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Precariedad en el arte: reflexiones y luchas en la publicación ‘En Riesgo’

Nerea Ayerbe y Kontxa Elorza: «Las instituciones públicas deben invertir en cultura como bien esencial»

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 09/02/2021

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Nerea Ayerbe y Kontxa Elorza. Foto: UPV/EHU.

La dualidad entre trabajo y profesión es una constante entre quienes interactúan en el ámbito cultural, algo que no se suele dar, o no con tanta frecuencia, en otros campos. Nerea Ayerbe, Irantzu Sanzo, Beatriz Cavia y Kontxa Elorza, profesionales del arte con distintos recorridos formativos y laborales, profundizan -junto con otros investigadores e investigadoras de PREKARIART- en el aspecto laboral de los y las artistas, no pocas veces desvirtuado y ensombrecido por el mito del carácter bohemio de las personas creativas.

‘En Riesgo - Diagnósticos, propuestas y luchas en torno a la precariedad del arte contemporáneo’ (Dykinson, S. L.) parece tomar la forma de un ensayo escrito de forma colectiva, aunque parta del Seminario Internacional Prekariat.

Por supuesto, ‘En Riesgo’ tiene una vida propia. Aunque muchas de las ideas que refleja aparecieron en dicho Seminario, que giró en torno a la condición precaria del arte contemporáneo, nuestra publicación desarrolla de manera pormenorizada cuestiones que consideramos fundamentales y que creemos que están cada vez más presentes entre artistas y trabajadores y trabajadoras del ámbito de la cultura y la creación, pero que desde nuestro punto de vista necesitan un mayor impulso conjunto para tomar fuerza y llegar a las instancias necesarias. En ese sentido estamos empezando a notar cierto efecto real, práctico, de nuestra investigación, porque cada vez se nos llama más desde las instituciones, y eso nos hace ser moderadamente optimistas. Creemos que estamos empezando a cumplir la función aglutinadora que desde la puesta en marcha de la investigación era una de nuestras grandes aspiraciones. 

¿Cómo os planteasteis comenzar a dar forma de libro a esos planteamientos?

Lo cierto es que en los procesos de debate de nuestro equipo nos dimos cuenta de que había una serie de cuestiones que aparecían una y otra vez. Una de ellas era si el colectivo de artistas compartía alguna consciencia identitaria en el sentido laboral y si era posible construir algo -en relación a la defensa de ciertos derechos- a través de esa consciencia. A partir de ahí tratamos de buscar la interlocución más idónea para trabajar las reflexiones sobre las que veníamos centrándonos desde hacía tiempo.

¿Qué experiencias os llevaron a sentir la necesidad de plasmar esas ideas en papel?

Tanto conjunta como separadamente todos y todas las integrantes del equipo hemos participado en foros de análisis y debate relacionados con las ideas principales que se recogen en este libro. Esto ha dado lugar a una producción científica que puede seguirse en nuestra web prekariart.org. También hemos tenido experiencias de manera directa desde nuestra actividad como artistas, comisarias y productoras del ámbito de la cultura. Parte de estas cuestiones han dado lugar a exposiciones como FALL RISE FALL, que tuvo lugar el año pasado en el Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU. Desde todas esas vivencias y recorridos se trazan los contenidos del texto. 

¿A qué tipo de público va destinada su lectura? ¿Hay algún colectivo preferente, en principio? 

Siempre ha sido y es muy importante para nosotras el alumnado de la Facultad de Bellas Artes, que una vez que abandone sus estudios va a entrar a formar parte de este grupo profesional tan mal regulado en el aspecto laboral, siempre tan incierto y que sitúa a las creadoras en una posición muy vulnerable. Constatamos también que, en un sentido amplio, la problemática es común a todas aquellas personas que desarrollan trabajos intelectuales y comparten en gran medida estas situaciones de indefensión. Desde nuestro punto de vista, es un libro que abarcaría a todas estas profesionales, pero también es importante que llegue a los públicos del arte, a los que con frecuencia llega más esa otra imagen de seres glamurosos que cobran cifras astronómicas por sus trabajos. 

¿Cuál es la vinculación profesional con la UPV/EHU de las personas que han formado parte de este proyecto? 

