euskaraespañol

Arqueología de la pesca vasca en el Cantábrico Norte

Los restos materiales e inmateriales descubiertos confirman la importancia de la actividad de los pescadores vascos en la zona

  • Reportajes

Fecha de primera publicación: 05/01/2017

Imagen

A mediados de diciembre, la Facultad de Letras acogió un seminario sobre ‘Arqueología de la pesca vasca en el Cantábrico Norte', organizado por la Cátedra UNESCO de Paisajes culturales y patrimonio, en el que participaron destacados especialistas de Europa y América del Norte. El objetivo, proporcionar una visión general de los restos e influencia de los pescadores vascos en la zona.

A lo largo de la historia, los vascos han sido de los pescadores europeos más habilidosos. Al comienzo de la nueva era, fueron encontrados en el Océano Atlántico Norte restos, tanto materiales como inmateriales, que demostraban el alto nivel de los recursos desarrollados para la realización de sus actividades. Esta actividad tuvo gran influencia allí donde se ubicaron, pero también en el País Vasco.

Como explica Sergio Escribano Ruiz, investigador del Grupo de investigación en Patrimonio construido (GPAC) de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, los yacimientos asociados a los asentamientos temporales construidos en el litoral de la costa Atlántica son, sin duda, los más destacados. "Son más de una veintena los hallados en territorio canadiense y, de momento, se limitan a dos en Islandia. La mayoría son yacimientos terrestres y están relacionados con la caza de la ballena, actividad que genera restos más fáciles de identificar que los asentamientos dedicados a la pesca de bacalao. En los yacimientos submarinos destacan los restos de embarcaciones, desde chalupas a galeones. Tanto en unos como en otros se ha recuperado una colección de objetos que, a diferencia de lo que sucede en Euskal Herria, su estado de conservación es excelente".

«El pidgin es un lenguaje creado para el intercambio de mercancías»

Pero los restos encontrados no son solo materiales, también hay pruebas de intercambio de conocimientos sobre la navegación y la pesca, y de un lenguaje utilizado para comunicarse con los habitantes de la zona. "Uno de los legados más asombrosos, el pidgin, es inmaterial. Se trata de un lenguaje creado para el intercambio de mercancías entre los vascos y los pueblos que habitaban las costas canadienses e islandesas. Se caracteriza por usar palabras en euskera y en el dialecto de cada grupo humano nativo. En el caso canadiense, se ha podido identificar la existencia de pidgin tanto con los Micmac como con los Innu, también conocidos como Montagnais", comenta Sergio Escribano.

Estos restos de la actividad de los pescadores vascos no dejan duda sobre su importancia, que se convirtieron en una potencia mundial porque, por un lado, mantuvieron el monopolio de la grasa de ballena, que iluminó buena parte de Europa y engrasó sus telares durante todo el siglo XVII. Y, por otro, porque eran la principal potencia en lo relacionado con la tecnología de la navegación. "El resto de potencias europeas copiaron la tecnología de los astilleros vascos. El problema es que estas cuestiones son más conocidas y reconocidas fuera que en nuestra propia sociedad, que no ha convertido este proceso histórico en seña de identidad y motivo de orgullo", destaca el investigador del GPAC.

En la actualidad, hay varias líneas de investigación en marcha que afloraron en el trascurso del seminario. Desde el Grupo de investigación en Patrimonio construido se están analizando los restos cerámicos y contextualizando este episodio en el universo colonial. La Universidad de Montreal está jugando también un papel destacado en la interpretación conjunta de los datos arqueológicos del episodio vasco en Canadá. Desde Albaola se está recuperando la tecnología tradicional mediante la réplica del San Juan y están tratando de encontrar evidencias de pesca vasca en Maine (EEUU). Asimismo, hay varias tesis doctorales sobre aspectos náuticos en proceso de ejecución. A nivel lingüístico, destacan los estudios sobre toponimia y pidgin.

Pero esta actividad no solo tuvo su influencia en las zonas donde se asentaron los pescadores vascos, sino que para el País Vasco supuso un espaldarazo económico importante. "Esta es otra de nuestras líneas de investigación en curso. Parece que el colonialismo es algo que sucedió en América y no nos hemos preocupado por valorar su repercusión en términos concretos ni generales aquí. Tanto la provincia de Gipuzkoa como la de Bizkaia reconocieron de forma pública en diferentes escritos de los siglos XVI y XVII que la actividad económica de la provincia se basaba en el hierro y en la navegación a Terranova. Por tanto, la conocida prosperidad económica vasca del siglo XVI, muy perceptible en términos materiales, se debe en gran medida a las pesquerías. Pero no fue sólo un pilar económico, el paisaje, la arquitectura, la visión del mundo… todo cambió", recalca el investigador de la UPV/EHU.

Relaciones con las sociedades locales

En estas investigaciones, las relaciones de los marinos vascos con los habitantes de las diferentes zonas donde se asentaron son uno de los aspectos más fascinantes de este episodio histórico. Los pescadores vascos interactuaron con multitud de grupos humanos que habitaban la zona. Y no fue la clásica relación colonial de la época Moderna, ya que se trata de interacciones basadas en el mutuo beneficio. "Esto fue claro en el caso de la relación con los Micmac, aliados de los de Iparralde, y los Innu, cuya relación fue más estrecha con los vascos de Hegoalde. El pidgin es un claro síntoma de interacción positiva, pero hay más evidencias escritas y materiales que lo certifican. Con los Inuit, o esquimales, se presuponen unas relaciones más tensas por competir por los mismos recursos. Pero el registro material está cambiando este paradigma y nos habla de episodios de colaboración", aclara Escribano.

Pero no todas las relaciones fueron tan idílicas. Durante las jornadas se pudo ver la película ‘Euskal balezaleen triskantza', documental que narra el viaje a Islandia en busca de los restos de los balleneros vascos que desaparecieron en 1615. Esta película cuenta una trágica historia que ilustra, con crudeza, cómo podían acabar algunas de las expediciones. Se trata, en concreto, de una expedición de tres barcos capitaneada por el joven Martín de Villafranca, que estuvo cazando ballenas en Islandia. Cuando estaban a punto de regresar a casa, una tormenta hundió los barcos y la tripulación se quedó en tierra. Con el frío llegaron los problemas con los locales, que acabaron con la vida de los marinos de forma muy cruenta. Es una historia bien documentada y muy ilustrativa de la dureza de una de las primeras actividades económicas capitalistas y globalizadas del País Vasco.