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Antonio Altarriba

Un catedrático de la UPV/EHU, asesino en serie

Catedrático de Literatura Francesa de la UPV/EHU

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 13/01/2017

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Antonio Altarriba. Foto: Nuria González. UPV/EHU.

¿Un catedrático de la UPV/EHU asesino en serie? Pues sí. Asiste a los tormentosos consejos de departamento, se ve implicado en las tensiones entre profesorado nacionalista y no nacionalista, tiene que someterse a las evaluaciones de la ANECA, padece las envidiosas intrigas de compañeros de especialidad, hasta mantiene relaciones sexuales con una alumna de doctorado… Todo como en la vida académica. Además, integrado en el Departamento de Historia del Arte, dirige un equipo de investigación sobre "la representación del sufrimiento en la pintura europea de los siglos XVI y XVII". Sus trabajos teóricos contribuyen a asentar su perversa concepción del asesinato como "performance" artística: "El asesino trabaja con la materia más preciosa y difícil de manipular, la vida… Y, como expresión de absoluta radicalidad, crea dando muerte… Matar es el acto transcendente por excelencia…". De esta manera se expresa el protagonista de ‘Yo, asesino' (Norma, 2014), un cómic con dibujos de Keko y guion de quien esto suscribe.

Así que no, la docencia, por muy universitaria que sea, no está excluida de la criminalidad. Es más, permite adentrarnos en las raíces del mal y en las múltiples justificaciones que, históricamente, ha recibido. Incluso, desde esta perspectiva, podemos analizarla en sus más sofisticados planteamientos. Sobre todo si tenemos en cuenta que este "asesino artístico", como profesor de la universidad vasca, comparte lugar de trabajo con otros "asesinos patrióticos", que no matan impulsados por la estética sino por una supuesta ética. ¿Tiene mayor razón de ser el criminal por razones políticas que el que dice actuar de forma gratuita, sólo por amor al arte? El debate goza de una rica tradición filosófica y literaria. Desde ‘El asesinato como una de las bellas artes', de Thomas de Quincey, hasta ‘Crimen y castigo' de Fiodor Dostoievski, ‘Los sótanos del Vaticano' de André Gide o ‘Los justos' de Albert Camus, las novelas que plantean la cuestión son numerosas. Y toda esta argumentación se halla, además, atravesada por planteamientos de máximo calado sobre la condición humana expuestos por Pascal, Rousseau, Hobbes, Nietzsche o Cioran.

La experiencia que más profundamente me ha impactado en mis casi cuarenta años de carrera profesional ha sido comprobar la "trayectoria" escogida por algunos de nuestros estudiantes. Durante años tuvimos expuestas en el vestíbulo de la Facultad de Letras las fotografías de alumnos presos. Como profesor y, al fin y al cabo, transmisor de conocimiento, resulta difícil sustraerse a las preguntas sobre el tipo de transmisión que ha llevado a tanta gente joven a tomar el camino de la violencia.

La UPV/EHU ha estado implicada en las décadas de sufrimiento que de forma tan sangrienta han marcado la vida de este país. Decenas de profesores, incluido un rector, tuvieron que exiliarse; clases e instalaciones se vieron regularmente afectadas; y hasta el buen nombre de la institución pasó por muy duros momentos con el tema de los alumnos presos y sus supuestos beneficios penitenciarios. Extraña, pues, que, existiendo un proceso abierto de reconciliación en la sociedad, la universidad, espacio privilegiado para la historia y la palabra, guarde silencio. El cómic ‘Yo, asesino' apenas rozó el tema, pero, a la vista de su buena acogida, con traducción a ocho idiomas y varios premios internacionales, parece despertar el interés de los lectores. Propone un debate, en absoluto maniqueo, y que permite abordar estos hechos desde sus más profundas raíces.

Por otra parte, y más allá de la cuestión vasca, el mundo universitario se presta a la transcripción narrativa. La literatura anglosajona ha hecho casi un subgénero de las novelas ambientadas en círculos académicos. También la francesa. Menos fortuna ha tenido en la tradición española. Pero reconozcámoslo como integrantes de esta comunidad: la Universidad ofrece personajes atractivos por su sabiduría, sus ambiciones, sus ínfulas, sus imposturas… Y las situaciones de rivalidad, compañerismo, aprendizaje, dependencia intelectual, acoso, se prestan a los más refinados desarrollos dramáticos… Recordemos que "especular" no es otra cosa que mirarse al espejo. Y como "especuladores", más o menos científicos, que pretendemos ser, no podemos renunciar a esta observación crítica, la de nosotros mismos. Para entendernos mejor, para mejorar, también para reírnos…

Por lo demás, decir que las sangrientas actuaciones escenificadas en ‘Yo, asesino' no quedaron encerradas en el marco de las viñetas. Los aficionados a la lectura sabemos hasta qué punto los libros provienen del mundo que retratan, pero también se dirigen al mundo que modifican. Una novela, además de relato de un acontecimiento, es acontecimiento en sí misma. Y tiene consecuencias. Las de este cómic han sido casi mágicas. La línea de investigación dirigida por nuestro imaginario profesor gustó en el Museo del Prado. Keko y yo nos encontramos así con el inesperado encargo de hacer un cómic sobre esa "representación del sufrimiento" de la que hablaba el libro. Como es sabido, la pinacoteca madrileña contiene una colección en la que abundan cuadros sobre el tema y, sin duda, uno de sus mayores maestros es José de Ribera, "el españoleto". Hizo del martirio y, en general, del suplicio el principal tema de su obra y alcanzó la maestría en esa bellísima fusión, característica de su estilo, entre el tormento y el éxtasis. Así, ‘El perdón y la furia', título del nuevo cómic, se ha hecho realidad. Y es probable que esta nueva realidad acarree, a su vez, consecuencias. Se trata de esa cadena, si no resolutiva, al menos reparadora que une la realidad con su relato. Una cadena que, si mantiene los eslabones unidos con la suficiente sinceridad, no se debería romper. Tampoco desde la universidad.