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In memoriam: Anton Borja

  • Crónica

Fecha de primera publicación: 03/08/2015

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Antes de entrar en la Universidad, Antón Borja fue profesor y militante de la Formación profesional, ya que estaba convencido de que esta debía mejorarse porque constituía uno de los fundamentos básicos del entramado formativo de una sociedad, si bien era, y continúa siéndolo el hermano menor y olvidado de cualquier proyecto educativo. Esta dedicación es visible a través de numerosos escritos, sobre todo de los años 1990 y es muestra de una de sus características humanas, que es la de su fidelidad: a las instituciones en las que trabajó, a la preocupación por la sociedad y la economía en las que vivió, y a sus colegas y amigos. Acompañaba a su fidelidad su  disposición, ya que nunca se negaba a lo que le solicitaban: participar en debates, escribir textos, entrevistas, etc. Disfrutaba con la enseñanza, y en particular con las clases que daba en Ingenieros sobre Economía y en las de las aulas de la experiencia, sobre historia económica.

Sus estudios de ingeniería le permitieron juntar los aspectos formativos con las profesiones; y de manera natural unió lo formativo, con la profesión y con el empleo, temática con la que obtuvo su doctorado en economía.  Esta tripleta –formación, empleo-industria, cualificaciones- ha sido una constante de pensamiento.

Siempre quiso indagar en áreas y contenidos en los que observaba que se estaba introduciendo la producción industrial postfordista. Se estaban superando las bases tayloristas de las que procedía la industria y se encaminaba  hacia un postfordismo, aún poco definido. En el País vasco desde los 1980s, la industria empezó a extinguirse y comenzó la búsqueda del continuo relevo. La política industrial se amplía considerando, necesariamente los servicios, e incluso se alía con las políticas urbanas, municipales y culturales, de las que Bilbao es una buena muestra.

Siempre tuvo una visión sistémica, en donde la producción industrial es el centro sobre el que descansa la "potencia" de todo el sistema, y hacia el que deberían contribuir todos los demás agentes, y entre ellos, de manera principal, el sector público, hasta el punto de que siempre nos decía que si había algo que caracterizara al pensamiento crítico era precisamente la defensa de lo público. En esencia era un habermasiano, porque no buscaba únicamente interpretar la realidad, sino también transformarla: no se quedaba en lo positivo –lo que es- sino que siempre pensó en lo normativo –deber ser, claro que buscando siempre la mejora integral y no estrictamente la económica o industrial.

Una buena parte de su dedicación y de sus publicaciones durante la última década del segundo milenio tiene como objeto de estudio el País vasco. Por una parte, el tejido productivo vasco es el lugar idóneo –al ser un tejido en continua transformación- para poder aplicar los conocimientos que Antón Borja poseía; y por otra parte existía en él una toma de posición intelectual sobre lo que ocurre en su entorno social y económico, y por tanto territorial más próximo, sin dejar de participar en proyectos de investigación internacionales.

Frente a los aires privatizadores y a las inversiones financiaras en la esfera de la producción o de servicios propuso, de manera permanente, la participación del sector público en los grandes sectores industriales. Uno de los componentes de este sector es la educación, la formación y la innovación; pero lo público debía estar incluso en la banca –fue un gran crítico de la privatización de Kutxabank- y en los grandes sectores, y más si estos se consideran estratégicos. En la actualidad colocaba el énfasis en la industria de las energías alternativas.

Su carrera profesional recorre un camino que va de la interdisciplinariedad a la variedad divulgadora.  En el primer caso, se enfrenta a una cierta ortodoxia "unidisciplinar" (Economía, Sociología, Historia, Ingeniería, etc.). El profesor Borja, tanto por su preparación multidisciplinar –ingeniero y economista-, como por sus inquietudes, dedicó sus textos de investigación, sus artículos de divulgación, sus libros profesionales y sus trabajos para la docencia, a materias de carácter social, pero incorporando unos contenidos de perfil tecnológico, formando un "todo integrado" de carácter multidisciplinar.

Su perfil docente era un reflejo de lo anterior, ya que las materias y las facultades en las que las impartió fueron muy variadas. Algunas de sus frases reflejan a la perfección su pensamiento: "No se puede comprender la evolución y el futuro exportador de la "máquina herramienta" sin la consideración de diversos planos de análisis: la ingeniería, la economía, la informática, la sociología e incluso la geología".

Una de las líneas de trabajo que le mantuvieron ocupado los últimos 10 años fue la crisis mundial. Desde el inicio de esta, nos convenció de que no se trataba de una crisis, que como en el caso de un chaparrón, era cuestión de esperar un poco, sino que era una crisis larga, muy larga. Incluso, a principios de febrero de este año, comentaba que aún teníamos crisis para rato. También nos convenció de que se trata de una crisis múltiple, es decir de una superposición de crisis –económica, social, política, cultural-, cuya resolución debía considerar simultáneamente estos planos. En el ámbito vasco, analizaba la pérdida continua de empleo tecnológico, que en porcentaje es muy inferior a otros países europeos.

Cabe decir que también nos convenció que la economía europea era cada vez menos competitiva en el plano mundial, y eso sin considerar la supremacía de Estados Unidos en todo el ámbito de la "seguridad" y de las principales empresas de Internet. En el caso de Euskadi, sólo una política industrial activa constituye la única fórmula para "reindustrializar" el país, acción que hacía extensiva a toda la Europa del sur, especialmente Italia y España.

En estos últimos años, basó su trabajo en estudios estadísticos, bien fundamentados, de Consultoras internacionales, institutos de estadística internacionales e informes de gobiernos, así como de la Comunidad europea. Sus fuentes eran sólidas, como lo eran sus reflexiones, y sin embargo era capaz de comunicar su pensamiento a todos los niveles. Le satisfacía por igual escribir un texto académico –generalmente largo y denso- como un artículo de dos páginas en un diario.

Gracias Antón. Dedicaste tu vida a la reflexión, a la enseñanza y a la divulgación y dejas un hueco muy grande, que es el que dejan las personas muy grandes. Sin embargo, nos queda tu obra, tus clases y los recuerdos de quienes te conocimos.