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Juan José Díaz de Espada, obispo alavés de La Habana

"Fue un hombre clave en la Cuba de las primeras décadas del siglo XIX"

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Fecha de primera publicación: 05/03/2015

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Nacido en 1756, en el pequeño pueblo alavés de Arroyabe, el obispo de La Habana Juan José Díaz de Espada, popularmente conocido como obispo Espada, es una de las figuras más recordadas por el pueblo cubano por ser quien impulsó la construcción del primer cementerio de La Habana y, sobre todo, por ser el protector de una joven generación de cubanos que se formaron en las aulas del colegio seminario San Carlos de La Habana y que fueron el origen del pensamiento protonacionalista cubano. El libro ‘Iglesia y poder en La Habana: Juan José Díaz de Espada, un obispo ilustrado 1802- 1832' narra ahora su papel en esta época de la historia cubana.

El Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea ha publicado recientemente el libro de Consolación Fernández Mellén titulado ‘Iglesia y poder en La Habana: Juan José Díaz de Espada, un obispo ilustrado 1802- 1832', obra que, a partir del análisis de su episcopado, explica el papel de la institución eclesiástica en un momento clave de la historia de la conocida como Perla de las Antillas, en el cual se estaba produciendo, además, el tránsito del Antiguo Régimen a la Modernidad y que en la isla adquirió unas características específicas. Doctora en Historia por la UPV/EHU, Fernández Mellén es investigadora del Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América de la UPV/EHU y pertenece al Grupo de Investigación del Sistema Universitario Vasco ‘País Vasco y América: vínculos y relaciones atlánticas'.

A las puertas de un continente inmerso en un proceso independentista, la isla de Cuba mantuvo su fidelidad a la Corona española gracias a una serie de estructuras políticas, económicas y sociales que se consolidaron durante las primeras décadas del siglo XIX. La Iglesia habanera se convirtió en pieza fundamental de ese engranaje bajo la égida del poderoso obispo Juan José Díaz de Espada (1802-1832). Acusado de liberal, independentista y masón por importantes personalidades de la época, el popularmente conocido como obispo Espada se mantuvo, sin embargo, fiel a la metrópoli y fue uno de los últimos representantes del reformismo borbónico dieciochesco en la isla. "Su preocupación por mejorar las condiciones de vida de la población le impulsaron no sólo a promover importantes reformas educativas e higiénicas, sino también a plantear un modelo de producción alternativo al de la gran plantación esclavista, sobre el cual se había asentado el crecimiento de la isla desde las últimas décadas del siglo XVIII", explica la autora.

Los treinta años (1802- 1832) que Díaz de Espada permaneció al frente de las diócesis de La Habana resultan fundamentales para comprender el desarrollo histórico de la Gran Antilla a lo largo del siglo XIX. Cuba se afianzó como una economía de plantación esclavista y reafirmó su fidelidad a la metrópoli, que le valdrían el título de "Siempre Fiel y Leal Isla de Cuba". En este contexto, la Iglesia y su cabeza, el obispo de La Habana, fueron piezas claves de una política real que buscó, por un lado, sustraer recursos de Perla de las Antillas para sanear las deficitarias cuentas de su real hacienda, y, por otro, asegurar la continuidad de la isla bajo la soberanía española en medio de un continente que luchaba por su independencia.

La reforma eclesiástica emprendida por el obispo Díaz de Espada se dirigió a extender la presencia de la institución eclesial por todo el territorio y a colocar al frente de ella a un clero cualificado que estuvo fuertemente sujeto a la autoridad de este obispo, a quien sus contemporáneos describieron como sello de fidelidad y de patriotismo a la metrópoli. Sus reformas le valieron no pocos enemigos entre los sectores más reaccionarios de la sociedad cubana y peninsular. Sin embargo, más allá de las pasiones y odios que Díaz de Espada despertó, el obispo de La Habana fue un hombre de su tiempo, un obispo al servicio de los intereses de la Corona y que supo adaptarse, no sin contradicción, a unos tiempos cambiantes.