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Lucía Gallego

Por qué es importante concienciar sobre el uso de los antibióticos

Profesora de Microbiología Médica

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 23/11/2020

Lucía Gallego
Lucía Gallego. Foto: Mikel Mtz. de Trespuentes. UPV/EHU.
Este artículo se encuentra publicado originalmente en The Conversation.

El 18 de noviembre fue el Día Europeo para el Uso Prudente de Antibióticos, una campaña de concienciación que alerta del peligro que correríamos si perdiésemos estas moléculas para tratar las infecciones causadas por bacterias patógenas.

Hablamos de la era post-antibiótica en la que enfermedades que creemos controladas volverían a ser mortales. En ella, ninguna cirugía sería posible: todas necesitan profilaxis antibiótica.

La pandemia y los antibióticos

La pandemia Covid-19 ha acaparado durante 2020 la atención mundial. Se trata de un verdadero reto que ha puesto en jaque a todos los países.

Los esfuerzos médicos, científicos, sociales, políticos y económicos se han focalizado en su control bajo la premisa de la “tiranía de lo urgente” y la consecuencia es que se ha dejado de lado otros problemas sanitarios no menos importantes.

Existe una amenaza, una pandemia gemela, incluso mayor, que ha permanecido al acecho: la resistencia a los antibióticos. Una circunstancia que ocasiona un gran número de infecciones graves y muertes al año y que pone en peligro los sistemas de salud tal y como los conocemos.

A esos efectos hay que añadir los importantes daños que ocasiona sobre la economía. De hecho, en su último informe, el Banco Mundial considera la resistencia un factor de pobreza de los países.

¿Qué relación tienen la covid-19 y los hospitales con la resistencia antimicrobiana?

El efecto de la pandemia Covid-19 sobre la resistencia a los antibióticos está siendo demoledor.

La resistencia a los antibióticos se ha agravado durante este año por varias razones. Fundamentalmente porque esos se han usado de manera masiva y muchos pacientes que han ingresado en los hospitales por covid-19 los han recibido de forma rutinaria para prevenir infecciones bacterianas secundarias.

Se ha comprobado que esa práctica ha sido innecesaria. A pesar de que entre un 70 y un 100 % de pacientes han recibido antibióticos, su uso se habría requerido en menos de un 10 % de los casos.

Junto con el aumento de pacientes que ha saturado los hospitales y la necesidad de realizar procedimientos invasivos, el uso exagerado de antibióticos ha facilitado la emergencia y rápida diseminación de aislamientos resistentes. Las mismas que están produciendo infecciones nosocomiales graves, que se contraen durante la estancia en el hospital.

El aumento de consultas por telemedicina también ha tenido su efecto. Se ha comprobado que es más frecuente que se prescriban antibióticos que en consultas presenciales.

Antibióticos sin efecto clínicamente demostrado

Otro aspecto a destacar es que, en esos momentos de incertidumbre y confusión, se han usado antibióticos cuyo efecto no estaba clínicamente demostrado.

Es el caso de la azitromicina en combinación con hidroxicloroquina. Además de agravar el problema, también ha confundido a la población, al dar la impresión de que un antibiótico “era útil” contra una infección vírica, caballo de batalla de todas las campañas de concienciación para un uso apropiado de antibióticos.

Geles hidroalcohólicos y desinfectantes con biocidas

Lavarse las manos con agua y jabón o usar geles hidroalcohólicos si lo primero no es posible ha sido una de las herramientas propuestas para el control de la transmisión de la infección desde el inicio de la pandemia.

El uso de jabones antimicrobianos y desinfectantes ha aumentado enormemente tanto en los hospitales como en la comunidad. Hay que poner en evidencia un potencial efecto negativo por su uso, dado que muchos de ellos contienen biocidas.

Esas sustancias, que tienen efecto antimicrobiano y que se encuentran en desinfectantes y productos de limpieza, terminan en el medioambiente. Al final, tanto a altas como a bajas concentraciones, ejercen una presión selectiva y seleccionan cepas resistentes que ocasionan un riesgo importante para la salud.

La afectación medioambiental es muy grave, ya que allí acaban altas dosis tanto de los biocidas como de los antibióticos. No sólo de uso humano, sino también de animales de granja y agricultura.

Por eso no debemos olvidarnos de la necesidad de un abordaje común bajo el concepto One Health e incidir de una manera multidisciplinar.

La investigación sobre la resistencia a antibióticos ha decaído

Para hacer el problema más grande hay que añadir que, si ya los fondos para investigación se han ido recortando en los últimos años, en este momento se han redirigido todos los esfuerzos a proyectos relacionados con la covid-19. Se han dejado de realizar muchos estudios, incluso los que ya eran rutina en los hospitales. Nos encontramos, por tanto, con un vacío de información y de control que está permitiendo la emergencia de muchas resistencias que se creían controladas.

La escasez de investigación sobre nuevos antibióticos por parte de las compañías farmacéuticas también nos está dejando sin muchas alternativas terapéuticas nuevas.

Por eso, tenemos que actuar con determinación, para evitar un mundo sin antibióticos. A pesar de la fatiga de la pandemia, debemos llevar a cabo todas las acciones necesarias para no quedarnos sin esas moléculas.

Basta seguir las recomendaciones de muchas organizaciones sanitarias a nivel mundial como la Organización Mundial de la Salud, la European Joint Action on Antimicrobial Resistance and Associated Infections, el Joint Programming Initiative for Antimicrobial Resistance y la Agencia Española del Medicamentos y Productos Sanitarios, entre otras.

Usar apropiadamente los antibióticos está en nuestras manos.

The Conversation