Nos gusta enfatizar que esta investigación se traza desde el arte y se radica en la Facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU (un alto porcentaje de componentes del equipo somos artistas, docentes e investigadoras de la Facultad), pero también nos gusta subrayar la múltiple interdisciplinaridad de nuestro equipo. Esto comprende formaciones en Ciencias Económicas, Humanidades, Filosofía, Sociología o Ingeniería y docencia en centros como la UNED, la Universidad de Salamanca, la Universidad de Deusto, la UOC... Desde la puesta en marcha del equipo supimos que solo desde ese entrecruzamiento de saberes y puntos de vista disciplinares podríamos llegar más lejos que contando con un equipo exclusivamente formado por Licenciadas o Graduadas en Bellas Artes, o solo por docentes de nuestra propia Facultad. En prekariat.org puede consultarse la amplia trayectoria de las personas del grupo.

«El o la artista no lo es porque posea magia, sino por un saber hacer que tiene sus propias especificidades».

¿Desgasta mucho a las personas creadoras la idea generalizada de que el arte parte de ideas románticas y de que por ello debe ser gratuito? 

No creemos que sea exactamente cuestión de desgaste; lo cierto es que esa idea romántica de artista-genio hace tiempo que está siendo cuestionada. El o la artista no lo es porque posea magia, sino por un saber hacer que tiene sus propias especificidades. Y debe ser reconocido con unas condiciones de trabajo dignas, como el resto de sectores profesionales.  

¿Nos educa nuestro entorno sociocultural en esa idea con exposiciones, performances o conciertos de entrada libre? 

El tema de la gratuidad de la cultura y su consideración como servicio público es muy complejo y hay diversidad de posiciones en torno a ello. Desde nuestro punto de vista, se trata de una cuestión de legitimidad de la cultura. En el arte en particular, si se cuenta con esa legitimidad, su valía se consolida y el trabajo de las personas que trabajamos en este entorno, bien como artistas o bien produciendo cultura, se aprecia. Por otro lado, las instituciones públicas deben invertir en cultura como bien esencial, procurando que toda la sociedad pueda acceder a ella de forma prioritaria y garantizando al mismo tiempo la sostenibilidad de un sector muy diverso y que no siempre puede (o quiere) regirse por las lógicas de la economía capitalista. Esta es otra cuestión a tener en cuenta, ya que la cultura más allá de la denominada industria cultural no se rige por las pautas de productividad que caracterizan otros sectores económicos. Por último, hay que considerar las distintas tradiciones en relación a lo público y al mecenazgo, ya que hay contextos en el mundo en el que se entienden de manera diferente lo gratuito, la donación, las fundaciones como modelo de sostenibilidad... Todo ello hace que sea difícil analizar la reproducción de situaciones de precariedad y vulnerabilidad en el mundo del arte y justifica que tengamos que seguir estudiando las posibles respuestas. 

¿Se ha agudizado más esta idea de la gratuidad con el auge de internet durante la última década?

Probablemente sí; aún no hemos tenido tiempo para analizar a fondo los efectos de la pandemia en el ámbito de nuestra investigación. El problema no solo radica en la gratuidad de la cultura, sino también en lo sobredimensionado de la oferta, en muchas ocasiones totalmente inabarcable para el público. Debería crearse contenido específico para internet, ya que no todo se puede trasladar de lo físico a lo virtual. Y, por supuesto, debería haber una contrapartida que en ningún caso supusiera una pérdida para él o la creadora. 

La cultura y la creación son los grandes perjudicados de la pandemia en términos económicos. Sin embargo, nunca la hemos necesitado tanto y así se ha demostrado. ¿Saldrán los creadores y creadoras fortalecidos, aunque sea a largo plazo? 

Si algo permite Internet es medir impactos, y sin duda el del arte ha sido grandísimo desde que se nos confinó por vez primera. Sin embargo, sería demasiado osado por nuestra parte afirmar cómo saldrán los creadores de esta pandemia. Suficiente tenemos con gestionar el día a día. Lo que probablemente pueda suceder es que varios artistas, y más en general agentes del mundo del arte, cambien su manera de producción y, en consecuencia, acabe cambiando la forma de recepción del arte. Nos parece que puede ser muy traicionero hablar de impactos: es difícil medir el impacto del arte, porque ese impacto es más a largo plazo y a veces tiene que ver con cambiar las maneras de sentir, pensar o imaginar. Pero, por supuesto, no creemos en las mediciones cuantitativas. No todos los productos culturales tienen que ser consumidos masivamente, y las redes nos están acostumbrando de manera generalizada y excesiva, a nuestro entender, a relacionar éxito con grandes números.