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Manuel Montero

El terrorismo islámico

Catedrático de Historia Contemporánea

  • Cathedra

Lehenengo argitaratze data: 2023/02/02

Manuel Montero
Manuel Montero, catedrático de Historia Contemporánea | Argazkia: Unai Zorriketa. Oficina de Comunicación. UPV/EHU.

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A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la mayor parte de los atentados terroristas estuvieron asociados al anarquismo. A mediados del XX, el terrorismo fue fundamentalmente anticolonial. En la tercera ola terrorista, la primacía la tuvo el de extrema izquierda, a veces vinculado a nacionalismos. Desde fines del XX, el más importante es el islámico. Grupos diversos (talibanes, Al Qaeda, Estado Islámico, Boko Haram, Daesh, entre otros) justifican sus actos de violencia con una visión radical del islam. Son minoritarios, pero constituyen una amenaza global, con gran capacidad desestabilizadora.

La actual ola terrorista es de motivación religiosa. En 1980, sólo a 2 de los 64 grupos considerados terroristas se les atribuía una motivación religiosa. En 1995 era casi la mitad de los grupos identificados, 26 de 56, casi todos islamistas. Actualmente son la mayoría. Adopta formas diversas -atentados suicidas, grupos autoorganizados, ‘lobos solitarios’ tras radicalizaciones personales, etc.- y ataca fuerzas del orden, militares u objetivos civiles. Su mayor fuerza está en oriente medio y sur de Asia, pero su acción se deja sentir en todo el mundo.

Ha generado respuestas específicas, incluyendo acciones bélicas, como la invasión de Afganistán por la OTAN y Estados Unidos o la intervención norteamericana en Irak (en ese caso, como pretexto).

‘Terrorismo islámico’, o yihadismo, no significa que el islam esté abocado a la práctica del terror ni que el mundo musulmán lo apoye. Esa precisión es necesaria para evitar estereotipos. En tiempos, había que aclarar que la mayoría de los vascos repudiaba el terrorismo y que la sociedad vasca era su principal víctima, por mucho que se hablase de ‘terrorismo vasco’.

El yihadismo surge dentro del islamismo, una variante del islam que busca reconstruir la sociedad sobre una base religiosa, abogando por una vuelta al islam puro, que sería el de las primeras comunidades islámicas. Presenta a su vez corrientes diversas, que incluyen una versión reformista o la que propugna la predicación religiosa.

En 1979, el triunfo islamista en Irak favoreció la difusión del fundamentalismo’, distinto al islamismo tradicional, que propone una visión conservadora de la religión, no un proyecto político. La radicalización fundamentalista ve en la Sharia (el sistema legal islámico) la base de un programa político. Reacciona contra la secularización o la corrupción de las costumbres. Asegura que la violencia permitirá acabar con los obstáculos que impiden la extensión del islam y defender a la comunidad musulmana.

Llama a la yihad, la guerra santa. El yihadismo surgió a fines de los setenta, cuando algunos grupos propugnaron establecer sistemas islamistas en los distintos países musulmanes. El grupo ‘Yihad islámica’ asesinó en 1981 a Sadat, presidente de Egipto, al que le reprochaba los acuerdos con Israel. En la siguiente década se asentó el yihadismo. Tras la invasión soviética, la guerra de Afganistán atrajo a musulmanes para ayudar a los combatientes locales. Allí se formó hacia 1988 Al Qaeda. Entrenó a islamistas radicales que formaron parte de la resistencia a la URSS, con apoyo de Estados Unidos.

Terminada la invasión, contribuyó a establecer a los talibanes en el poder. Bajo el liderazgo de Osama bin Laden, Al Qaeda (‘La base’) formó una red terrorista multinacional, basada en células dispersas. Planteó como objetivo un califato panislámico que acabase con los gobiernos no islamistas en los países musulmanes. Propugna un nuevo orden mundial y Occidente aparece como el principal enemigo del islam.

En los años noventa, el yihadismo se extendió por oriente medio y norte de África. Intervino en la cruenta guerra civil de Argelia, librada durante diez años por rebeldes islamistas, desde 1991. Con los atentados del 11 de septiembre de 2001 (Estados Unidos), alcanzó un protagonismo internacional que mantuvo con los de Madrid (2004), Londres (2005) y una larga secuela de actos terroristas en todos los continentes.

Tras la invasión norteamericana de Afganistán e Irak surgió una nueva generación yihadista. Durante la primera década del XX, movimientos de ese tipo actuaron en lugares distantes: Somalia, Filipinas, Chechenia, etc., con una creciente descentralización y células terroristas sin vinculaciones precisas.

La primavera árabe (2010-12), con sus secuelas bélicas (guerras en Libia, Siria o Yemen), propició nuevas formas de actuación yihadista. En los años siguientes surgió el llamado Estado Islámico -también ISIS y Daesh-, que logró una base territorial en Siria e Irak, proclamándose califato.

Los talibanes recuperaron el poder cuando Estados Unidos abandonó Afganistán. Al Qaeda encabezó varias organizaciones descentralizadas. Hacia 2020 el ISIS perdió su dominio territorial, pero muchos lugares del oriente medio, África y el sur de Asia están bajo el control de yihadistas. La organización Boko Haram surgió en el norte de Nigeria en 2002 y tiene influencia en el Sahel (en Níger, Chad o Burkina Faso), considerándose parte del Daesh.

La mayoría de los atentados yihadistas (el 89,5 % entre 1979 y 2021) afectan a los países musulmanes. Han causado la muerte de más de 210.000 personas, siendo la ola terrorista más virulenta de la historia. Con su dimensión global, es una de las principales preocupaciones mundiales, acentuada por la diversidad de sus formas organizativas, la hostilidad respecto a cualquier sistema no islamista y su lucha contra las democracias, el pluralismo y la modernidad.