Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

La conferencia del Cardenal Saliège

 

Documentos, 15 zk., 1954

 

      La opinión pública empieza a agitarse y a apasionarse por el «problema de los sacerdotes obreros» en mayo de 1952, con motivo de las manifestaciones organizadas por el partido comunista como protesta contra el general Ridgway.

      Es cierto que ya el ambiente había sido preparado por la novela «Les saints vont en enfer», que por su enorme realismo y su indiscutible valor literario llegó a impresionar, en Francia y fuera de ella, a un público muy extenso, la mayor parte del cual desconocía, hasta entonces, casi por completo la experiencia iniciada por el Cardenal Suhard en 1943.

      El lector recordará que en aquellas manifestaciones tomaron parte dos sacerdotes obreros de la región de París, los cuales fueron apaleados por la Policía. Este hecho dio lugar a una información tendenciosa del periódico «Paris Presse» del 12 de junio, bajo el título sensacional: «Ultimatum de la Iglesia a sus sacerdotes obreros», en la que se pretendía que tres sacerdotes obreros se habían rebelado contra el supuesto ultimatum. Un artículo firmado E.G. (Émile Gabel), en «La Croix» del 13 de junio, salió al paso de aquella información declarando que si bien era cierto que los Ordinarios de las diócesis francesas que contaban con sacerdotes obreros habían celebrado el 11 de marzo una reunión y habían aprobado algunas instrucciones sobre ese género de apostolado: «tales instrucciones no tienen de ninguna manera el carácter de un ultimatum, sino que son, más bien, consejos paternales en los que la firmeza va unida a la confianza».

      El Arzobispo de París publicó en aquella ocasión el siguiente comunicado:

      Â«1º A consecuencia de los incidentes ocurridos el 28 de mayo último, el Arzobispado de París lamenta que algunos sacerdotes obreros hayan participado en una manifestación de ese género; pero no puede admitir que ningún hombre, sea quien sea, sufra después de su arresto un trato indigno de toda persona humana.

      2º Precisa que el resumen aparecido en un periódico de París, el 12 de junio, deforma el sentido y el alcance de las confiadas directrices dadas —ya en marzo último— por los Obispos a sus sacerdotes obreros.

      Las actitudes atribuidas por ese mismo periódico a tres sacerdotes obreros son una pura calumnia».

      Las huelgas del verano del 53, colocaron en situaciones difíciles a los dirigentes cristianos seglares y a los sacerdotes obreros. Buena prueba de la desorientación reinante en aquel momento es la carta firmada por cinco sacerdotes y por algunos progresistas cristianos afiliados a la C.G.T., aparecida en un periódico comunista de Limoges, en la que se atacaba a la Confederación de Trabajadores cristianos por haber dado orden de vuelta al trabajo y haber «traicionado los intereses inmediatos de la clase obrera» y se declaraba «inadmisible que una central obrera que ha obedecido a intereses políticos particulares y que determina su acción sobre una concepción «particular» de la lucha de clases, se presente ante las masas de trabajadores como expresión del cristianismo y encierre la fe en una central sindical». Otro documento análogo firmado por setenta y un trabajadores cristianos de distintas profesiones, de los cuales más de cuarenta estaban afiliados a la C.G.T., confirma la impresión producida por la citada carta.

      El apostolado de los sacerdotes obreros, su cuestionable eficacia, lo sorprendente y nuevo de sus métodos, la actuación de algunos de aquellos como dirigentes sindicales, su participación en conflictos y luchas sociales, la especie de oposición que parecía establecerse entre las formas tradicionales de la acción ministerial de la Iglesia (la parroquia) y el sistema de penetración en la masa obrera adoptado por el Cardenal Suhard, todo ello era discutido con calor y hasta con pasión en los medios católicos franceses, contribuyendo a esta exaltación la publicidad que poco a poco fueron alcanzando las actividades de los sacerdotes obreros, y los problemas que en torno a ellos se planteaban.

      En medio de esta confusión el Cardenal SALIÈGE juzga oportuno ilustrar a su clero con una conferencia que dirige a fines de agosto a un grupo de sacerdotes ejercitantes y que reproducimos a continuación:

      [Texto del Cardenal Saliège]

 

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