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Aitor Larrañaga Arrizabalaga y Arturo Elosegi Irurtia

Los eucaliptales: una amenaza para los ríos y arroyos

Profesores del Departamento de Biología Vegetal y Ecología

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 30/05/2019

Arturo Elosegi y Aitor Larrañaga
Arturo Elosegi y Aitor Larrañaga. Foto: Mikel Mtz. de Trespuentes. UPV/EHU.
Este artículo se encuentra publicado originalmente en The Conversation.

 

El sector forestal vasco está en crisis, afectado por las continuas enfermedades y el desplome del precio de la madera. En los medios de comunicación se ha discutido mucho sobre la enfermedad de la 'banda marrón' que está arrasando los pinares y sobre las posibilidades y riesgos de las fumigaciones con óxido de cobre. Lamentablemente, se está hablando menos de la expansión del eucaliptal conforme los pinos desaparecen.

Nuestro grupo lleva 30 años investigando los efectos de las actividades humanas sobre los ríos, gracias a proyectos de investigación financiados desde el nivel local al europeo. Entre otros, nos hemos centrado en las actividades forestales, muy extendidas en el País Vasco, para lo que hemos combinado estudios de campo y laboratorio. Fruto de estos trabajos, hemos publicado numerosos artículos científicos en revistas internaciones sobre el efecto de los eucaliptales en los ríos.

 

¿Por qué preocupa el eucalipto a los ecólogos?

Los ríos están íntimamente ligados a su cuenca. Desde la cuenca les llega la hojarasca de los bosques circundantes, fuente de alimento principal para muchos organismos fluviales, pero también otras muchas sustancias, como nutrientes y contaminantes. Por eso, el estado de conservación de la cuenca y el tipo de vegetación en la misma tienen un gran efecto sobre el estado de los ríos.

Nuestros trabajos han mostrado que los eucaliptales afectan claramente a los ríos de la cornisa Cantábrica. Sus hojas son tóxicas para la mayoría de animales. Los ríos bajo eucaliptal reciben menos hojarasca y de peor calidad que los que discurren bajo bosques autóctonos, lo cual acaba alterando las comunidades, principalmente de hongos e invertebrados. Estos últimos son menos abundantes, crecen menos y mueren antes en ríos bajo eucaliptal.

Los peces, que se alimentan de invertebrados, ven reducida su abundancia. La madera muerta, tan importante para la salud de los ríos, también es escasa bajo eucaliptal. Incluso la recuperación de las comunidades fluviales tras las sequías se ve ralentizada en estos ríos. En definitiva, las plantaciones de eucalipto alteran tanto la estructura como el funcionamiento de los ríos que las atraviesan.

Además, los eucaliptales se talan por matarrasa cada 12 años, el turno más corto entre las especies forestales de nuestro entorno. En el caso del eucalipto, la corta mecanizada requiere de una red muy densa de vías de saca para poder llegar a cada árbol. Las pistas, junto a las matarrasas tan frecuentes, fomentan la pérdida de suelo y el enturbiamiento de los ríos. Así, cada vez que se talan los árboles, la capa superficial del suelo es arrastrada por las lluvias y acaba en los ríos, afectando negativamente a su biota.

 

Efectos en la biodiversidad de los arroyos

La literatura científica recoge otros efectos negativos de los eucaliptales. En el País Vasco se ha comprobado que afecta de forma negativa a las comunidades de anfibios y de aves. En otras regiones se ha descrito que el eucalipto libera sustancias que impermeabilizan el suelo, aumentando la frecuencia de inundaciones, y parece que los incendios se propagan más fácilmente que en otro tipo de bosque.

Además, estos impactos afectan especialmente a las zonas de cabecera de los valles, donde se encuentran los arroyos mejor conservados. Los ríos grandes muestran múltiples afecciones por los efectos de la industria, los residuos urbanos y las canalizaciones, por lo que buena parte de la biodiversidad fluvial se refugia en las cabeceras de los arroyos. Son precisamente estos los tramos que más dependen de la hojarasca como fuente de energía y que, a su vez, más riesgo tienen de que se planten eucaliptos en su entorno.

Es cierto que el eucalipto no es la única especie exótica con hojarasca de mala calidad y que se tala a matarrasa. El pino insigne, tan común en el País Vasco, también lo es. Pero, a diferencia del eucalipto, los pinares se talan cada 35-40 años, con lo que la vegetación de ribera como las alisedas tiene más tiempo para recuperarse entre talas. Sí, los pinares son más perjudiciales que los bosques autóctonos, pero el efecto de los eucaliptales es mucho mayor.

 

Actuaciones y medidas preventivas

Como para cualquier otra actividad, los efectos de las plantaciones dependen de su escala. Plantar un rodal puede ser inocuo, pero cubrir cuencas enteras con eucalipto no lo es. Las plantaciones de eucalipto ocupan más de 1,5 millones de hectáreas de la península Ibérica.

Se pueden buscar medidas mitigadoras, como la de mantener los bosques de ribera, optimizar la red de pistas o limitar los trabajos forestales a los periodos menos lluviosos. Desafortunadamente, esas acciones, poco frecuentes en nuestros bosques, además, son poco efectivas en los eucaliptales, debido a los cortos turnos de tala.

Las administraciones regulan y controlan la actividad forestal, pero los propietarios forestales tienen un abanico de opciones dentro de la normativa vigente. Entre estos hay de todo: desde el pequeño agricultor que depende al 100 % de la renta que saca de su tierra hasta el urbanita que ha heredado una parcela, desde grandes empresas hasta municipios grandes y pequeños. Los beneficios económicos de la madera no son iguales para todos ellos.

No pretendemos dictar qué deben hacer los propietarios con sus tierras, pero sí que tomen decisiones en base a la mejor información disponible.

La ciencia ha mostrado que las plantaciones extensas de eucalipto perjudican los valores ambientales en ríos y bosques. Tengamos esto en cuenta y no potenciemos prácticas forestales cuyas consecuencias lamentaremos en un futuro no muy lejano.

The Conversation