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Doctor en Medicina y Cirugía. Profesor Titular del Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UPV/EHU

Luis Carlos Abecia Inchaurregui: «Coronavirus y Salud Pública vs. libertad y responsabilidad»

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 28/04/2020

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Luis Carlos Abecia Inchaurregui: «Coronavirus y Salud Pública vs. libertad y responsabilidad». Foto: UPV/EHU

Podemos definir la Salud Pública como la ciencia y el arte de administrar los esfuerzos de la colectividad para conseguir fomentar, promocionar y proteger la salud del sano; prevenir enfermedades; curar enfermedades y rehabilitar y readaptar socialmente al discapacitado.

No cabe duda de que la salud es para la mayoría de nosotros lo más importante en nuestras vidas ya que sin ella, poco más cuenta. Y, desde este punto de vista, todo lo que se haga en beneficio de la salud parece que tiene el beneplácito de todo el mundo. Desde un punto de vista teórico esto es así y nadie lo pone en duda, pero los problemas llegan cuando se trata de establecer en la realidad social distintas acciones de Salud Pública. Es entonces, cuando aparecen voces discordantes que anteponen a la salud otros elementos de la vida cotidiana, como en el caso que nos ocupa: la libertad individual.

Partamos de la base de que es difícil, por no decir imposible, delimitar con exactitud donde termina la libertad individual, máxime teniendo en cuenta que este límite será diferente para cada una de las personas influyendo en ello sus creencias, ideas políticas, nivel social y cultural, nivel económico, etc. Sin embargo, cuando se toman medidas de Salud Pública, se deben tomar para determinados grupos de población sin la posibilidad de realizar excepciones e individualizar las mismas.

Por ello, es premisa indispensable en todas las actuaciones en Salud Pública valorar de antemano, con la ayuda de las evidencias científicas disponibles, los beneficios que se pueden obtener con las mismas y a qué coste humano y social. No será la primera vez que se desarrollan determinadas acciones que, a priori, parecían ser indiscutiblemente beneficiosas y que una vez puestas en marcha se ha observado que no aportaban lo que de ellas se esperaba.

Pero, además, entre las estrategias fundamentales de la Salud Pública, en general, se encuentra el que la población consiga el más alto grado de salud con su participación activa. Una cosa es que las autoridades sanitarias establezcan planes sanitarios, coordinen los mismos, etc., pero deben dejar que los ciudadanos participen en ellos, que sean los verdaderos artífices y protagonistas de las diferentes acciones. Por ello es importante apelar a la responsabilidad de los ciudadanos.

No cabe duda de que no todos responderán por igual, de que nos encontraremos con verdaderos irresponsables que no harán caso de los diferentes consejos dados por los expertos, pero debemos apelar a dicha responsabilidad y conseguir que las personas se sientan verdaderos protagonistas en esta lucha que estamos manteniendo.

Y todo ello tiene su base en la educación sanitaria que constituye la base de lo que Terris definió como la segunda revolución epidemiológica en lo referente a enfermedades y estado de salud. Dicha educación sanitaria debe basarse en dos pilares: por un lado, una información clara y actual de la situación (mejora de los datos de infectados y fallecidos, predicciones, etc.) y disponibilidad de medios para la población para que pueda realizar las diferentes acciones preventivas (mayor cantidad de test diagnósticos, mascarillas, etc.).