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Profesor Serra Húnter de Relaciones Internacionales de la Universidad Pompeu Fabra

Pablo Pareja: «La mayor parte del mundo no está recuperando la normalidad»

Hablará sobre el impacto trasformador de la pandemia en las relaciones internacionales en los Cursos de Verano de la UPV/EHU

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 15/07/2021

Pablo Pareja
Pablo Pareja. Foto: Universidad Pompeu Fabra (UPF)

Los Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz abordarán, durante cinco días, temas de actualidad o debate en los ámbitos del Derecho y de las Relaciones Internacionales. En ese contexto y bajo el título ‘Las relaciones internacionales post-pandémicas: el impacto transformador de la Covid19 sobre el orden internacional contemporáneo y el papel de las grandes potencias’, Pablo Pareja Alcaraz, de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y profesor Serra Húnter de Relaciones Internacionales, aportará su punto de vista sobre una disciplina y una situación sobre la que es preciso hacer una reflexión. “Creo que los teóricos de las relaciones internacionales tenemos la obligación de repensar nuestra propia disciplina. Nos cuesta mucho pensar el mundo desde una perspectiva que no sea la perspectiva occidental o, incluso más, nos cuesta mucho mirar desde una perspectiva que no sea la del hombre frente a la mujer, incluso nos cuesta mucho ver el mundo desde una perspectiva que no sea la del ser humano”.

Hemos aprovechado su visita a la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea para entrevistarle y que arroje luz sobre algunas situaciones de la actualidad en las relaciones internacionales.

En la edición de este año de los cursos va a disertar usted sobre el impacto de la pandemia en el orden internacional. ¿Además del impacto económico, también ha existido un impacto en las relaciones internacionales?

El impacto de la pandemia sobre las relaciones internacionales, aunque seguramente todavía es algo pronto para poderlo determinar, es mucho más profundo y va mucho más allá de lo que es el mero impacto económico. Es evidente que la pandemia ha tenido un efecto sobre los niveles de crecimiento de algunas de las principales economías del mundo y otras economías no tan no tan robustas, pero la respuesta que han dado los estados también pone de relieve otro impacto u otras influencias que no son nada desdeñables. De un lado ha tenido un impacto sobre la distribución del poder entre diferentes actores de las relaciones internacionales. Es obvio que algunas organizaciones internacionales o que algunos grupos de interés han salido fortalecidos como consecuencia de la pandemia y, por otro lado, otros factores que tradicionalmente tenían un peso más importante se han visto debilitados. Además, hemos visto también que la pandemia tiene un impacto sobre el papel que juegan los estados. A corto plazo, la posición de los estados se ha visto fortalecida, pero si algo ha puesto la pandemia de relieve es que los estados cada vez tienen menos recursos para hacer frente a los desafíos que podríamos llamar de la agenda de la trasnacionalidad. Es decir, aquellos desafíos que trasciende las fronteras de los países y que, por su propia naturaleza, no pueden ser atendidos mediante respuestas clásicas.

También hemos visto que se ha producido una reorganización de las relaciones entre algunas de las principales potencias del mundo. La relación entre China y Estados Unidos y la Unión Europea, pero también la misma posición de China dentro de los BRICS se ha visto parcialmente alterada o, al menos, temporalmente corregida como consecuencia de la pandemia. Y, por citar otro impacto que ha tenido la pandemia en la agenda internacional, cuestiones que hasta ahora tenían un papel más marginal y una posición secundaria, ahora han ganado enteros y tienen una mayor visibilidad. Hablamos de la gestión de la pandemia, pero también de cuestiones relacionadas con la emergencia climática. Es todavía pronto, pero es indudable que, sin que sea un cataclismo o una grandísima transformación de las relaciones internacionales, no se puede negar que la pandemia ha tenido efectos que van más allá de la mera distribución de los recursos económicos o del crecimiento económico de los países.

Vayamos con los actores principales de la esfera internacional. Tras la era Trump, parece que Estados Unidos quiere recuperar su papel anterior…

«Estados Unidos se siente incómodo con algunos de los costes o de las responsabilidades que comporta ser la potencia hegemónica de referencia»

Desde la llegada de Biden a la presidenta de Estados Unidos es evidente que se han embarcado en una estrategia para tratar de reconstruir las maltrechas relaciones del país con algunos de sus socios tradicionales. Hay una apuesta importante por recomponer esas relaciones, pero cosa diferentes es que Estados Unidos quiera recuperar su papel. Desde hace ya algo más de una década, Estados Unidos se está replanteado cuál es su papel en las relaciones internacionales, cada vez se siente más incómodo con algunos de los costes o de las responsabilidades que van asociadas a esa posición hegemónica. Trump ya empezó de manera muy agresiva a deshacerse de algunas de esas responsabilidades y Biden tratará de ser mucho más prudente, pero intentará aprovechar la oportunidad para ir deshaciéndose de parte del lastre que comporta ser la potencia hegemónica de referencia.

