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La historia del miliciano Manuel

Las excavaciones arqueológicas de la UPV/EHU en el monte San Pedro hallan abundante material de la Guerra Civil

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Fecha de primera publicación: 30/11/2018

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Chapa identificativa del miliciano Manuel Mogrovejo hallada en el monte San Pedro. Foto: UPV/EHU.

Las excavaciones que un equipo de la UPV/EHU está realizando en el monte San Pedro de Beratza, a caballo entre los municipios de Orduña y Amurrio, ha sacado a la luz nuevos restos de la Guerra Civil. Entre ellos, la chapa de identificación de un superviviente del campo de concentración nazi de Mauthausen-Gusen, Manuel Mogrovejo.

Este año, los trabajos arqueológicos en el monte San Pedro comenzaron el 15 de octubre y han sido liderados por el investigador de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea Josu Santamarina Otaola. Las excavaciones se han centrado principalmente en la documentación topográfica y arqueológica de varios tramos de trincheras dentro de un complejo sistema fortificado republicano compuesto también por varios nidos de ametralladoras, pozos de tiro, refugios y hasta una galería excavada en la roca de más de 40 metros de largo. En uno de los tramos de trinchera, durante el proceso de excavación, el equipo encontró una chapa ovalada en la que se puede leer: “MILICIANO MANUEL MOGROBEJO”. Las letras se encuentran incisas en el metal y en los dos extremos se aprecian dos agujeros que presumiblemente servían para atar una cuerda o correa con la que llevar la identificación.

Esas chapas fueron de uso común por parte del Ejército Vasco. Desde la Guerra Civil Americana (1861-1865), los conflictos bélicos fueron haciéndose cada vez más letales y masivos en cuanto al uso de medios tecnológicos y humanos. Dentro del gran proceso histórico de recrudecimiento de la guerra, la Guerra Civil en Euskadi fue un gran ejemplo de guerra total, en la que la capacidad destructiva se revelaba a una escala antes inimaginable. “Pensemos, por ejemplo, en los bombardeos de Durango y Gernika por parte de aviones italianos y alemanes. En ese sentido, la necesidad de identificación de los combatientes muertos o heridos era acuciante. Y así es como durante la guerra, se estableció un sistema de placas identificativas que los soldados debían portar consigo, o bien como colgantes en sus cuellos o en las muñecas”, explica Josu Santamarina. En los últimos años, la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha llevado a cabo un trabajo de sistematización documental de esas placas revelando así su funcionamiento.

En cualquier caso, la chapa hallada en San Pedro parece ser de fabricación más o menos casera y se corresponde con la identidad del miliciano Manuel Mogrovejo Arnaiz. Gracias al trabajo documental en archivos históricos, el equipo de la UPV/EHU ha conseguido algunos datos más sobre su historia.

 

Joven miliciano

Este joven era natural de Amorebieta, nacido el 6 de octubre de 1918, y en agosto de 1936, al comienzo del conflicto, ya era miliciano en el batallón comunista Leandro Carro, con sólo 17 años. Su hermano José Luis combatía en el mismo batallón. El batallón Leandro Carro se componía principalmente por militantes izquierdistas de toda Bizkaia y se hallaba en la zona del Alto Nervión desde agosto de 1936, cuando acudió a allí para hacer frente a un ataque sobre Orduña. El Leandro Carro entró también en acción a principios de diciembre de 1936, cuando en el marco de la ofensiva republicana de Villarreal, varios batallones vascos atacaron las posiciones franquistas de los montes de San Pedro y Txibiarte. Tras varios días de combates, el Ejército de Euzkadi consiguió conquistar esas posiciones.

Durante los meses siguientes, el batallón Leandro Carro, que tenía su cuartel en el edificio de la Aduana de Orduña, se turnó con el batallón nacionalista vasco Araba en la defensa de San Pedro cada 8-10 días. Hasta el mes de mayo de 1937 reinó cierta calma en ese sector del frente vasco, con algunos intercambios de tiros ocasionales. Los combatientes comunistas y jeltzales se dedicaron a construir nuevas fortificaciones en el monte, teniendo que esculpir la roca caliza para así emplazar sus trincheras y puestos de tiro.

A principios de mayo de 1937, el batallón Leandro Carro, junto a otros batallones de la V Brigada, fue enviado a la zona de Mungia, con el objeto de prestar su apoyo en los duros combates que se estaban librando en aquel momento. Y es que, en aquella primavera, Mola lideraba una terrible ofensiva sobre Bizkaia, que ya se saldaba con episodios tan traumáticos como los bombardeos de decenas de pueblos y ciudades (Durango, Eibar, Gernika, Amorebieta, Bilbao, etc.) y batallas como la del monte Sollube. “Por lo que se sabe por el momento, el miliciano Manuel Mogrovejo sobrevivió a todas estas vicisitudes y se encontraba vivo todavía en julio de 1937, cuando aparece su firma en la nómina del batallón. En ese momento, Bizkaia se hallaba ya en manos de Franco y el Ejército Vasco se retiraba hacia Santander”, comenta el investigador de la UPV/EHU.

