Carlos Santamaría y su obra escrita

 

El frente cultural

 

El Diario Vasco, 1967-02-26

 

      La división política del mundo en dos grandes bloques no es nada comparada con su división «cultural» en dos familias de espíritus irreconciliables.

      Por una parte, el pensamiento o, más precisamente, la «praxis» marxista, es decir, el materialismo dialéctico y, por la otra... bueno, por la otra, todo lo demás, todo lo que no es eso, sin ser tampoco lo contrario.

      El frente «cultural», la antítesis que pudiéramos llamar filosófica, es el verdadero fondo de todo lo que está pasando en este momento y es mucho más importante, más trascendental y, si ustedes me lo permiten, mucho más inquietante que la oposición política de los dos bloques.

      Nuestra postura, la postura de los que no hemos aceptado la nueva revelación, y aún seguimos creyendo en alguna de las antiguas es incómoda. En primer lugar no representamos un pensamiento coherente, sino una gran libertad de pensamiento, lo que para nosotros es profundidad y es riqueza, mientras que para los marxistas constituye un síntoma de la enfermedad que según ellos, padecemos.

      Por otra parte, nuestros «adversarios» se apoyan en la «ciencia», es decir, en un pretendido conocimiento práctico-científico de la realidad, de la historia, del cual habría por cierto, bastante que hablar. Y sabido es que la ciencia inspira hoy muchísimo respeto, sobre todo desde que el hombre ha iniciado «la conquista de los espacios estelares» (iniciación que no resulta menos ridícula que la de un corcón amigo mío que, sacando un poquito la boca del agua, pretendía también haber iniciado su viaje a la estratosfera).

      El caso es que los que no presentamos nuestras ideas con el aparato y la prosopopeya científica con que suelen hacerlo nuestros «adversarios» (entre otras razones porque ese aparato es absolutamente inservible para lo que nosotros pretendemos) quedamos un poco desnivelados y, en opinión de mucha gente joven, «por debajo de las circunstancias».

      Con Freud, Marx y el «mito-análisis» en la mano, esta gente nos analiza el inconsciente, nos revela las motivaciones sexuales de nuestros actos, aparentemente los más distinguidos y nos demuestra cómo dos y dos son once (en el sistema de base tres que nuestras presuntas ideas no son sino un subproducto de la sociedad alienada y alienante en que vivimos.

      Â«Los subproductos de sus cabezas se han elevado por encima de sus cabezas», decía Marx hablando de nosotros.

      En resumen, nos dejan como un trapo y completamente desacreditados ante la juventud «humanista-empiritista», tan fuertemente anclada en la ciencia como ustedes y yo sabemos.

      El verdadero problema de hoy para los que no hemos aceptado la nueva revelación está en este conflicto intelectual, en esta lucha cultural de lo que hablaremos con más precisión en otro momento y no en las oposiciones políticas y económicas o militares, ni en la división del mundo internacional en dos bloques.

      Ni siquiera está en ese famoso telón de acero, que tanto quehacer le da a la gente y que, en definitiva, ya no separa nada importante, porque la batalla cultural está ya entablada en todo el mundo.

      Sabemos que los Estados Unidos están armados hasta los dientes de misiles nucleares y de toda clase de ingenios guerreros, los suficientemente como para destruir cien veces a cualquier posible adversario. Pero ¿cuál es su armamento ideológico? (Aquí puede sonreír el lector si lo desea).

      Por otra parte, existe la impresión de que eso que pudiéramos llamar el «mundo creyente» se le ha quedado muy viejo el armamento cultural. Es como si aún hubiese que operar con los cañones de la guerra del 70, o con las alabardas de la guardia suiza.

      El rearme cultural del «mundo creyente» está casi completamente por hacer. Quizás estén ustedes conformes en esto.

 

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