¿Se ha quedado la UE en segundo plano en ese periodo?

En los últimos años hemos visto que se ha acelerado ese proceso por el cual la Unión Europea está perdiendo parte de su influencia internacional. La pierde a nivel económico, lo hemos visto claramente en las negociaciones con parte de la industria farmacéutica, pero también en lo que ahora era su principal fuente de legitimidad internacional. Y es que, en la medida en que la pandemia ha tenido un efecto negativo sobre la defensa de la democracia como el mejor de los modelos políticos posibles, la UE se ha visto resentida. Cuando China, por ejemplo, argumenta a nivel internacional que lo importante de un sistema político no es tanto los valores democráticos que le inspiran como su capacidad para responder de manera eficaz a los desafíos, hay un ataque a los cimientos que sustentan el modelo de la Unión Europea. En la medida en que el auge del populismo y la defensa de unos modelos políticos no tan centrados en los valores como en su eficiencia, debilitan la aceptación general de la democracia y, por tanto, la influencia de la UE que ha hecho de ese apoyo a la democracia una de sus principales fuentes de legitimación.

¿El Brexit también ha podido afectar a esa situación?

El Brexit era uno de los factores que antes de la pandemia ya venía afectando a la posición internacional de la Unión Europea. Y, de hecho, se podría argumentar que desde comienzos del siglo XXI la UE ha ido perdiendo parte de su influencia por el Brexit y, también, por la respuesta que dio a la crisis financiera de los años 2008 a 2010 y por la incapacidad que ha tenido para gestionar algunas de las crisis internas. También se plantean algunas cuestiones interesantes como en qué medida la posición de influencia de la UE tenía más que ver con los valores que defendía o con su posición privilegiada con Estados Unidas. Dicho de otra forma, es curioso ver cómo la pérdida de legitimidad de Estados Unidos también está comportando un debilitamiento de la posición de la Unión Europea a pesar de que la UE siga defendiendo los mismos valores o valores muy similares a los que venía defendiendo en décadas anteriores. Lo que abre la puerta a pensar que la pérdida de influencia o de legitimidad de la UE no tenga tanto que ver con los valores que tiene como con el hecho de que ahora no es percibida como uno de los aliados estratégicos de uno de los actores más importantes del mundo.

Estos días hemos visto la celebración de los 100 años del Partido Comunista chino y las declaraciones de su líder. ¿Cómo explicaría esa posición?

«China está frente al dilema de convertirse en superpotencia de referencia antes de lo previsto»

Creo que China se ha visto obligada en este año y medio a tomar una decisión que, si hubiera dependido de ella, quizá la hubiese tomado más adelante. Desde prácticamente la llegada al poder de Donald Trump, China había iniciado un proceso de reflexión para determinar si quería convertirse o no en la principal superpotencia de referencia. En el momento en que Estados Unidos decide retirarse y no cumplir con algunas de sus obligaciones y responsabilidades internacionales, se plantea un dilema para China: o bien aprovecha esa ventana de oportunidad en la que no tiene que cuestionar a Estados Unidos, o bien espera a otro contexto en el que el país esté en una mejor posición. China ya había iniciado un proceso de consolidación internacional, lo habíamos visto por su posicionamiento en algunas organizaciones internacionales y en algunas negociaciones importante como, por ejemplo, el cambio climático, pero se ha visto afectado por un deterioro de su imagen. China es muy consciente de eso y ha hecho grandes esfuerzos para tratar de mantener su imagen internacional, con ese envió masivo de material sanitario a diferentes países, ese énfasis retórico de presentarse como un país comprometido con las organizaciones internacionales y, en concreto, con la Organización Mundial de la Salud. Está tratando de navegar los efectos de la pandemia para ir consolidando un poco más rápido de lo previsto su posición como superpotencia de referencia.

También parece que Rusia quiere recuperar influencia en el ámbito internacional. ¿Estamos volviendo a una escalada de la tensión entre los grandes bloques o hay mucho de “postureo”?

Si se me permite el símil, estamos viendo a una representación teatral en la que podemos mirar lo que pasa en el escenario, que es una parte de la representación, o también mirar lo que pasa entre bambalinas, que a veces es más importante. Lo que observamos a nivel internacional en este momento, y seguramente en los próximos dos años, es una intensificación de la competición entre las grandes potencias, lo que algunos han llamado una vuelta a la política del poder o a las relaciones geopolíticas entre Rusia, Estados Unidos, China, la Unión Europea y quizá algún otro actor. Lo que no es tan visible es que, con independencia de cuál de esos actores gane más o menos influencia, es evidente que los estados y las autoridades políticas construidas sobre estado están perdiendo poder en el mundo. Podemos centrarnos en la disputa de poder entre Rusia, Estados Unidos, China y la Unión Europea, pero no podemos olvidar que todos ellos como colectivo están perdiendo poder, que se está trasladando a otros actores de las relaciones internacionales. A corto plazo sí que vamos a ver ese retorno de la geopolítica o de la política del poder, pero muy probablemente, a medio largo-plazo, lo que veremos serán otras dinámicas mucho más transformadoras de las relaciones internacionales.

