Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Humanismo y tecnología

 

El Diario Vasco, 1982-04-25

 

      Los descubrimientos científicos y técnicos no han obedecido casi nunca a planes o designios previos dirigidos al bien de la especie humana.

      La verdad es que, en la mayor parte de los casos, los inventores se han desentendido de las consecuencias, buenas o malas, que sus descubrimientos pudieran tener para el futuro de la humanidad.

      Se han dejado conducir por la curiosidad científica, por el deseo de saber o por el afán creador, sin preocuparse de la utilización que otros hombres pudieran hacer ulteriormente de sus invenciones.

      Así, por ejemplo, cuando Gutenberg puso en marcha las técnicas tipográficas no pensó para nada —ni podía hacerlo— en la revolución ideológica que el libro impreso había de producir en Europa y más tarde en el mundo. Otro tanto pudiera decirse de la mayor parte de las invenciones modernas. Los descubrimientos han funcionado solos, independientemente de la voluntad de sus inventores, como cabellos desprendidos de la cabellera de Berenice.

      La primera revolución industrial fue llevada a cabo por hombres de negocios, con propósitos casi exclusivamente utilitarios y con la colaboración de investigadores y tecnólogos puestos a su servicio por simple interés crematístico. En el fondo no había en todo aquello el menor propósito humanitarista. Faltaron —por supuesto— verdaderos sabios —sociólogos, antropólogos, psicólogos, humanistas, etc.— que hubiesen debido prever los efectos de aquella brutal transformación del vivir humano y social.

      Algo de esto ocurrió también en el País Vasco cuando se inició el proceso de transformación industrial y todos conocemos las consecuencias destructivas que éste tuvo en muchos de nuestros pueblos.

      Hace un cuarto de siglo, el biólogo británico sir Eric Ashby afirmó que el problema central de la «Ecología humana» consiste en saber de qué modo podrá el hombre adaptarse al mundo de las técnicas que él mismo ha creado, pero que está muy lejos de poder dominar y dirigir hacia fines auténticamente humanos. La dificultad proviene —según Ashby— de la velocidad vertiginosa con que el mundo se ha transformado, mientras que el hombre casi no ha cambiado y, en muchos aspectos, apenas difiere de lo que fue en el mundo antiguo.

      Â«Nuestros cromosomas son conservadores: se resisten al cambio» —dice Ashby.

      Y añade: «la adaptación del hombre al mundo de la técnica sería imposible si no hubiese más medio de transmisión de una generación a otra que el óvulo y el espermatozoide; pero, felizmente, existe otro medio de transmisión generacional: la educación».

      Sólo un trabajo de educación de los jóvenes tecnólogos permitirá, en efecto, que el hombre del mañana pueda adaptarse a su mundo.

      Las técnicas no pueden seguir abandonadas a su propio destino; no pueden seguir navegando a la deriva, como lo han hecho hasta ahora. Es preciso crear un «saber superior», una especie de «Humanismo tecnológico», que sea capaz de conducirlos a objetivos propiamente humanos.

      Ese nuevo saber, a la vez humanístico y tecnológico, está aún por inventar. Es claro, en todo caso, que la nueva tarea educativa no podrá ser obra exclusiva de técnicos o de científicos en el sentido estricto de la palabra. Junto al conocimiento de las ciencias y de las técnicas en su conjunto —una visión sintética pero profunda de ese vasto mundo— los nuevos humanistas deberán recibir una formación en el campo de las letras y de las artes; de la sociología y de la historia; de la psicología y de las dimensiones éticas de la vida humana.

      Todo esto supone un trabajo universitario de nuevo cuño en el que deberán converger dos dominios del conocimiento y de la experiencia humana que hasta ahora han vivido por completo separados: el mundo de la Ciencia y de la Técnica, por una parte, el mundo del hombre, por otra.

      Quizás el pueblo vasco y, más concretamente, la Universidad vasca, pueda ser en un futuro próximo un lugar pedagógico de lo más adecuado para la creación o fundación de este nuevo tipo de saber del que nuestro mundo y nuestro pueblo se hallan tan necesitados.

 

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