Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Etnia y raza

 

El Diario Vasco, 1983-08-14

 

      No quisiera enmendar la plana a nadie. Mi único objetivo al escribir este artículo es el de hacer algunas acotaciones sobre las palabras «etnia» y «raza» que han sido últimamente barajadas en esta misma «página de opinión» por otros colaboradores del periódicos.

      Por supuesto, no creo que se le pueda hacer a nadie un «proceso de intenciones» acerca de la utilización de ambos términos, ni atribuirle unos «vergonzantes» propósitos de dar gato por liebre, es decir raza por etnia. Para mí no hay en este asunto ningún «digo Diego»: quien dice etnia, dice etnia, y quien dice raza, dice raza. Y esto está más claro que el agua. Cada quien tiene derecho a que se respeten sus decires, sin interpretaciones ni tergiversaciones apriorísticas.

      La etnia se define modernamente como una comunidad o conjunto de familias que viven en una área geográfica, no necesariamente determinada por fronteras políticas, y cuya unidad reposa sobre unas modalidades lingüísticas, caracteriológicas y culturales, comunes, con predominio de las primeras.

      Para Robert Lafont —que es un hombre que sabe mucho de esto— el signo fundamental de una etnia es la lengua: «la lengua perpetúa el carácter de un pueblo consciente de su identidad».

      Pero —en opinión del propio Lafont— hay que renunciar al mito de las lenguas puras, de la misma manera que se ha renunciado al de las razas puras. Nadie ignora por ejemplo —añade clarividentemente Lafont— que el «euskara» está cuajado de préstamos latinos y es, en este sentido, el resultado de antiguas mezclas, «unidas a una consciente permanencia de identidad».

      Esta cosa que parece tan complicada no lo es en modo alguno si se pone algún interés en entenderla.

      Se ha dicho muchas veces que una lengua es un modo de interpretar el mundo. En general, a una lengua —e incluso a un «patois» o a un dialecto— va unida una cultura, una manera especial de sentir y de existir socialmente. Esto explica el porqué de la importancia de la lengua en la concepción de la etnia.

      Sabino Arana, a pesar de haber vivido en una época en la que la concepción germánica y romántica de la nación tenía una gran influencia, se dio perfectamente cuenta de que Euskal-Herria es una etnia, precisamente en el sentido lingüístico, que viene a ser el sentido moderno de la etnia, tal como acabamos de exponerlo.

      Euskal-Herria, que no hay que confundir con Euskadi —unidad política en proyecto o en vía de desarrollo— fue vista por Sabino Arana, ante todo y sobre todo, como una comunidad lingüística, es decir, una etnia.

      El fundador del nacionalismo vasco se expresa en los siguientes términos —que abreviamos por necesidad— en el primer número de la revista «Euzkadi», en 1901: «Euzkalerria» es todo el habla «euzkera», «sea vasco, turco o japonés».

      Â«No hay más que fijarse en el uso: de un vasco conocido como tal por sus convecinos, dirán éstos, si no sabe euzkera, que es erdeldun; y, viceversa, de un latino, hijo o nieto de carabinero, guardia civil o sujeto por el estilo que hable el euzkera, dirán que es euzkeldun. En Gipuzkoa no son raros los Suárez, Gómez, López, Pérez, etc., euzkeldunes desde su cuna; ni escasos, sino muy numerosos, en Nabarra, Alaba y Bizkaya, los vascos de pura cepa que son tan erdeldunes, como los aragoneses y los castellanos. [...]. Un barrio de gitanos euzkeldunes, tales como los hay en Nabarra y Gipuzkoa, es Euskelerria; y, por el contrario, no lo son las grandes porciones de población vasca erdelduna que hay en Bizcaya, Alaba y Nabarra».

      Me ha parecido importante trasladar aquí estas frases para mostrar que Arana, a pesar de lo que algunos suelen llamar su «racismo» —término que habría que analizar, habida cuenta de los tiempos y de las consiguientes mudanzas de significado de las palabras— tiene las ideas casi tan claras como Lafont cuando de etnia se habla.

      Raza y etnia son pues —concluyamos— conceptos separados y que nada, o casi nada tienen que ver el uno con el otro. Convendría, al menos, que nos pusiéramos de acuerdo sobre esto.

 

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