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Ainara Larrondo Ureta

Sois Periodismo

Profesora Titular del Departamento de Periodismo e investigadora (IP) del Grupo de Investigación Gureiker

  • Cathedra

Lehenengo argitaratze data: 2021/05/06

Ainara Larrondo Ureta
Ainara Larrondo Ureta. Argazkia: Mitxi. UPV/EHU.
Artikulu hau jatorriz idatzitako hizkuntzan argitaratu da.

Periodista: persona que ejerce el periodismo. Definición excesivamente obvia y simple para la triste circunstancia que nos lleva a esta reflexión en Campusa: el fallecimiento por asesinato de dos periodistas en Burkina Faso, África. David Beriain (Navarra, 1977) y Roberto Fraile (Bizkaia, 1974) perdieron la vida a manos de terroristas yihadistas el 26 de abril de 2021, en la carretera que une Fada N’Gourma y Pama, próxima al parque nacional de Arli. Rodaban un documental con el que informar y destapar la lacra de la caza furtiva. Hacían periodismo ‘muckraker’, de denuncia, un auténtico desiderátum en estos tiempos. Coincidencia o no, estas líneas se escriben en pleno Día Mundial por la Libertad de Prensa.

Dos lamentables pérdidas que engrosan las trágicas cifras de muertes de periodistas en el ejercicio de su actividad profesional. Según revela el último balance anual de Reporteros Sin Fronteras (RSF), publicado en 2020 y accesible desde la web RSF.org, 937 periodistas han sido asesinados en los últimos diez años, 50 de ellos en 2020. Aunque el número de periodistas asesinados en zonas de guerra ha disminuido progresivamente desde el año 2016, ser periodista puede resultar una profesión de riesgo incluso en países considerados en paz. De hecho, en 2020, casi 7 de cada 10 periodistas perdieron la vida fuera de las zonas de conflicto. Durante ese año, las muertes por asesinato representaron el 84 % del total de fallecimientos, en muchos casos en condiciones particularmente violentas. Entre los países más peligrosos para ejercer el periodismo, RSF señala lugares como México, Irak, Afganistán, India y Pakistán.

El periodista es un testigo, un narrador de lo que acontece, un relator situado entre las bambalinas de la realidad. La etiqueta de “protagonista” no le va bien, salvo por causa del reconocimiento a la calidad de su trabajo. Desde las aulas transmitimos esta idiosincrasia del reportero a quienes se encargarán de ejercer la profesión, universitarios habituados a ponerse delante de la cámara de todo tipo de dispositivos móviles, para quienes esta manera de ser y de hacer puede representar doctrina periodística con olor a naftalina.

David Beriain y Roberto Fraile pertenecían a una generación de profesionales jóvenes y experimentados que merecieron a lo largo de su trayectoria ese protagonismo, gracias al interés de sus trabajos audiovisuales, muchos de ellos premiados. Como tantos otros periodistas, nunca debieron convertirse en protagonistas de la noticia de su asesinato.

Estos días los medios de prensa, radio, televisión y digitales nos han proporcionado todos los datos informativos, simbolizados por lo que llamamos en el argot las 5’W (What, Who, When, Where, Why…). Hemos leído, escuchado y sentido lo ocurrido en la carretera entre Fada N’Gourma y Pama como un suceso cercano, aunque Burkina Faso nos resulte un lugar lejano –y puede que no solo debido a la distancia geográfica–. Hemos leído, escuchado y admirado que estaban allí para desarrollar su actividad como reporteros.

Quienes estamos vinculados de un modo u otro a la profesión sabemos que ejercer el periodismo también puede significar aplicar rutinas en una redacción, automatizar algorítmicamente informaciones o redactar notas de prensa.

En Burkina Faso, David Beriain y Roberto Fraile rodaban un documental y requerían rutinas, pero no se recreaban en ellas. En Burkina Faso, esos dos comunicadores buscaban abrirnos una ventana en forma de documental, a partir de la explicación y la cercanía de los testimonios, una ventana a través de la cual observar, entender y empatizar con la compleja realidad de lo que acontece en otro lugar de “nuestro mundo”. Ocurre que, habitualmente, tenemos más a mano otras ventanas, pantallas que exhiben más de lo que explican y dan forma a “nuestro mundo”, el cercano, donde los problemas e inquietudes se suceden con otra magnitud. En Burkina Faso hacían falta periodistas como David Beriain y Roberto Fraile. En las redacciones de cualquier medio, en cualquier lugar del mundo, hacen falta periodistas con esa vocación.

#DavidRobertoSoisPeriodismo es el hashtag que ha servido para agrupar en las redes sociales los discursos de homenaje y reivindicación de una profesión que nos es altamente necesaria, pero que cuenta todavía hoy con “mala prensa”. Una profesión que implica riesgos de muchos tipos, algunos mortales. Una profesión evocadora de arquetipos, desde los más románticos –periodista como héroe al servicio de la ciudadanía y la verdad– a los más villanos –periodista corrupto, carroñero, codicioso–. En la ficción cinematográfica o en la realidad, el periodismo ha demostrado tener muchos apellidos y ser una profesión admirada y denostada casi a partes iguales. Dicotómica también en lo salarial. Que haya periodistas con sueldos millonarios no evita que el periodismo sea una profesión precarizada.

En foros académicos y profesionales se nos recuerda que el periodismo vive desde hace décadas una crisis de credibilidad y de rentabilidad. En estos tiempos de etiquetas y ‘tags’ se alude metafóricamente a un “periodismo zombie”, renqueante, muerto de valores y aspiraciones, pero con apariencia de vivo gracias al brío de la información acelerada, constante y superficial. Cual piedra filosofal, se persiguen fórmulas para rescatarlo, siendo una de las más reclamadas la innovación en todas sus dimensiones -contenidos, modelos de negocio, tecnologías, etc.-. Se habla también del “periodista humano”, en contraposición a la “máquina periodista” generada mediante el uso de robots o algoritmos (Inteligencia Artificial).

Comenzábamos esta reflexión afirmando que periodista es la ‘persona’ que ejerce el periodismo. Puede que ahí esté el quid. Periodismo es humanidad, vocación, servicio, lucha, emotividad y empatía, y muchas cosas más (positivas). David Beriain y Roberto Fraile nos dieron pistas y nos lo demostraron desde Burkina Faso. Todo un legado. Desde las aulas seguiremos tratando de que nuestros futuros periodistas y comunicadores se reconozcan en esa autovisión y que algún día nos lo puedan demostrar estén donde estén, ya sea desde una zona de conflicto o desde cualquier redacción, sin riesgos, sin precarización, sin censura, con libertad e independencia… con profesionalidad.

 

(*) Al referirse a periodistas, comunicadores, reporteros, profesionales, universitarios, etc., este texto se refiere indistintamente a hombres y mujeres.