Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Hay que mantener el bachillerato humanístico y simplificar los programas

 

La Voz de España, 1946-10-24

 

      El plan de 1938 representa una importante novedad, si así puede llamarse a la restauración del sistema humanístico de Segunda Enseñanza. Hablar de humanismo clásico, a lo Vives, en el siglo de las máquinas volantes, es, para muchos, un contrasentido. Y, sin embargo, hoy más que nunca es preciso volver la mirada hacia pretéritas y grandiosas culturas de cuyas esencias aun vivimos, para esponjar el alma, harto agobiada por las amarguras y las incertidumbres de la hora actual. Se equivocan quienes de las dificultades del momento quieren sacar un argumento antihumanístico. ¿Que la vida es dura, que una competencia sin freno priva en la vida profesional? ¿Que el vivir apresurado de hoy, no da tiempo para contemplaciones virgilianas? Razón de más para mantener la educación de nuestra juventud al margen de la contienda. La educación requiere un clima blando, un ambiente de vivero donde los ramalazos del aire exterior penetren debidamente tonificados por el tenue calor del hogar interior...

      Se trata de formar hombres. Hombres en toda la extensión y la profundidad de la palabra. Empresa ardua en la que hay demasiadas probabilidades de errar. No se concibe una educación circunstancial, entregada al vaivén de los tiempos sin esencias incontaminadas, sin alma...

      Yerran los padres que pretenden que el Bachillerato se reduzca a un conjunto de enseñanzas útiles para la vida, al menos si atribuyen al término útil esa significación práctica y mercantilizada que comúnmente se le da. Útil es aquello que sirve para ganar dinero. Quisieran muchos de estos utilitarios de vía estrecha limitar el estudio a las matemáticas y sus aplicaciones técnicas o económicas, dos o tres lenguas vivas y algún que otro elemento informativo de esos que hacen falta para andar por el Mundo... Pero este sistema sólo es capaz de producir ese tipo de hombres fichero, del que harto ha padecido nuestra sociedad, hombres de alma de cartulina, incapaces de sentir ni lo bello ni lo angustioso de la vida.

      Humanismo es una aspiración a formar el hombre integral, en su múltiple, infinita, complejidad. Un verdadero humanismo no debe desconocer nada que sea humano, llámese religión o ética, deporte o filosofía, ciencia o arte, virtud... o vicio. Y no se escandalice el lector, porque la Historia siempre acertó a extraer grandes lecciones de los grandes pecados de la Humanidad.

      El humanismo clásico intenta lograr este fin poniendo al alumno en contacto con aquellas ciclópeas culturas que florecieron de la Hélade al Latio, y que en manera alguna nos son ajenas, pues debemos a ellas las esencias de nuestro propio existir colectivo. Culturas que no están muertas, pues alientan hoy en los pueblos europeos, llámense franceses, italianos, alemanes o ingleses, y que el maestro debe presentar con colores de vida ante los ojos del alumno.

      Precisamente, los países más progresivos y materialmente más adelantados, son los que prestan mayor atención a lo clásico y su Bachillerato no ha dejado de ser humanístico, mientras el nuestro se perdía en una divagación caleidoscópica.

      Para nosotros este aspecto no ofrece duda. Hay que mantener el avance realizado. Aunque tímidamente el ensayo humanístico progresa. Hay que animarlo y perfeccionarlo. Hay que reducir los aspectos estrictamente científicos, fonéticos o morfológicos del latín y del griego para calar en lo vivo del alma clásica. Mientras no se logre que una buena parte de los profesionales vuelva con alegría a releer sus clásicos del Bachillerato, buscando en ellos el remanso tan necesario del espíritu, se podrá afirmar que no se ha logrado todavía el objetivo humanístico y que aún resta algo por hacer en este sentido.

      Necesitamos muchos ingenieros, pero ingenieros con alma, que después de la intensa jornada del día acierten a desprenderse de la grasa y de la hulla acumuladas en el taller, para leer una delicada página de Virgilio o un discurso de Demóstenes. ¡Que la hulla y la grasa no penetren tan hondo que entenebrezcan el espíritu de las gentes!

      Nos inclinamos, pues, por un Bachillerato formativo, no exento por completo de materiales informativos. La matemática notablemente reducida a un prudente bagaje de ciencia experimental y una lengua viva bien aprendida, bastarían para completar el plan. Los programas pueden ser simplificados y no hacen falta tantas disciplinas.

 

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