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In memoriam: Juan José Goiriena de Gandarias

El rector que necesitaba nuestra universidad

  • Crónica

Fecha de primera publicación: 01/09/2020

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Juan José Goiriena de Gandarias. Foto: Eusko Ikaskuntza.

Pensamos a menudo, y así lo manifestamos, que nuestra vida pende de un hilo. Estamos a la espera de que el hilo se rompa. Nos hacemos a la idea de que según pasan los años ese hilo va haciéndose cada vez más fino, o que no, que sigue todavía lo suficientemente grueso, si creemos que nos quedan muchos años por delante. Pero el hilo, sea fino o grueso, se acaba rompiendo, y todo termina.

El hilo que sostenía la vida de Juanjo Goiriena de Gandarias era fino desde hace tiempo, y no necesariamente a causa de su edad.  Llevaba largo tiempo sufriendo la enfermedad, hasta que esta ha terminado su cometido.  Y es ahora cuando mi recuerdo retrocede casi tres décadas. En aquel tiempo oscuro e incierto (1992-1996) la UPV/EHU necesitaba un guía, y no un guía cualquiera. Juanjo era la persona indicada, el rector que nuestra universidad necesitaba.  Tuve el inolvidable honor de trabajar a su lado. No pensaba entonces, ahora hace veintiocho años, que un día de sol pero triste como el de hoy me encontraría sentado en esta mesa escribiendo estas líneas. Durante todos estos años, sin faltar una sola vez, el 31 de diciembre, a eso de las diez de la noche, recibía de forma metódica la llamada telefónica de Juanjo para felicitar el nuevo año a mí y a mi familia. Siempre en euskera, a pesar de que le costaba esfuerzo, debido a que no lo usaba habitualmente.

Decir que era miembro de una saga tal vez sea mucho decir, pero el caso es que el apellido Goiriena de Gandarias era conocido en aquellos años tanto en la sociedad como en nuestra universidad. Nacido en Gernika (1948) era un hombre de gran capacidad intelectual: se cuenta que a las mañanas cursaba las asignaturas correspondientes al bachillerato de ciencias y que por las tardes se dedicaba a estudiar por su cuenta las de letras. Vinculado siempre al deporte, corría en los mentideros que de pequeño era capaz de recitar de memoria la clasificación del Tour de Francia: del primero al último, o del último al primero, como se quisiera. En comparación con el resto de la gente, le bastaba la mitad de tiempo para leer o escuchar algo, y retenerlo.

Su recorrido académico está repleto de matrículas. Cursó los estudios de Medicina en Salamanca. Ejerció la docencia en Oviedo y Murcia, y al final vino a la UPV/EHU. Era catedrático de Fisiología, se centró principalmente en la medicina deportiva. Políticamente abertzale de mentalidad abierta, aunque bastante hermético como persona. Inteligente y riguroso, eso sí. Sumamente inteligente y riguroso. Y erudito, un gran erudito. Capaz de responder de manera inmediata ante cualquier tema que se le planteara. Gozaba de una memoria extraordinaria: amaba la economía y la historia, además de la medicina. Leía de todo, de todo y mucho. Al entrar a su despacho, verías la mesa repleta de periódicos de varios días, algunos recientes y otros antiguos, y muchos libros.  Le preguntabas algo y empezaba a buscar en esa maraña de papel lo que tu querías o lo que él te quería mostrar, hasta que al final siempre lo encontraba: el dato más escondido, el documento más olvidado… estaba ahí. En eso era increíble. Amaba ese tipo de trabajo, no le gustaba aparecer en las fotografías de los periódicos. Siempre en segunda fila. En primera solo cuando era necesario.

Corrían tiempos oscuros para la UPV/EHU cuando Juanjo Goiriena de Gandarias fue nombrado rector. Tiempos oscuros por distintos motivos. Uno de ellos, determinante, relacionado con el apartado económico. No solo por la escasez de dinero (eso también): el principal problema era la orientación que había adquirido la gestión económica durante aquellos años. Estábamos a las puertas de ser intervenidos por el gobierno. El rector anterior abandonó la universidad y se marchó fuera. Se celebraron elecciones y ganó Juanjo, arropado por un grupo que incluía personas de varias tendencias y con diferentes visiones sobre la universidad. El nuevo rector no pudo solucionar todos los problemas, eso no era posible, pero logró encauzar las cuentas. Tenía muy claro qué era lo importante y lo que no. Qué era lo urgente y lo que podía esperar. Y en función de ello organizó el trabajo y los cometidos del equipo. El resultado no se hizo esperar: diseño de nuevos estudios, fortalecimiento del euskera, cursos de verano, creación de las aulas para la tercera edad, impulso a los campus, organización de la secretaría general… No pretendo dar cuenta en estas líneas los logros de aquella época. Todo ello está suficientemente documentado y detallado. Visto desde la distancia, creo que se hizo una gran labor durante aquellos años. Siempre nos repetía una idea central: “Nuestra principal función, por encima de todo, es asegurar que los estudiantes reciban sus clases. Esa es nuestra principal obligación. Que los estudiantes acudan a clase diariamente”. No resultaba tarea fácil, ya que en aquellos tiempos prácticamente el único objetivo de algunas personas era impedir, un día sí y otro también, que se impartiesen clases.

Juanjo era una persona educada, muy agradable en el trato. En el trabajo transmitía confianza a las personas que lo rodeaban, y respetaba el modo de trabajo de cada cual. En cuanto a los cometidos asumidos por él, aquellos que quería gestionar él de forma directa, no resultaba fácil que nadie ajeno se inmiscuyera. Hombre de pocas florituras, sabía escuchar, y era austero con la gestión del dinero público. Era muy riguroso en ese tema y tenía muy claro que el dinero que gestionaba no era suyo. Muy bien relacionado, conocía a todo el mundo. A modo de ejemplo significativo, recuerdo cómo Jose Angel Sánchez Asiain, expresidente del BBVA, le envió el manuscrito del voluminoso trabajo, publicado hace años, que había elaborado sobre la financiación de la guerra civil española, para que le hiciera observaciones. Porque sabía de todo, como he dicho.

Hemos perdido a un buen hombre. Alguien que realizó muchas aportaciones a la UPV/EHU. Por ello propuse años más tarde concederle la Medalla de Oro de la universidad. Una distinción bien merecida. Ahora ha llegado ya el momento de despedirnos de él y de honrarle. Juanjo, siempre te tendremos presente

 

Pello Salaburu

Exrector de la UPV/EHU