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Miren Basaras

Gripe: la gran incertidumbre

Profesora de Microbiología

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 06/10/2022

Miren Basaras
La profesora de Microbiología Miren Basaras | Foto: Mitxi. UPV/EHU.

La amenaza de la gripe es constante: ocasiona una importante morbilidad y mortalidad en el mundo, y representa un gran problema de salud pública. Durante el periodo anual, en Europa esa infección suele presentarse habitualmente en periodos estacionales (otoño-invierno) con niveles virales máximos, y periodos interestacionales (primavera-verano) con niveles bajo-medio. El Sistema Global de Respuesta y Vigilancia de la Gripe muestra a nivel mundial que, durante estos tres años pandémicos, la circulación del virus gripal ha sido muy irregular: mínima durante los dos primeros años (marzo de 2020-diciembre de 2021), y se ha incrementado en los primeros meses de 2022. Además, la temporalidad de esa infección se ha desdibujado en cierta manera. Sin embargo, a lo largo de las últimas semanas se ha observado un incremento de los casos, pero permaneciendo en niveles interestacionales.

Es razonable pensar que en estos próximos meses otoñales e invernales convivan diversos microorganismos capaces de producir infecciones respiratorias, debido a que muchas de las medidas preventivas que hemos mantenido durante los dos inviernos anteriores se han relajado notablemente (uso de mascarillas, distancia física, presencialidad, etc.). Ello hace pensar que podemos padecer lo que se viene denominando la “demia gemela” (twindemic) en la que la gripe y la COVID-19 convivan fácilmente, sin olvidarse de otras muchas infecciones respiratorias.

La gripe puede ser mortal, debido a la enfermedad que provoca el propio virus o por complicaciones con otras patologías. Es difícil estimar la mortalidad producida por la gripe, puesto que no es habitual que a las personas fallecidas en periodo gripal se les realice el diagnóstico microbiológico. Por ello, la estimación se hace de forma indirecta y un método es el cálculo del exceso de mortalidad diaria durante el periodo de circulación del virus, mediante el denominado Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo). Gracias a ese sistema, se cree que en la Unión Europea cada año mueren unas 38.500 personas de media debido a la gripe o sus complicaciones y, a nivel global, la mortalidad por causas respiratorias asociadas a la gripe podría situarse entre 300.000 y 650.000 muertes anuales (4,0-8,8 muertes por cada 100.000 habitantes).

Es obvio que, durante la temporada gripal, la demanda asistencial aumenta considerablemente y cuanto mayor sea la virulencia del virus gripal mayor es esa demanda. Ello genera unos costes económicos importantes: directos, relacionados con los gastos sanitarios, pero sin subestimar los costes indirectos, relacionados con costes laborales. Se estima que cada caso de gripe origina entre 5 y 6 días de actividad limitada, mucha mayor en aquellos pacientes que requieren hospitalización. Así mismo, esa demanda asistencial impide que otras patologías sean diagnosticadas y tratadas de forma adecuada durante los periodos epidémicos de gripe.

Existe, por tanto, una incertidumbre del periodo estacional de la gripe. No sabemos cuándo empezará realmente el pico epidémico, si los subtipos circulantes del virus serán los mismos que han circulado en el hemisferio sur durante su invierno, o si la inmunidad parcial que generamos a lo largo de los años y que hemos “perdido” durante este periodo pandémico de la COVID-19 será suficiente para protegernos y no desarrollar una gripe agresiva.

Ante todas esas incógnitas, conviene tomar medidas preventivas. Actualmente la vacunación antigripal es la medida de prevención efectiva para minimizar los riesgos que supone esta enfermedad por sí misma y en las complicaciones con otras enfermedades. Es imprescindible comunicar a la ciudadanía la importancia de la vacunación. Evidentemente, existen unos grupos de riesgo en todas las edades que padecen un riesgo mayor de enfermedad agresiva y, por ende, mortal. Pero, como hemos aprendido a lo largo de esta pandemia, también en el caso de la gripe cualquier persona infectada puede transmitir el virus a todas las personas con las que convive. Por ejemplo, la proporción de población infantil afectada durante las epidemias anuales de gripe suele variar entre el 5 % y el 35 % a nivel general, pero suele ser superior al 50 % en grupos poblacionales cerrados, como el ámbito escolar. Hay que recordar que la población infantil es el principal vector de transmisión de la gripe y, a nivel global, las mayores tasas de incidencia de la gripe se registran anualmente en las personas menores de 15 años.

En la última semana, el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido urge a padres y madres a vacunar de gripe a sus hijos de 2 y 3 años, debido a una mayor hospitalización en ese grupo de edad y al temor sobre la falta de inmunidad natural que presentan, puesto que ese grupo de población apenas ha tenido contacto con el virus gripal a lo largo de su corta vida.

Ante las incertidumbres, prevenir es la medida elemental. No hay que olvidar que cualquier persona es elegible para ser vacunada. Lo que hemos aprendido durante esta pandemia debe ser utilizado también para otras enfermedades con gran impacto en salud pública. La protección individual es esencial y ello favorece la protección familiar y comunitaria.