medios actuales y con el mantenimiento de la distancia social, no podríamos hacerle frente. No se dispondrían de vehículos, conductores, medios, etc. para ser atendida esa demanda igual a la previa.

Ciudades de todo el mundo han puesto sobre la mesa planes temporales para crear carriles bici. El presidente francés Emmanuel Macron, por ejemplo,  ha creado una comisión nacional para explorar el papel de la bici en la nueva movilidad. ¿La bicicleta tendrá un papel tan fundamental en los municipios?

Sí, tendrá un papel trascendental. Me gusta un resumen que ha hecho el presidente de la SNCF (Société Nationale de Chemin de Fer), la empresa ferroviaria pública francesa, en un tuit: “Si nos desplazamos tanto como antes de la crisis, los trenes solo pueden transportar el 20% del volumen de viajeros que transportaban antes. Necesitamos bicicletas. Si no, cada uno se sentará en un coche para ir a ningún lugar.” Es el mejor resumen que se puede hacer. El transporte público no es capaz de transportar los volúmenes anteriores a la crisis con la distancia social de 2 m. Aunque hubiera más autobuses y trenes disponibles y más conductores, existen problemas técnicos que impiden que se hiciera frente a esa demanda: distancia mínima entre trenes, distancias entre autobuses. Por ejemplo, si ponemos autobuses cada 5 minutos, con un par de semáforos, en una ciudad se habrían alcanzado, e irían uno detrás del otro, y, por tanto, no resulta operativo.

«Este momento tiene que ser aprovechado para fomentar el uso de la bicicleta y el patinete eléctrico»

¿Y la solución es la bicicleta?

La solución es que, cuando se habla de vehículo privado, no solo hay que pensar en el coche, también existe la bicicleta. Por eso reclamaba el presidente de la SNCF que este momento tiene que ser aprovechado para fomentar el uso de la bicicleta. Además, añadiría que no solo tiene que ser la bicicleta, ya que todos conocemos otros nuevos medios de transporte que están apareciendo, la denominada nueva movilidad, como los patinetes eléctricos. También ellos necesitan más espacio. Y cuanto mayor es la oferta de espacio para bicicletas y otros medios, más se utilizan. Aun así, es verdad, y hay que reconocerlo, no todos los viajes al trabajo pueden ser realizados en bicicleta o en patinete eléctrico. Pero si se consigue desplazar una parte a estos medios, se obtiene un gran beneficio.

El desequilibrio entre el espacio reservado para los automóviles y el destinado para los peatones en las ciudades se hizo patente estos últimos fines de semana en muchas capitales en las que las aceras se quedaron pequeñas para acoger a toda la gente que salió a pasear o hacer deporte. ¿Tiene sentido dedicar el 80% del espacio público al vehículo privado a la vez que miles de ciudadanos saturan las aceras?

Es cierto que se vio que había una desproporción entre el espacio para peatones y vehículo en las ciudades estos fines de semana, pero habría que tener en cuenta que se dan circunstancias excepcionales. Se permitió dar paseos a la gente, que hasta entonces llevaba casi 50 días confinadas, y solo lo podían hacer en su propio municipio. Por tanto, en estas circunstancias, con casi toda la población aprovechando que se podía salir de casa después de tanto tiempo, solo pudiendo hacerlo por el municipio y, además, añadiendo que hay que guardar esa distancia social, hizo que pareciera que todo estaba abarrotado. Por fortuna, en las principales ciudades se están dando pasos para que los fines de semana ciertas calles sean de uso exclusivamente peatonal, lo cual se agradecerá. Sin embargo, se trata de una medida provisional, sin mayor recorrido.

¿Pero no crees que se abre una oportunidad para redistribuir el espacio urbano?

Sí, y debe ser aprovechada. Siempre se dice que las épocas de crisis son momentos para cambios, para transformaciones, y de igual manera que esta crisis ha permitido mejorar la calidad medioambiental en las ciudades, se puede aprovechar este momento para cambiar ciertas inercias y dar más protagonismos a otros medios de transporte más sostenibles en las ciudades, redistribuyendo el espacio urbano. No solo se tienen que quedar en medidas puntuales, como impedir la circulación por una calle, sino en otras que permanezcan tras esta crisis: más bidegorris, mayores aceras, más protagonismo para el peatón en las ciudades, un mayor servicio de préstamos de bicicletas, etc. Esas medidas quedarán. Ciudades como Bogotá ha ampliado sus kilómetros de carriles bici, y esas soluciones permanecerán. Y en otras ciudades del mundo, incluso de Estados Unidos, se cierran carriles de grandes avenidas para que funcionen como carriles bici.

¿Propondrías una moratoria en la ampliación de autopistas y autovías, y que ese presupuesto se destine a medidas que favorezcan el transporte público, como, por ejemplo, la obligatoriedad de carriles bus en todas las entradas a la ciudad, por ejemplo?

No creo que sea un problema de presupuesto. Es cierto que las nuevas autopistas y autovías suponen un gran coste para toda la sociedad, pero esas otras medidas para favorecer el transporte público no suponen un coste tan importante. Ampliar un carril bici, eliminar un carril de la circulación en una gran avenida y conseguir un carril bici o una ampliación de una acera no suponen un gran coste para ninguna administración. Es una cuestión de actitud y no tanto de presupuesto. De la misma manera, un carril bus en la entrada de las grandes ciudades no supone un gran desembolso: unos bolardos para proteger ese carril, unas modificaciones en los semáforos. Se trata más de voluntad política y en conseguir justificar ante la opinión pública la eliminación de una entrada principal a una gran ciudad, la cual, normalmente puede estar saturada.

¿Qué pedirías a los gobernantes que toman decisiones en el ámbito de la movilidad?

Simplemente pediría una mayor visión de futuro a los que toman decisiones para aprovechar el momento y conseguir resolver otra de las crisis que amenazan a la humanidad, el cambio climático, que, como parece a más largo plazo, no nos preocupa de manera tan inmediata.