Y en esa situación, ¿peligra en cierto modo el modelo de la democracia?

No me atrevería a decir que peligra la democracia. Quizá el error es pensar que la democracia estaba garantizada y que nunca estaba sujeta a tensiones, a prensiones o a riesgos. La democracia no es una decisión que se toma un día y, a partir de entonces, ya no hay que preocuparse por ella. La democracia, como se suele decir, es un contrato que se renueva a diario y, en ese sentido, los últimos años lo que se pone de manifiesto es la necesidad de tomar medidas y de implicarse más activamente para salvaguardar la democracia en aquellos países donde ya existe. Otra cuestión diferente y quizá esté más ligada con la pandemia es si está en crisis la estrategia o la tesis de la democracia liberal según la cual se puede promover la democratización en otros países desde fuera. Eso se puede ligar a esa retórica de China, que está intentando desligar la capacidad de gestión o la eficacia o la eficiencia de un determinado sistema político de los valores que la inspiran. En los últimos discursos de Xi Jinping vemos que ya no habla de la democracia con características chinas, habla de un sistema político eficiente capaz de dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía. Y ahí parece como que la democracia ya no es un valor en sí mínimo que debe protegerse sino en, en todo caso, un medio que puede servir para dar mayor o menos eficiencia.

La economía mundial se ha visto vapuleada por la pandemia. ¿Recuperarán su influencia económica las grandes potencias o habrá cierto traslado de la producción tras los problemas de suministro?

Esa es una cuestión que ha ido preocupando a teóricos de las relaciones internacionales, sobre todo a autores y autoras de la economía política internacional desde hacía casi 30 años. Cuando a mediados de los 90 Susan Strange escribe su libro sobre la retirada del estado ya advierte de ese riesgo. Dice que tengamos cuidado porque los estados voluntariamente están permitiendo o propiciando la descentralización, la deslocalización o la construcción de actores más poderosos y quizá llegará un día en el que, cuando quieran revertir ese proceso, sea demasiado tarde, porque esos actores ya no estén sujetos a sus reglas. Creo que no vamos a volver a una situación en la que los estados tengan el control férreo y absoluto de esas multinacionales, o no a través de un proceso consensuado, pacífico y nada conflictivo. Las empresas ya han desarrollado suficientemente sus intereses como para no someterse con facilidad a las pretensiones de los estados.

¿Cómo ve el panorama internacional en 2022?

«Si los países poderosos ayudan al conjunto, evitarán el cuestionamiento del orden internacional actual»

Tenemos que ser muy conscientes de que el mundo es mucho más grande que Europa o que nuestro ombligo occidental, y que la mayor parte del mundo no está recuperando la normalidad. Estamos viendo que la vacunación en buena parte los países asiáticos, en la mayoría de los países africanos y de América latina es mucho más lenta y muchísimo menos universal de lo que es en Europa. Es pronto para decir que estamos entrando en unas relaciones internacionales normalizadas o de recuperación, creo que todavía estamos lejos. No es exagerado pensar que en el próximo año o año y medio lo que vamos a ver es un cierto desajuste entre las realidades de aquellos países más desarrollados y aquellos otros que están en situaciones de mayor debilidad. Si los países más poderosos son capaces de sumar esfuerzos responsablemente para ayudar al conjunto, ayudará a dar un balón de oxígeno al cuestionamiento del orden internacional actual.

¿Y cómo ve su disciplina este en esta situación post-pandémica?

Es una buena oportunidad para hacer una reflexión más profunda de la teoría de las relaciones internacionales, creo que los teóricos de las relaciones internacionales tenemos la obligación de repensar nuestra propia disciplina. Nos cuesta mucho pensar el mundo desde una perspectiva que no sea la perspectiva occidental o, incluso más, nos cuesta mucho mirar desde una perspectiva que no sea la del hombre frente a la mujer, nos cuesta mucho ver el mundo desde una perspectiva que no sea la del ser humano. Es decir, incluso cuando analizamos los conflictos, los desafíos, nos olvidamos de que hay dinámicas y procesos que quizá son mucho más trascendentales para la manera en la que nos relacionamos internacionalmente, pero a los que prestamos poca atención. Me refiero a las pandemias, pero también a la emergencia climática. Es decir, creo que si a algo nos obliga la pandemia es a repensar las relaciones internacionales como hecho, como acción, pero también como ejercicio teórico-académico. Y ahí creo que tenemos una asignatura pendiente que no estamos haciendo tan bien como deberíamos.