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Los 'makers' de la Universidad

Durante el confinamiento, Daniel y César utilizaron sus impresoras 3D para fabricar viseras protectoras para el personal sanitario

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Fecha de primera publicación: 11/06/2020

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César Pérez (izquierda) y Daniel Herrero (derecha) muestran una de las viseras que hicieron. Fotos: Tere Ormazabal | Mitxi

Surgieron de la nada a los pocos días de que se declarara el Estado de Alarma y se autodenominaron “makers”. El desabastecimiento de mascarillas era alarmante y decidieron utilizar sus impresoras 3D para fabricar viseras protectoras y distribuirlas gratuitamente entre el personal sanitario, residencias,… Más de 54.000 piezas hechas y distribuidas por una red en la que participaron 1.600 personas desconocidas entre sí y unidas por las ganas de echar una mano en un momento que se presentaba dramático. Daniel Herrero (PIC en el servicio de Ecampus) y César Pérez (Técnico de Laboratorio en la Escuela de Ingeniería de Bilbao) nos cuentan su experiencia.

“Cuando empezó el confinamiento vi un tuit que decía que se había creado una red para hacer viseras protectoras con impresoras 3D para el personal sanitario -recuerda Daniel Herrero-; en muy poco tiempo comenzaron a lloverme mensajes de amistades avisándome que quizá podía colaborar con mi impresora desde casa, me enviaron el enlace a la página web y ese mismo día empecé a imprimir viseras”.

Daniel trabaja como PIC (Personal Investigador Contratado) en el servicio de ECampus del Vicerrectorado de Innovación, Compromiso Social y Acción Cultural de la Unviersidad. Da soporte a docentes y alumnado en cuestiones “de clases virtuales, aprendizaje online, Egela, blackboard, investigando nuevas plataformas y software para la docencia,…”, explica. “En estos últimos meses he tenido mucho trabajo”, asegura.

César Pérez es Técnico de Laboratorio de Ingeniería de Sistemas y Automática, en la Escuela de Ingeniería de Bilbao. Él también ha participado en esta iniciativa colectiva llamada ‘Comunidad Maker de Euskadi contra el coronavirus’. “En cuanto comenzó el confinamiento di mi nombre en la Cruz Roja, a Bizkaia Gara para colaborar. Luego vi que había surgido este movimiento para hacer viseras. “Escuchas muchas ideas, pero este era un mensaje muy claro: ‘se necesita gente que esté dispuesta a poner sus medios para hacer este modelo de viseras’. Me gustó la iniciativa y me inscribí”.

César Pérez: «Ver a tu hija con una bolsa de basura como EPI protector te anima a hacer algo más»

El caso de César es, quizá, especial: tanto su pareja, como su hija son enfermeras y su hijo, fisioterapeuta, también estaba trabajando en un hospital. “Ver a tu hija con una bolsa de basura como EPI protector te anima a hacer algo más”, explica.

Pero, César, “¿qué hace una persona con cinco impresoras 3D en su casa?”, le preguntamos. Ríe, “pues… volver loca a la mujer y que el resto del vecindario te considere un friki -ironiza-. Luego, cuando se enteran de que estás en esta historia, piensan… ‘bueno, al menos, por una vez, habrá servido de algo todas las paranoias que tiene en la cabeza’”, explica entre risas.

“Pero solo tres son mías, las otras dos me las dejaron dos profesores de la Escuela, cuando se enteraron en lo que andaba”, aclara César, en un simpático intento por evitar de su imagen el halo excentricidad que pudiéramos estar creándonos sobre él.

 

Más de 54.000 viseras y más 1.600 personas voluntarias

“De la noche a la mañana se había creado un grupo en Telegram de más de 1.600 personas voluntarias en Euskadi y otro de más de 600, con impresoras 3D, aparte de quienes participaban en la iniciativa a través de la web, sin estar en esos grupos”, explica César.

“Había una logística impresionante. Estaba todo perfectamente organizado -continúa a caballo entre el orgullo y la sorpresa-, gente que no se conocía de nada… se hacían reuniones virtuales, de publicaban los acuerdos, se iba actualizando el modelo de visera”.

“Cada provincia nos pusimos de acuerdo con un hospital de cabecera y nos decían qué diseño era el más adecuado -aclara César-. En Bizkaia hablaron con el Hospital de Basurto para ello y, poco a poco, se fue mejorando el modelo”.

Daniel recuerda que “la cosa era muy fácil, ibas a la página web, descargabas el patrón que se había decidido para tu provincia y empezabas a imprimir”. Dependiendo de la impresora, el tiempo de fabricación variaba; “yo tardaba alrededor de hora y media en cada una y hacía alrededor de diez diarias… habré impreso entre 200 y 300 piezas”, calcula.

“Todo se coordinó de una manera increíble -explica Daniel-. Cuando tenías unas cuantas hechas, rellenabas un formulario y seguías las indicaciones que te daban: desinfectarlas, meterlas en unas bolsas, luego en otras,… todo muy organizado. Me llamó mucho la atención porque los taxistas también se coordinaron para recogerlas”.

César, por su parte, explica que “había personas para todo, también para la distribución y la recogida del material; al principio, era una empresa de mensajería, pero estaba desbordada y comenzaron a hacerlo cincuenta taxistas voluntarios, que recogían las viseras hechas y dejaban, a quien lo pidiera, el material que donaban la gente para hacer más. Todos los días había recogida”.

“Sabemos que no era un producto homologado, que era algo que se hacía en unas circunstancias determinadas. Por eso, en el momento que en que empezaron a llegar las mascarillas y se acabó la necesidad, paramos de hacerlas -aclara César- Cubríamos una urgencia y lo teníamos claro”.

Daniel Herrero: «estos proyectos colaborativos son una maravilla. Tengo mucha envidia de esta gente que es capaz de organizar cosas así, de gestionar este tipo de redes»

En total, este colectivo anónimo, en el que también participaron otras personas de la Universidad, fabricó más de 54.000 viseras, de las cuales 14.000 acabaron en las caras del personal sanitario de los centros de salud y hospitales y el resto, en residencias, comercios y personas que lo solicitaban. Además, claro está, de lo que denominaron “orejeras”, para que las mascarillas no dañaran a quien las usaba durante largas jornadas, y utensilios para abrir las manillas de las puertas sin tocarlas.

César se siente muy orgulloso del trabajo realizado, aunque lamenta que no se haya aprovechado mejor el potencial de la Universidad en esta epidemia. Daniel, por su parte, considera que “estos proyectos colaborativos son una maravilla. Tengo mucha envidia, reconoce, de esta gente que es capaz de organizar cosas así, de gestionar este tipo de redes sociales… y no me refiero a las de internet, sino a las redes personales”.

 

Este reportaje pertenece a una serie de artículos publicados en Campusa, en los que hemos tratado de reconocer la tarea solidaria de todas las personas de esta comunidad universitaria que durante el estado de alarma han mostrado su compromiso social.