Carlos Santamaría y su obra escrita

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Argelia

 

El Diario Vasco, 1960-08-28

 

      Si las actuales esperanzas llegan a realizarse, la liquidación de la guerra de Argelia será pronto un importante paso en favor de la paz mundial.

      El problema argelino envenena desde hace años la política francesa, endurece las relaciones de Francia con otros países y contribuye a crear una situación de «mala conciencia» en la que se hace difícil el desarrollo del complicado proceso de descolonización emprendido por las potencias occidentales.

      La cuestión argelina sobrepasa con mucho los límites de un conflicto interno o local. La herida ha ido enconándose poco a poco y existe el inmediato peligro de que las potencias comunistas, particularmente China, intervengan en cualquier momento en el conflicto de modo efectivo y visible, dándole un carácter mucho más peligroso para la paz mundial que el de las simples reivindicaciones nacionales argelinas.

      La alocución del 14 de junio del general De Gaulle y el subsiguiente contacto entre representantes del F.L.N. y funcionarios del Gobierno francés para la preparación de una reunión ulterior, dan paso a la esperanza de una negociación que podría llegar a la paz.

      Es cierto que ni siquiera se ha logrado un acuerdo previo y que la lucha persiste con igual violencia, pero las puertas no han sido cerradas tampoco por ninguno de los dos lados. Pese a la enorme susceptibilidad y al temor de que ambas partes dan muestra, los comentaristas ven aproximarse el momento de una tregua.

      No faltan del lado francés nacionalistas exaltados que consideren catastrófico todo intento de conciliación, pero la opinión general es la de que se debe llegar a un acuerdo justo y honorable y a una solución duradera.

      Â¿Cuáles serían las condiciones de este acuerdo? Sin duda, el principio de la «autodeterminación», es decir, la afirmación previa de que no se puede someter a nueve millones de hombres a una obediencia política que sea contraria a su voluntad y de que el pueblo argelino debe fijar, él mismo, sus futuros destinos.

      Claro está que la palabra «autodeterminación», aplicada a un complejo humano tan heterogéneo como el de la población de Argelia, tiene un sentido demasiado equívoco para que pueda ser empleada sin particulares precauciones. La autodeterminación no puede en ningún caso significar el aplastamiento y la expoliación de las minorías de origen europeo por la mayoría árabe y berebere.. No es fácil, por otra parte, conocer la verdadera voluntad de los argelinos en las presentes condiciones, tras un largo período de terrorismo y de propaganda coactiva, durante la cual nadie ha podido tomar postura libremente sin exponerse a terribles represalias.

      El objetivo inmediato de la negociación sería, pues, el establecimiento de un régimen transitorio con la libertad necesaria para estimular una maduración más reposada y completa del problema.

      Una vez más se comprueban los males que acarrea la estrangulación de la conciencia pública: los pueblos quedan totalmente incapacitados para resolver sus propios problemas.

 

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