Con la caída del Frente Norte, Manuel Mogrovejo cruzó la frontera francesa y el 5 de abril de 1939, cuatro días después del final oficial de la Guerra en España, fue internado en el campo de concentración francés de Gürs, donde tuvo que vivir en un barracón como refugiado. Un poco más tarde, en diciembre de 1939, Mogrovejo se hallaba enrolado en la Legión Francesa y escribía a Julio Jáuregui, encargado vasco de atender y ayudar a refugiados y exiliados republicanos, con el objeto de obtener dinero para así hacer frente a su precaria situación económica. La carta, encontrada en el Archivo General de Euskadi, se escribió desde la localidad de La Valbonne, en el Mediterráneo francés.

 

Mogrovejo fue uno de ellos

Sin embargo, la ya tortuosa vida de Manuel Mogrovejo iba a tornarse aún más dramática cuando, como consecuencia de la ocupación alemana de Francia en 1940, fue hecho prisionero e internado en uno de los campos de prisioneros de guerra más grandes del III Reich: el Stammlager XVII-B Krems-Gneixendorf, en la actual Austria.

Poco tiempo más tarde, en calidad de "deportado", al igual que otros muchos prisioneros republicanos españoles, fue trasladado al tristemente célebre campo de concentración de Mauthausen-Gusen, también situado en Austria. Por ese campo pasaron unos 10.000 prisioneros, muchos de ellos republicanos. Tal y como se representa en la recientemente estrenada película ‘El fotógrafo de Mauthausen’ (Mar Targarona, 2018), los prisioneros llevaban el conocido uniforme a rayas azules y se les identificaba con un triángulo azul (distintivo de los "apátridas") con una "S" escrita de Spanier. Sólo 2.500 prisioneros consiguieron sobrevivir al tormento nazi en Mauthausen. Este vecino de Amorebieta y militante comunista, con 26 años, fue liberado por tropas norteamericanas el 5 de mayo de 1945.

Por el momento, la investigación histórica continúa. La última pista encontrada sobre la vida de Manuel Mogrovejo tras todas esas penurias, le sitúa en Barcelona, en 1959, momento en el que, según un número del Boletín Oficial del Estado (BOE), la Justicia Civil franquista menciona su nombre, citando que se encuentra residiendo en la Ciudad Condal, que es maestro artesano y que se le acusa de "usurpación de funciones y tentativa de estafa" cometidos en 1942, siendo eso algo imposible en tanto que no se encontraba en España en aquel momento, sino como prisionero en Mauthausen. Esta última referencia histórica tal vez pueda relacionarse con las represalias a las que podían querer someter a Manuel las autoridades de la Dictadura.

El equipo de investigación de la UPV/EHU ha establecido contacto con dos sobrinas de Manuel Mogrovejo, residentes en Argentina, y que han sido localizadas gracias a la ayuda del Euskal Prospekzio Taldea. La búsqueda de más familiares de Manuel continúa.

 

Otros hallazgos de la campaña

Esta tercera campaña de excavaciones arqueológicas en el monte San Pedro ha guardado aún más hallazgos de excepción. Y es que, este rincón del territorio vasco, en el límite provincial entre Álava y Bizkaia, alberga el que probablemente sea el paisaje arqueológico mejor conservado de la Guerra Civil.

Hay que destacar que en la excavación de un tramo de trinchera que da acceso a un nido de ametralladoras, se ha encontrado abundante material procedente de la "Batalla de San Pedro" (finales de mayo de 1937). Ese fue uno de los últimos combates en la campaña franquista sobre Bizkaia y consistió en una gran ofensiva llevada a cabo por bombarderos alemanes de la Legión Cóndor, carros de combate italianos y la aguerrida infantería de la III Brigada de Navarra. Las fuerzas republicanas del Ejército Vasco, concretamente la XIII Brigada Vasca, destacada en la zona desde hacía un par de semanas, poco pudo hacer ante semejante ataque. La resistencia fue efímera el primer día de la batalla, el 26 de mayo de 1937, y la huida republicana debió ser desesperada y terrorífica.

En relación con aquel momento, el equipo arqueológico ha hallado decenas de casquillos de diversos calibres y procedencias (Checoslovaquia, Francia, Polonia, Estados Unidos, Rusia, Alemania, etc.), objetos cotidianos como hebillas de cartuchera y de tirantes, cucharas y tenedores, botellas de vidrio, botones de camisa, algunos fragmentos de papel escrito (aún sin identificar) y, lo más asombroso, una caja de munición para ametralladora Hotchkiss completa, con toda la munición (calibre 7mm) sin disparar. “Estamos hablando de más de 100 cartuchos completos. Es muy posible que esa munición estuviese preparada para ser utilizada en la defensa de San Pedro desde ese nido, pero el avance franquista impidió su uso. El hallazgo de una caja de munición completa y sin usar es un caso casi único en la Arqueología de la Guerra Civil”, destaca Santamarina.

Ahora, el trabajo con los materiales continúa en los laboratorios de la UPV/EHU y pronto habrá más novedades sobre los descubrimientos hechos en el monte San Pedro. Un lugar que poco a poco emprende el camino de su puesta en valor como foco de memoria y como espacio de conocimiento compartido en clave de Derechos Humanos.